Después de varios años de autoimpuesto exilio, Hernani, el personaje principal y narrador de Estación Cuzco, regresa al Perú para participar en un congreso internacional en el que se conmemoran los treinta años de la muerte de José María Arguedas. El congreso tiene lugar en la ciudad del Cuzco, a finales del segundo milenio. La experiencia del desarraigo nos lleva, inexorablemente, a emprender un viaje interior, una indagación en pos de las huellas de un remoto pasado. Tal vez sean estas las que nos lleven a cumplir un itinerario vital. ¿Está nuestro destino invariablemente ligado a nuestro pasado? ¿Es posible suprimir ese pasado, que no nos habite más? Estas parecen ser las interrogantes que se plantea Hernani a medida que se enfrenta a la tarea de redescubrir el significado de sus experiencias esenciales: la niñez y la adolescencia al abrigo de la casa familiar y de las calles del Cuzco, así como las luces y sombras del que fue un gran amor. El contrapunto que entabla con un viejo poeta cuzqueño que se ha condenado a un ruinoso exilio, los desencuentros con Karen, sus largas caminatas por una ciudad fatigada, en suma, la constatación de que el paso del tiempo lo somete todo a una ruina inevitable, se convierten en el poderoso impulso que lleva a Hernani a emprender su personal búsqueda.