En la poesía castellana existe una tradición de musa pródiga desde Lope de Vega hasta Neruda y Miguel Hernández y otra más escondida de severidad latina, parca, enteca, autoexigente hasta la temeridad, diversa en sus manifestaciones, apenas vislumbrada por la crítica, aquella que dice más con menos palabras. De esta laya es la poesía de Percy Ramírez en Penates. Versos que salen a la luz después de un trabajo de años de su autor que con paciencia de orfebre los ha ido labrando sin prisa y sin pausa, cobijado sin duda en la idea de que la poesía es el último reducto de la creación que se resiste a las exigencias del mercado y por eso mismo es el lugar donde mejor se ejerce la libertad. La poesía, parecen decirnos los textos de Penates, es testimonio de la aventura individual, pero es también condensación de lo que le ocurre a la especie humana. El lector adivina las huellas de este combate con las palabras, hirsutas en el habla diaria, empolvadas en los diccionarios, frescas y sosegadas en la voz del poeta. Libro necesario para su autor porque es una rada de llegada y un puerto de partida para otros trabajos, es también una estimulante sorpresa para el lector de la poesía de los jóvenes del Perú porque es límpida y profunda y, finalmente, original, que es lo que buscamos siempre y es lo que más escasea.