En esta oportunidad Yolanda Westphalen, de conciencia esclarecida ante el fulgor de la temporalidad que angustia, elige por convicción ideológica poetizar sin balbuceos la herida existencial que, como experiencia sensible, le crece en un dolor sin lágrimas al tener que vivir un tiempo hostil y expansivo que nos acosa vorazmente, arruga la piel y enceguece las pupilas en océanos de oscuridad. Con este norte creativo y como una estoica exigencia personal, Westphalen convierte lo crucial de su llaga metafísica en 47 concisos poemas de singular cadencia, escrupulosamente inéditos en su estructura, imágenes y satinados recursos metafóricos, a través de los que va develando cuestiones primordiales e su historia. (200)