El debut literario de César Cárdenas sorprende porque se aleja de las vías por las que han venido transitando los jóvenes narradores peruanos de los últimos años. Es decir, se aleja tanto del malditismo callejero de estirpe bukowskiana de los noventa como de las búsquedas cultistas y metaliterarias de varios de los más visibles escritores aparecidos a comienzos de esta década. El destronamiento de Julián tiene de film noir -sí, porque el libro parece obedecer a la lógica de montaje del cine- y de película de carretera; de melodrama a la Ripstein y de parodia de thriller psicológico. Dividido en dos secciones, consta de 9 historias en las que el lector es el testigo del áspero paso del amor al desamor. Y si bien se sienten algunos baches en esta suerte de trayecto narrativo -Freaks, por ejemplo, es un relato cuyo lenguaje resulta inverosímil y algo disforzado-, la ironía de historias como Cuchillazos, en la que los amantes se matan de amor, literalmente, o la brutal inmediatez del texto que le da título al conjunto, hacen de El destronamiento de Julián una interesante revelación. (150)