El año 1922 es, para la literatura, no sólo una fecha. Es una cifra de la que emana el resplandor de la genialidad. En 1922 se publicó Ulises de James Joyce, La tierra baldía de T.S. Eliot, las Elegías de Duino de Rainer Maria Rilke y Siddhartha de Herman Hesse. También es el año de la muerte de Marcel Proust y de la publicación, para orgullo local, de Trilce de César Vallejo.
Pero no hay que ser tan incautos: el talento que confluyó en 1922 no es más que una superstición o parte de la trivia que ciertos fanáticos del canon occidental han transformado en mitología. Para el debutante Edwin Chávez (Iquitos, 1983) su 1922 es un anhelo y una obsesión: la creencia de que en algún lugar de la memoria y de la historia existe algo llamado Gran Literatura.
"1922", la primera pieza, arranca con los personajes matrices y cumbres del canon del siglo XX: Rilke, Proust, Kafka y Joyce son descritos en plena efervescencia creativa con devoción casi hagiográfica. Pero a partir de aquí, todos los demás relatos hablarán de biógrafos extraviados, escritores menores, traductores aburridos o catedráticos enamoradizos que pasean sus relativos talentos por una Europa de cartón inventada a puro pulso por la fuerza de las palabras. (290)
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