La novela está ambientada en las alturas andinas y describe con una sensibilidad intensa las aventuras y desventuras de los perros ovejeros y sus dueños.
La novela pinta la escenografía de la vida pastoril de las punas peruanas, donde pastores y perros viven en comunidad con el sentido de la tierra. Cuando la lluvia es generosa todo es felicidad para los hombres del campo y sus perros. Este mundo feliz se trastoca en tiempo de sequís, pues el hambre es enemiga de la fidelidad y la nobleza. El perro ovejero abandona el hogar y, conformando jaurías trashumantes, deviene en el peor enemigo de los pastores. Es un espectáculo desolador ver cómo deambulan por las punas, aullando terriblemente, por el frío, el hambre y la furia. Sin duda, es triste la vida de los perros hambrientos.
Con la vuelta de la lluvia, el mundo vuelve a su cauce. El trabajo en el campo hace que retorne la alegría de vivir. Y, los perros hambrientos, regresan nuevamente donde sus dueños a buscar el consuelo y la paz propios de la vida hogareña.