Un libro como el de Risso me sirve, así, para distinguir muchos de los paseos portuarios que seguramente he realizado atraído por alguna circunstancial función. Hay paseos estéticos, que buscan halagar la visión espontánea y reclaman, a veces, si nos lo proponemos, una mirada profunda. Hay paisajes que podrían ser calificados, tal vez, unos días de aburridos y otros días de "eruditos". Y es que hay muchas maneras de visitar ciudades como El Callao. La ciudad puede ser vista por dentro y por fuera. Si nos conformamos con el vestido externo que la recubre, que no deja ver la médula, hablamos de su arquitectura y sus fachadas. Si arriesgamos una mirada de verdad que nos permita ingresar sigilosa y sorpresivamente descubriremos la vida de las gentes, descubriremos el sosiego o la ansiedad, el trajín diario de los trabajos y las penas, el contrapunto de las ideas encontradas, es decir lo que anima y explica el ir y venir de los hombres que trabajan, protestan y aplauden y con su trabajo y su modo de ser aseguran la verdadera fisonomía del Callao.