Según explica el autor en una entrevista publicada en la revista Carectas, lo que quería hacer con este libro “es una filosofía muy simple pero muy válida, que yo aprendí de niño: La vida es física, no es intelectual. Cuando estuve enfermo busqué alguna filosofía que me apoyara para aceptar lo inevitable y no la encontraba. Mi único hallazgo fue descubrir que lo físico es lo más importante. Más importante que cualquier palabra de consuelo, era para mí escuchar mi propio eructo. Por otro lado, fue un poemario que aspiraba a ciertas fábulas con animales. De alguna manera, la parábola es una forma de conocimiento y allí aplicaba la técnica del Hayku: decir las cosas que he visto, pero con una cierta complicidad para que se entienda otro nivel debajo de lo dicho".