Las historias que Ybrahim Luna deja a nuestra disposicón tienen visos de aspereza, una crudeza desoladora, todas muestran la maldad humana en sus más diversas vertientes, hay un desfile inefable de sombras carnavalescas, de muertos que prolongan la vida, aunque nos llega, nos envuelve, con una hermosa ternura, una delicadeza que cubre los fracasos de algunos de los personajes, en ella habitan el polvo óseo de los ilegales, jóvenes sicarios con poderes sobrenaturales, extraños virus que se esmeran en diezmar a la humanidad, el influjo de brujos convertisos o chamanes depositarios de saberes ancestrales en defensa de sus tierras, de la naturaleza, la maldición de las lagunas andinas ante el feroz avance destructor de las mineras, la acción de dioses benefactores, soldados que regresan al futuro después de guerras pasadas, la preocupación de los resucitados encaminados en la rutina de la eternidad, pero también nos muestra a los héroes que destilan una febril hipocrecía, mujeres y villanos misteriosos, visitas inesperadas, policías que lidian con siniestros personajes, eso sí, todo está narrado como un poderoso canto musical poético, una fuente inagotable de excelsa lectura fantástica, dramática, con rasgos macabros, espeluznantes, que rompe con aquellos esquemas de una llamada normalidad, y logra emocionarnos, sorprendernos, en suma, es un libro escrito para no ser olvidado aunque eso nos robe el sueño y la tranquilidad. Walter Lingán