El lector de Ánfora nuda encontrará aquí poemas escritos con un estilo sobrio, dueño de una atmósfera íntima, familiar y secretamente dolorosa, que tal vez constituya una imagen de la poesía misma: un lugar para el duelo, sí, pero también para la introspección y el reconocimiento del vacío propio, una poesía del cuerpo si atendemos a la connotación del adjetivo que no hace sino reafirmar nuestra condición desnuda, es decir, vulnerable, inhóspita y fugaz. Mientras el filósofo Alessandro Caviglia participa en el debate público y confía toda su inteligencia crítica al rigor de los argumentos, el poeta, a salvo del filósofo, interroga y erige una pequeña caja para su mundo, concediéndose la libertad de pensar sin razones y planteando más bien al lector la significación del afecto y la duda: La caja,/ Ese pequeño objeto que llevo entre mis manos, / Es el silencio al cubo,/ El dolor,/ En ánfora, / El cubo hecho cenizas/ Que se despide en el aire. Este desdoblamiento —el del filósofo y el poeta— es, sin embargo, apenas una posibilidad para acercarnos a este libro. Porque la poesía no es sólo el intransferible ámbito de la intimidad, puesto que en el ajuste de su forma halla su propia manera de volverse pública y regalarnos una meditada visión del mundo, una inteligencia otra que surge de asomarnos a estas páginas donde reconocemos la historia de nuestras pérdidas y nuestra personal orfandad.