Lima, una noche de enero de 1825 en el coqueto departamento de Bernardo Monteagudo. El antiguo primer ministro de San Martín ha regresado a Lima como asesor de Bolívar. Monteagudo esperaba cenar con Manuelita Sáenz cuando de improviso se presenta El Libertador. El propósito de su visita no está claro. En un delicioso y punzante intercambio estos dos brillantes intelectuales se enzarzan en una discusión que va subiendo de tono. Bolívar toca temas que van desde asuntos personales, como la formación intelectual de Manuelita o la mala reputación de Monteagudo, hasta otros muy serios como la creación de Bolivia o la Constitución Bolivariana que lo nombraría presidente vitalicio.

 

Las consecuencias son impredecibles, Bolívar, genio de la guerra con ambiciones ilimitadas, no tiene piedad con sus enemigos. Monteagudo, defensor de causas perdidas y receloso de dictaduras, vive al borde del abismo.

 

Hay un tercer personaje que se da cuenta de todo e interviene con aparente ingenuidad y humor en momentos de gran tensión. Es el pícaro Lucero, un ex esclavo formado en aristócratas salones limeños y que ahora ejerce de mayordomo, valet y cocinero de Monteagudo. La tragedia se avecina... Basada en mi libro –Bolívar Libertador y enemigo Nº 1 del Perú–, esta pieza puede ser un buen aperitivo para la conmemoración del Bicentenario de nuestra Independencia.