Los personajes de Una calma aparente buscan hijos perdidos, abandonan parejas o, por el contrario, no se deciden a comenzar relaciones nuevas, se afanan por nuevos negocios, escriben. El escenario es la Lima de años 90: el Parque de las Leyendas, barrios como Huáscar y distritos como Los Olivos, lugares como Gamarra o el Mega Plaza, la ruta de la línea 45. En estos cuentos Lima es un personaje más, que nos aprieta y nos hace vivir en tensión. La prosa de Solano, con maestría y gran capacidad de observación, nos expone a la textura de esta ciudad enorme y dura, pero no lo hace desde cualquier lugar sino desde los barrios, plazas y miradas que hasta hace veinte o treinta años se consideraban todavía marginales y que, ahora, igual que ocurre en sus cuentos, han ganado centralidad y protagonismo. Si la escritura de Ribeyro y Vargas Llosa crearon el imaginario de la Lima de los años 50, obras como Una calma aparente contribuyen a recrear la percepción y el sentimiento de una Lima de conos e hijos de inmigrantes, esa Lima en la que hoy vivimos. (300)