Los cuentos de esta antología son un llamado de atención para aquellos que creen que la literatura peruana parte y queda en Lima, como en aquel celebérrimo y egocéntrico fraseo atribuido a Valdelomar. Y que quede claro que es esta una selección que desafía desenfadadamente a quienes piensan que la literatura regional es también autorreferencial. No son estos cuentos costumbristas ni regionalistas, sino cuentos que buscan la universalidad que exige la nueva narrativa. Nombres conocidos ya en Lima - o el Perú entero, para volver a Valdelomar- como de Pierre Castro o Mauricio Málaga, se suman a los de los nóveles y notables descubrimientos como los de Bruno Doig o Andrea Fernandez Callegari. Registros diversos e historias sinceras y complejas completan este excelente conjunto de cuentos –mérito del antologador–. Como para recordarnos que en Trujillo –como seguro en muchas otras partes del país– hay muchos escritores jóvenes dispuestos a vivir de y por la literatura, pero sobre todo a vivir la literatura, que es lo verdaderamente importante; y para restregarnos en la cara que ellos también están dispuestos a persistir en ese intenso intento de contarlo todo.