La idea fundamental del autor reside en sostener que entre ciencia y filosofía hay un proceso básico de simbiosis. Con respecto a la ciencia, la filosofía no debe reducirse a una función ancilar, pero tampoco debe estar en sus antípodas. La radicalidad del saber filosófico puede hacer que la ciencia abandone supuestos febles asumidos como verdades incontrovertibles. El progreso del conocimiento científico puede hacer que la filosofía deje de lado concepciones periclitadas sin sustento en la realidad.

Ciencia y filosofía van, pues, de la mano; constituyen el binomio fundamental de la racionalidad contemporánea. Su trabajo, solidario nos conduce a aproximarnos, en un proceso dialéctico, a la verdad. Como diría Popper, se trata de una búsqueda sin término.