En Estrellas en el cielorraso, el presente es simultáneo al pasado, pues los recuerdos y los olvidos se convierten en sentimientos continuos y repetidos, materializados en los mismos seres y objetos indistintos en el tiempo. Todos ellos son fantasmas indeterminados, existencias marcadas por la duda y seres condicionados por la expectativa de transitar por espacios cerrados. Oscuros y misteriosos, los caminos que deben seguir tienen a las estrellas como inventos artificiales, puntos cósmicos arbitrarios. Estas iluminaciones sirven de brújula para establecer una orientación marcada por la cadencia del ritmo de unos versos potenciados por  un lenguaje basado en descripciones de la cotidianeidad. Se trata de una sobriedad poética cuyo impacto significativo está marcado por la inclinación hacia una profunda actitud reflexiva. Al final, la poesía es el vehículo del pensamiento y las meditaciones habituales, una actividad que también puede practicarse en días comunes y apacibles. (150)