Este relato está cubierto por una nube cambiante que por momentos eclipsa la felicidad, pero luego se mueve y permite irradiar la alegría. De esta forma, aflora el aliento andino, el amor de las pakchas, de los huertos, de los atardeceres, de las fiestas andinas, del silbido de los vientos, de los estallantes bailes con trajes multicolores, de las flores prendidas y vivas en los cabellos o en los sombreros nativos. En medio de ello, se impone la Flor de las Vertientes, inmortalizada en el corazón de Juan. Con este relato, Macedonio Villafán confirma y acrecienta su figura de gran narrador de historias andinas (Mauro Mamani). (110).