Los personajes de El fuego de las multitudes son seres heridos de distintas formas que aspiran a una rehabilitación imposible que, al no poder concretarse en la realidad, se resigna a ser simbólica. Eso es lo que sucede con el capitán de Albero, que al perder a su mujer esquizofrénica y sicalíptica elige perderse en las nieves del Polo Norte, en una nada blanca que es a la vez un homenaje del viudo a la sexualidad desaforada de su esposa. Algo similar ocurre con el protagonista de ese brillante cuento que es No es fábula: un profesor de poesía discutido por las autoridades de la universidad donde enseña, que es testigo de cómo sus alumnos se van autoeliminando de las formas más terribles luego de las aparentemente inofensivas revelaciones que reciben en su anquilosado curso. Mientras que en el divertido Demonio atómico un ultrarracional científico que padece una enfermedad incurable procura encontrar una redención personal bailando salsa todas las noches con una danzante conocida como la Boricua de la Muerte. José Carlos Yrigoyen