Con el lenguaje literario que lo caracteriza –chozno cervantino e hijo legítimo de su contacto con el pueblo-, Alzamora ha construido un relato que vuelve a tender, sobre la proverbial figura de nuestro más renombrado hombre de caminos, un velo de leyenda. Ese velo crepuscular con que a todos –niños, jóvenes y viejos- nos gusta imaginar la realidad y los seres de nuestra más recóndita nostalgia. (Alberto Alarcón)