Las marcadas diferencias que separan a los individuos, aun viviendo en la misma ciudad y compartiendo los mismos dramas, se ven reflejadas con cierta ironía en estos cuentos que deambulan por el desencanto, la miseria personal, la hipocresía, el choleo, y la discriminación, propios de la condición y filosofía peruanas, a través de historias que ponen el dedo en la llaga dentro de una sociedad marcada por la apariencia, el empuje frustrado y los ritos humillantes.
Con un lenguaje directo, pletórico de sarcasmo, Rafael Inocente logra desnudar el carácter ambiguo de un esposo atrapado en la impotencia (Historia clínica), la frivolidad y huachafería limeñas conviviendo con la criollada (No todas van al paraíso) y hasta consigue humanizar a un can (Érase una vez abril) y bañarlo de sufrimiento, de rasgos andinos, de índole modesta, dejando en el lector el triste sabor de una realidad dura y empobrecida.
Sin disfrazar una sutil motivación reivindicativa hacia los “ofendidos”, este contundente conjunto de narraciones breves ofrece una muestra de situaciones particulares que, bajo la mirada crítica del autor, se yerguen como un llamado de alerta frente a las menudas acciones cotidianas de estos nuevos tiempos, cuya forma de abordarlas es lo que finalmente define al hombre (Carlos Rengifo). 200