Distanciado de su origen judeocristiano, el Diablo que surge en América de la mano de los primeros evangelizadores en el s. XVI posee personificaciones y rasgos singulares. Así, el bagaje de creencias precolombinas andinas y mesoamericanas que los conquistadores encontraron no contemplaba la rivalidad europea entre el bien y el mal de la jerarquía divina, identificada a través de fenómenos naturales o animales. Es por eso que muchos de estos dioses fueron «convertidos» en demonios y su adoración fue perseguida como idolatría.
Los artículos que integran Cuernos y colas. Reflexiones en torno al Demonio en los Andes y Mesoamérica son un reflejo de esas tensiones y rastrean el origen europeo, el traslado colonial, la crítica política del S. XIX hasta llegar a los episodios más actuales en los que el Diablo reúne una polifacética figura como Aliado, Enemigo, Pactador, Jinete, Catrín, Charro, Mujer-bruja, rival de la virgen o el monstruo Qarqaria. (690)