La Frontera no es propiamente una novela. Textos bastante antiguos se fueron integrando al compás de ánimos y desánimos, a lo largo de muchos años. Sus primeros fragmentos se publicaron hace más de veinte años, en Sur, boletín regional de Cusco, ya desaparecido; en El Observador, diario de Lima, también desaparecido, y en cuatro o cinco revistas del interior del país. Sus páginas atravesaron una larga historia, jalonada de sucesivos deseos de continuar y abandonarlas. Traspapelados, en desorden, los manuscritos soportaron dilatados viajes y varias mudanzas, y con los años, muchos párrafos se tornaron ilegibles, y retomar el rumbo fue todo un problema. No se trata, por lo tanto, de un texto largamente elaborado sino, más bien, abandonado todo ese tiempo. Impelido por urgencias apremiantes, se continuó la escritura en los últimos años, y con severidad y cansancio, se dio por concluida, hace algunos meses. En este tramo final, una atmósfera neblinosa cubrió sus páginas, y en ellas, las historias se extraviaron con frecuencia, pero el lugar y el tiempo de enunciación se esforzaron en permanecer. Al publicarse hoy, siento la satisfacción de deshacerme de estos añejos escritos. (Juan Alberto Osorio) 325