En París, treinta años más tarde, Javier Rosales recuerda algunos momentos de su vida entre los años sesenta y setenta, en una ciudad anónima, capital de un «país sin nombre». En su memoria van apareciendo algunos episodios de su vida universitaria, su militancia política en una izquierda demencial, su confrontación con movimientos literarios parricidas, su relaciones amorosas y sexuales, que son formas de asumir la libertad en una sociedad que encierra, oprime y culpabiliza, y su vida familiar como núcleo en el que estallan los conflictos personales pero que es también su refugio ante las miserias de la vida bohemia.Todo ello enmarcado por el recuerdo de la manera inesperada y violenta con que una dictadura militar lo obligó a abandonar su país. País sin nombre es una novela marcada por Cabrera Infante cuando dice: «Le soy fiel a mi memoria aunque mi memoria me sea infiel». Y también por el escritor francés Serge Doubrovsky: «Si trato de recordarme, me invento». (700)