La poesía de Oscar Ramirez fluctúa entre lo irónico, lo lúdico y la reflexión poética y existencial. Estos rasgos coinciden con los de esta época en general, posmoderna, en donde los lenguajes vanguardistas del siglo pasado se han hecho lugar común, lenguaje publicitario o cotidiano o popular (vía las canciones pop, por ejemplo). Vivimos en una época de reflexión, agotamiento y exploración a partir de la quiebra del lenguaje mismo y de la posición del poeta ante su tiempo; las dudas reemplazan a los himnos, las grietas a los templos y palacios, por ejemplo. Es aquí que ubicamos Cuarto Vecino, que no es el cuarto central en donde entraría un poeta consagrado y muerto, con olor a incienso; sino el cuarto vecino de la poesía actual, en donde estamos aun los poetas vivientes, o sobrevivientes. El amor es el eje central de estos poemas que conjugan diestramente el lenguaje coloquial con el rítmico y el neobarroco, y a la vez rico en metáforas como en el fraseo prosaico, que le dan espléndidos matices al gran conjunto de poemas aquí reunidos. La otra cara es el silencio, desde aquí el poeta indaga sobre los arrebatos del corazón: “Amordazado, / en un sin fin de pequeñas palabras,/ el silencio persiste.” Creación, pasión, muerte y renacimiento, son las etapas de la lucha humana en este paso por la vida; allí vemos a Quijote, a Prometeo, a Ofelia, a La Virgen, y a otros personajes que habitan este vecino cuarto (otredad) tan lleno de poesía, de ricas visiones y búsquedas. Quizás, como dice el poeta al final, “Lo perfecto es aquello que no se escribe”, pero, de hecho, la belleza no radica en lo perfecto (observa a La Monalisa, es una ilusión), sino en esta hermosa búsqueda que es la de la poesía tal como la conocemos, la poesía realmente existente, la de hoy, antes y siempre. Habitemos este cuarto ahora. (Miguel Ildefonso).