En el interminable territorio amazónico el saqueo es monumental. Desde que se incorporó a los avatares de la siempre excluyente historia occidental el despojo ancló en estas comarcas. En el presente, ese crimen no termina y prosigue la depredación de los unos y los otros, de los propios y extraños, que todavía creen que el bosque es una mansión natural sin fronteras, una villa sin habitantes. En la metáfora extendida del presente libro hay referencias a esa tradición indeseable, ese continuo perder de las variadas riquezas de la maraña. El árbol, los ríos, las gentes se relacionan al borde siempre del precipicio del exterminio definitivo. La redención de ese ámbito, la otra vertiente del libro, es una tarea que no depende de un personaje providencial, de una facción de iluminados, sino de un vasto movimiento incluyente, convocado por los unos y los otros que deberán escuchar los dictados de la naturaleza agredida, caso contrario corremos el riesgo de acabar en una urna funeraria descomunal.