Por José Gabriel Chueca
Fuente: Peru21, Lima 04/12/08
http://peru21.pe/impresa/noticia/escritor-tiene-que-vivir-fondo-si-no-que-va-contar/2008-12-04/232013
Acaba de presentar su libro Perú brujo, historia de amor en el mundo de los chamanes y curanderos. Si de algo sabe Ivo Pérez Barreto, peruano radicado en Francia hace años, es sobre las puertas a los mundos mágicos de Latinoamérica, cosa que ha plasmado en diversos documentales.
"La primera vez que tomé ayahuasca fue hace muchos años. Pensaba que había sido por curiosidad. Pero luego pensé que por ese motivo no se hace algo tan fuerte, que puede cambiarle a uno todo el universo. Creo, más bien, que la realidad ordinaria nunca me contentó; me parecía remendada, llena de huecos. Y siempre pensé que había algo más allá", explicó acerca de esta vocación que ha motivado tantos años de trabajo haciendo documentales y libros sobre medicina tradicional y religiones.
¿Qué le atrajo del ayahuasca?
Es impresionante cómo se abría la capacidad de percepción, de recordar la biografía propia con total nitidez. Y, cuando se me presentó la oportunidad de hacer documentales para la TV francesa, aproveché el tema. En el universo indígena siempre se ha creído en estas cosas. El templo de Chavín es chamánico, por ejemplo. Las cabezas clavas son visiones de ayahuasca igual que los restos olmecas, en México: visiones del peyote. Pienso que les haría bien a los arqueólogos tomar un poco para afinar su visión.
¿Cuál es la diferencia entre el ayahuasca y el San Pedro?
El ayahuasca es mucho más poderoso. Uno es consciente de que está viendo cosas y las recuerda con nitidez. Con el San Pedro hay un momento en el cual uno se pierde. Pero en ambos casos se necesita al chamán, porque uno se puede asustar. Él devuelve la confianza y ayuda si es que uno se dispara por las preguntas difíciles sobre su vida.
¿Cómo así?
El ayahuasca se toma a menudo junto con otra planta llamada toé, que tiene escopolamina, usada por los nazis como suero de la verdad. Por eso, lo que uno se quiere ocultar a sí mismo sale a flote. Uno ve lo que no ha querido ver. Las respuestas del ayahuasca son fuertes.
En México estudió el peyote, ¿no?
Es un cactus que contiene mescalina. El ritual es diferente. Se realiza en el desierto de Wirikuta. Antes de llegar ahí, los indios hacen una peregrinación a veces de 500 kilómetros. En el trayecto se van acordando de las maldades que han hecho y, por cada una, hacen un nudo en una soguilla. Al llegar a la ceremonia, hay un momento en el que, alrededor del abuelo fuego, todos sacan sus cuerdas y cuentan sus pecados delante de los demás y, uno por uno, van deshaciendo los nudos. Es un deschave bravo. Pero, como se trata de un ritual, no hay reproche.
Es como una terapia.
Pero colectiva. Y esa es una diferencia fundamental con nuestra medicina. Nadie va al médico en grupo. Incluso, la gente siente cierta vergüenza de decir que está enferma. En las sociedades tradicionales, la comunidad cura al miembro enfermo porque es parte del todo.
También entró a Cuba para hacer un documental sobre la santería. ¿Cómo hizo, siendo un gobierno ateo?
Yo pensaba lo mismo. La santería no está permitida, pero se practica. Y la gente me contó que Fidel podía meterse con todo, pero no con la religión y que, además, él mismo creía.
¿Cómo funciona?
La gente se pone a bailar frenéticamente, por mucho rato, con un ritmo monocorde. Y cuando eso sucede, entra en trance. Y eso tiene una explicación: el baile produce adrenocromo, sustancia parecida a la mescalina. La santería es una especie de candomblé, de macumba brasilera. También he investigado en Brasil. Y ahí está el carnaval, que es todo un tema. Si Europa tuviera un verdadero carnaval, acabaría su problema de baja natalidad.
Usted está presentando una novela: Perú brujo. ¿Pura ficción?
Si escribo sobre estas experiencias como antropólogo, solo me leerán los especialistas; entonces, hago ficción, pero con un fuerte contenido informativo. Perú brujo es una historia de amor que atraviesa el mundo de los curanderos y chamanes de la Amazonía y de los Andes.
Usted debe de haber tenido épocas de juerga interminable.
No lo puedo negar. Yo pienso que un escritor tiene que vivir; si no, qué cosa va a contar. Es una especie de responsabilidad vivir a fondo. Yo lo he hecho y lo sigo haciendo: viajo por el mundo y conozco gente maravillosa. No me interesa el dinero ni la fama, solo hacer lo que yo quiero. Y lo he logrado dedicándome a hacer documentales y a escribir.
Autoficha
Nací en Lima, en el 48. Crecí en Barranco. Estudié en varios colegios, creo que yo era un poco difícil. Éramos ocho hermanos, soy el tercero. Entré a la Universidad Católica a estudiar Letras y, luego, Sociología y Literatura; fue una promoción única: estaban Balo, Diez Canseco, García Belaúnde… Terminé de estudiar en La Sorbona, en París… Pensaba volver, pero las francesas nunca me dejaron salir. Vivo en Francia hace demasiado tiempo. Estoy casado; tengo una hijita.