Por Miguel Ángel Cárdenas M.
Fuente: El Comercio, Lima 05/08/07
http://www.elcomercio.com.pe/edicionimpresa/Html/2007-08-05/imeccronicas0765288.html
Tesis. Hace más de sesenta años María Reiche y María Scholten lo mencionaron. Hoy, Alfio Pinasco, experto en arquitectura arqueológica y arqueoastronomía, comprueba analogías
La arqueología y la astronomía son como las piedras y las estrellas: dos seres inanimados que forman parte de la imaginación poética y científica de la humanidad; pero sin ninguna ligazón entre sí. Tienen sus propias leyes y ámbitos: las construcciones antiguas --de roca junto a barro, arcilla, etc.-- para los arqueólogos; y las constelaciones del universo para los astrónomos. Sin embargo, en el santuario de Pachacámac, de manera casi bíblica ("así en la tierra como en el cielo"), Alfio Pinasco defiende que entre ellas hay una unión umbilical: la arquitectura. Y experto en lógicas híbridas --se ha especializado en arqueoarquitectura y arqueoastronomía-- ha encontrado templos de adobe que miran al cielo con fidelidad milimétrica; directos a la entrada y salida del Sol. Y se ha topado por las noches con muros rituales que estaban teledirigidos a la Luna.
PIEDRA EN EL ZAPATO DEL CIELO
Como decía el sabio Joseph Campbell: "La humanidad se educó con las estrellas". Al principio, a Alfio lo veían como un enamorado volcánico de Pachacámac; de niño se pasaba y traspasaba horas recorriendo las construcciones derruidas (en la colonia el santuario fue utilizado como mina y, en la república, en medio de sus edificios llegó a pasar la antigua carretera Panamericana, ocasionándole irreparables daños). De joven, Pinasco se iba al bosque cercano con alguna novia a continuar la alquimia atmosférica: ver el alba y el crepúsculo entre los árboles --y encima-- con el mar cerca, en un centro ceremonial que en el pasado preínca e inca fue un oráculo. Por eso debió ser entendible que cuando se hizo arquitecto y decidiera estudiar, desde 1991, las edificaciones del santuario de sus ensueños, terminaría hablando de "solarización" y "lunarización"...
¿Qué es arqueoastronomía?, me preguntan todos. Arqueo significa antiguo. Son las mediciones astronómicas hechas por los antiguos, estudia lo temporal. La otra vertiente es la arqueoarquitectura, el estudio de la arquitectura antigua, que estudia lo espacial. Ambas te permiten determinar ciclos de las estaciones, rituales o celebraciones en las edificaciones, de acuerdo al astro que estés indicando. Los templos, los palacios importantes para una sociedad en el pasado tienen que tener pautas, patrones, mensajes para el pueblo que los ve y están relacionados con el paisaje... En las iglesias cristianas del medioevo, el Sol cae al atardecer por donde está la puerta principal. Y en el ábside, al fondo, donde está el altar, es por donde sale el Sol. Significaba que los humanos corrientes, mortales, venimos de la muerte, subimos a la Iglesia y miramos a Cristo que es el salvador, porque viene donde la luz nace. Así ha sido en Grecia, en la India... En el Perú hoy mismo los campesinos saben cuándo empieza la cosecha, cuándo el Sol sale por un determinado cerro y siembran y cosechan con la Luna. El gran reloj del cielo son las estaciones. En Pachacámac intento demostrar que la dirigieron sacerdotes astrónomos que organizaron su sociedad con rituales y celebraciones para cohesionarla, para faenas agrícolas, para reparto de reciprocidades, ganancias; relacionando cada construcción con el cielo.
Pinasco empezó por verificar las pautas geométricas del santuario, utilizando hasta mapas aéreos de los años 40. Se dio el trabajo de medir todos los muros --y soportar que le dijeran alunado-- para comprobar lo que María Reiche escribió en El Comercio un remoto 23 de diciembre de 1947: "Todavía podemos hacer las mismas observaciones que se han hecho en la antigüedad y verificar cómo la puesta del Sol, al alcanzar su extremo sur, está marcada con señales grandes e inequívocas en las construcciones antiguas... el Sol se oculta exactamente al fin de un camino o muro antiguo o entre dos pilares o monolitos... vale la pena recordar los pasos de los astrónomos de Pachacámac y hacer una observación que fue hecha allí cada año en cientos de generaciones... las otras direcciones de muros, que apuntan en casi la misma dirección probablemente han marcado los puntos de salida y bajada de la Luna, que cada 18 años y dos tercios alcanzan un extremo de distancia desde los puntos este y oeste".
Lo que fue una teoría perdida, Pinasco la intentó demostrar en 16 años de prolijidad: identificó esos muros estructurados con el espacio sideral de los que hablaba Reiche y descubrió nuevas orientaciones: muros y templos dirigidos a mirar las Pléyades, la Vía Láctea con la Cruz del Sur y hacia las principales estrellas del Amaru (como se llamaba en quechua a la cola de la constelación de Escorpio). Y sobre todo halló que no solo existían edificaciones preíncas con orientación solar --conjuntos solsticiales--, sino construcciones incas dirigidas a la luna, como el acllahuasi y la Plaza de Peregrinos, que para Pinasco debería llamarse Plaza de la Luna. Estos hallazgos en este antiguo centro administrativo, que nunca dominó por las armas ni conoció de guerras, lo intimidaron. Sin embargo, los consejos de la gran María Rostworowski, quien le contaba lo que habían recogido los cronistas españoles, lo animó a descubrir las simetrías entre el espacio interior y el exterior. Y Pinasco reglamentó hasta su propio reloj interno para identificar el solsticio del invierno y del verano, el Inti Raymi y el Cápac Raymi, en cada metro de arquitectura ritual.
CIELO EN EL ZAPATO DEL SANTUARIO
¿Que es muy polémico lo que digo?, me preguntan siempre. Y eso que todavía no he publicado todos mis descubrimientos. Yo he medido los muros en los equinoccios y solsticios. Y puedo comprobar centímetro por centímetro que el camino que llaman Norte-Sur, en realidad está inclinado 30 grados y marca la Vía láctea, que es importantísima para cualquier cosmovisión, porque es el gran camino del cielo. La pirámide 1 está en esa dirección, tiene toda una rampa que apunta a donde sale la Cruz del Sur. Hay un día cuando el Sol está con el cenit, cuando cae justo y no te da sombra. Ocurre dos veces al año y hay tres templos hacia él. El santuario es un gran observatorio astronómico, indica la relación de la gente con la naturaleza y con los astros simples, porque no había necesidad de telescopios. Todo con la lógica de la producción de alimentos, si se sembraban en una fecha inadecuada habría hambre. Y si hay hambre, hay guerra... El acllahuasi era además un sitio orientado a la Luna, con ritos femeninos importantes, no machistas... También hay construcciones mirando a la estrella que llamaban Choquechinchay, que es el felino dorado, que probablemente haya sido una deidad muy importante. También hay errores históricos: me he pasado solo en el Templo del Sol como cuatro años y puedo comprobar que sus muros no miran al Sol. Los cronistas dicen que sí, pero los muros dicen que no. Lo malo es que hasta en el ámbito académico hay prejuicios. En la universidad me decían: "Tú estás proyectándote, son tus raíces europeas. Acá no hay astronomía así". Y yo decía es increíble, ¡es racismo!
Caminar en Pachacámac con el inacabable Alfio es extraviarse por el Templo Pintado y la Plaza Hundida que, según sus desmedidas mediciones, han sido construidos con orientaciones solares. O hallar ese ángulo entre los depósitos de la segunda y tercera muralla que tiene una dirección precisa a la luna. Y columbrar en el acceso ritual desde el sur al cerro Gallinazo hay un camino imaginario hacia la Vía Láctea y la Cruz del Sur. O que en la pirámide con rampa hay una alineación con la salida de Las Pléyades.
Cuenta la leyenda que el inca Túpac Yupanqui dejó su ejército afuera e ingresó al templo de Pachacámac, que antes había sido tomado por los wari y por los ichma. Ayunó con suma concentración por cuarenta días y cuarenta noches (que es lo máximo que puede resistir un hombre sin comer) y, tras resistir, le preguntó al oráculo: "¿quién es más importante el Sol o Pachacámac?". Y el oráculo le respondió: "Así como el Sol da vida y alienta a lo de afuera, Pachacámac da vida y alienta a lo de adentro". Y parece que Pachacámac, dios del cielo, del fuego y de los terremotos, cuya influencia se extendió de la costa hasta la sierra y aun la selva, motivó a Alfio Pinasco desde su interior para que estudiara sus relaciones con el espacio exterior. "Este trabajo me ha ayudado a descubrirme a mí mismo". No se explica, de otro modo, racionalmente tanta minuciosa pasión. Así en el cielo como en la tierra.
La ficha.
Nombre: Alfio Pinasco Carella.
Edad: 55 años.
Profesión: Arquitecto, catedrático e investigador desde 1985 de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Ricardo Palma. Fundador en 1994 del Instituto de Arqueoarquitectura Andina (IAAA), que también fomenta la arqueoastronomía. Su actual libro es la primera entrega editada por el Instituto Peruano de Etnociencias.