Clemente Palma
El (in)Clemente Palma El (in)Clemente Palma

Por Alonso Rabí do Carmo
Fuente: El Comercio, Domingo, Lima 01/10/06

Nombre polémico y crucial. El Rectorado de la Pontificia Universidad Católica acaba de publicar, en dos volúmenes, la narrativa completa de Clemente Palma, un nombre clave para entender los orígenes del relato moderno en el Perú
 

En el número 499 de la revista Variedades, del 22 de setiembre de 1917, en la sección "Correo Franco", se dejaba leer: "Señor C.A.V. Trujillo. También es usted de los que viene con la tonada de que aquí estimulamos a todos los que tocan de afinación la gaita lírica, o sea a los jóvenes a quienes les da el naipe por escribir tonterías poéticas más o menos cursis. Y la tal tonada le da margen para no poner en duda que hemos de publicar su adefesio. Nos remite usted un soneto titulado "El poeta a su amada", que en verdad lo acredita a usted para el acordeón o la ocarina más que para la poesía".

La historia es simple: un bisoño César Vallejo envía desde Trujillo un poema a la famosa revista limeña, con la esperanza de verlo publicado. El poema es rechazado -reaparecería después en Los heraldos negros libro con el que cosechó más de un elogio, como demuestran las reseñas y comentarios que suscitó su publicación-, con la citada y cruenta respuesta del editor de aquella histórica revista, nada menos que Clemente Palma (1872-1946), el hijo del autor de Tradiciones Peruanas.

Clemente Palma fue, en más de un sentido, un crítico influyente. Sus opiniones, por lo general, guiaban el gusto de los lectores de Variedades y tenían un peso nada desdeñable. Que no supiera aquilatar el complejo proyecto que había comenzado a esbozar Vallejo -la mayoría de reseñas de Los heraldos negros, como ya indicamos, fueron ampliamente favorables- es, más que un hecho inexplicable, algo atribuible al ejercicio de un lector muy a tono con el gusto dominante de su época y poco permeable a la novedad, la experimentación, en fin, cualquier intento de ruptura del canon.

Sin embargo, Palma tampoco se libraría de las puyas de algún contemporáneo, la más feroz, acaso, la que le asestara Alberto Hidalgo en uno de los libelos de De muertos, heridos y contusos (citamos la parte más ecuánime): "Yo nací a la literatura cuando moría Clemente Palma. Pocos años antes el prestigio de este escritor parecía inconmovible; era muy extenso su radio de acción, sin pasar de las fronteras del país. Entonces ejercía funciones de crítico; sus opiniones eran generalmente respetadas, los noveles de la pluma temían sus juicios y le adulaban con descaro, aunque no con poca hipocresía. Él se sentía dueño y señor absoluto de estas comarcas. Propinaba varapalos a diestro y siniestro. Salía por allí un jovenzuelo poeta, y Palma le tundía con ensañamiento y perversidad. Parecía atacado de hidrofobia".

Palma in situ

En su momento, el modernismo despistó a muchos de sus contemporáneos peruanos, incluido el propio Clemente Palma, que exigía tomar distancia para analizarlo, pues consideraba su definición como algo impreciso. Sin embargo, Palma no dudó -como lo recuerda Ricardo Sumalavia en su prólogo a la reciente edición de la narrativa completa del hijo de nuestro ilustre tradicionista- en vincular al modernismo con el romanticismo, pues implicaba principios como la libertad de la imaginación, el dominio de las sensaciones y una marcada tendencia a la exaltación individual.

Más allá de estas disquisiciones de autor -que a veces pueden contener intuiciones e ideas brillantes-, lo cierto es que el modernismo suscitó polémica. Dos intelectuales ideológicamente enfrentados, Mariátegui y Riva Agüero, por ejemplo, coincidieron en ofrecer una mirada desdeñosa sobre la novedad modernista (para el primero no era sino un catálogo de exuberancias frívolas y de culto al yo; para el segundo, un movimiento nada relevante, "una moda indignante"), cuyas bondades difundían, además de periódicos, revistas literarias surgidas tanto en el Perú como en otros países de América Latina.

Clemente Palma dirigió durante muchos años la revista Variedades, una de las principales de su tiempo y un espacio central para la difusión del modernismo, al igual que Colónida, grupo y revista de los que Abraham Valdelomar fuera líder visible. No discutiremos, por ahora, si el modernismo de Palma fue arielista, tardío o de cualquier otra índole; lo central, en lo que sigue de esta crónica, es trazar algunos aspectos de su obra y detenernos, asimismo, en unos cuantos rasgos centrales de su narrativa, en especial de sus cuentos.

Una valoración

El rectorado de la Pontificia Universidad Católica del Perú ha dado a conocer recientemente una edición de la narrativa completa de Clemente Palma en dos volúmenes, lo que supone ponernos en contacto, una vez más, con un período muy importante de nuestra tradición literaria.

Los años en que Palma desarrolla su obra son los del apogeo del poeta José Santos Chocano y su -por momentos- ruidoso novomundismo. Palma, así como otros prosistas contemporáneos suyos, no se pliegan a este afán americanista, sino más bien practican una narrativa muy bien anclada en el decadentismo europeo, con ciertos toques malditos.

Es curioso notar cómo Palma, en sus escritos periodísticos, practica la sátira costumbrista, mientras que en su obra de ficción se muestra decididamente más cosmopolita. Bajo el seudónimo de Juan Apapucio Corrales, por ejemplo, publica en 1938 Crónicas político-doméstico-taurinas, un texto que establece líneas de continuidad con el costumbrismo peruano del siglo XX. No olvidemos tampoco que cultivó también el relato histórico y que en 1898 se edita en Barcelona El Perú, narración que trata de geografía, historia, arte y costumbres, texto incluido en la edición de la PUCP.

En claro contraste, en Cuentos malévolos (1904) e Historietas malignas (1925) Palma, como anota Wáshington Delgado en su Historia de la literatura republicana, "desarrolla una veta fantástica e imaginativa en el campo narrativo; sus relatos, algo inusitados en nuestro medio, corresponden a una tendencia clara del modernismo, como lo demuestran en otras latitudes los cuentos y novelas de Leopoldo Lugones, Horacio Quiroga o Arévalo Martínez". A todo esto habría que sumar XYZ (Novela grotesca), muy citada como antecedente de la novela de ciencia ficción en Hispanoamérica y, sobre todo, por anteceder de algún modo a La invención de Morel, la célebre novela del argentino Bioy Casares.

Ricardo Sumalavia explica que en la temática de los cuentos de Clemente Palma conviven dos elementos principales: la preocupación por entender los mecanismos de la modernidad, de un lado, y la construcción de la realidad a partir de teorías seudocientificistas. De algunos años antes databa ya una ardua polémica en Inglaterra, provocada por la aparición de El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr.Hyde (1886), de Robert Louis Stevenson y El retrato de Dorian Gray (1890) de Óscar Wilde, que puso sobre el tapete las visiones de la realidad que contenía cada una de estas novelas: la primera desde la ciencia y la experimentación; la segunda desde la magia, muy a tono con el espíritu prerrafaelista, tan caro a Wilde.

Coincidencia o no, no mucho tiempo después Palma ponía su cuota en este asunto. En sus cuentos abundan referencias mitológicas y culturales occidentales. La mayoría de sus escenarios y personajes están teñidos de extranjerismo y la apertura al sueño, la exotización y la magia es casi una constante. Su lenguaje, al menos en la superficie, tiene sin duda ecos rubendarianos, aunque su búsqueda de imágenes sugerentes y de exaltación de los sentidos son algo más personales. El enorme mérito de la edición entregada por la PUCP no es solo llenar un vacío bibliográfico clamoroso, sino además invitarnos a conocer el universo de un escritor que, entre otras cosas, contribuyó a transformar la narrativa peruana.
 

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