Por Carlos M. Sotomayor
Fuente: Correo, Lima 01/07/08
http://www.correoperu.com.pe/paginas_nota.php?nota_id=70931&seccion_nota=4
Narrador, ensayista y actualmente agregado cultural de la Embajada del Perú en Uruguay, Bruno Podestá acaba de publicar Las dos caras de Jano: la cultura y los países en la era de la globalización (Fondo Editorial de la UNMSM, 2008), un libro que busca explorar el “factor cultural” en las relaciones entre países.
Correo: ¿Cómo nace la idea de escribir Las dos caras de Jano?
Bruno Podestá: Para responder a la necesidad –y a mi propia curiosidad– de desarrollar esa zona en la que se cruzan los estudios culturales y los estudios internacionales. En especial ahora que la dimensión global de los fenómenos sociales tiene tanta relevancia. Y para llamar la atención sobre ese doble aspecto que tiene la cultura (de ahí las dos caras del dios latino) y que con frecuencia no es valorado adecuadamente: la cultura como realización de valores, como patrimonio material e inmaterial; y la cultura como generadora de riqueza, comercio y empleo. Tema muy actual e importante para nosotros los peruanos.
C: Algunos abogan por la excepción cultural en los Tratados de Libre Comercio. Otros, como Mario Vargas Llosa, piensan lo contrario. ¿Cómo lo ve usted?
BP: La realidad del comercio mundial muestra hoy posibilidades inéditas. Pero también enseña que el peso diferenciado de los países y las economías son un factor de insoslayable gravitación. En ese panorama, sería ingenuo no reconocer que existen bienes y servicios –y conocimientos tradicionales, como es el caso de la medicina ayurvédica, oriental o autóctona andina– que es necesario preservar del apetito sin límites del comercio mundial. No para no compartirlo sino para hacerlo valer respetando una autoría tradicional construida a lo largo de siglos y su significación cultural en un medio específico. En ese sentido, la argumentación de la excepción cultural es tan válida como la de los subsidios a la producción agrícola que busca preservar un tejido social y una tradición de vida rural que no se quiere perder.
C: ¿Cómo encontrar un equilibrio en el tema de la identidad nacional? Por un lado, unos dicen que es un concepto arcaico, y por otro, hay quienes se valen de él para insuflar nacionalismos radicales.
BP: Los desentendimientos provienen de tomar el concepto en forma rígida, tanto en el sentido de su afirmación como de su negación. La identidad es una realidad individual y colectiva; y sirve de base para el establecimiento de determinados puntos de referencia en las relaciones con los demás. Pero lo importante es entender también que la identidad es una realidad dinámica que constantemente procesa cambios internos, a la vez que recibe, incorpora o contesta influencias exteriores. Es decir, es flexible sobre la base de ciertas constantes que varían, en tiempos históricos, más lentamente.
C: ¿Cómo definiría la importancia de la cultura para el desarrollo?
BP: El capital cultural de una sociedad –cuyos depositarios son los individuos, las familias y las instituciones– es una expresión de la forma en que una sociedad ha acumulado sus logros a través del tiempo. Es por lo tanto una expresión del desarrollo. Al mismo tiempo, es un sustento del desarrollo presente y futuro en la medida en que posibilita determinados logros, un mejor entendimiento con los demás, con el medio ambiente, una mejor noción de los propios intereses y de la propia identidad. La cultura es una variable del desarrollo y una resultante del mismo.