Por José Gabriel Chueca
Fuente: Peru21, Lima 30/08/08
http://peru21.pe/impresa/noticia/aldo-panfichi-futbol-ventana-ver-pais-forma-descarnada/2008-08-30/223229
Un conjunto de interesantes e inteligentes ensayos ha reunido Panfichi, sociólogo y profesor de la Universidad Católica, en el libro Ese gol existe. Una mirada al Perú a través del fútbol. ¿Por qué el balompié puede ayudarnos a entender nuestro país? Sobre eso conversamos.
Al sacar este libro, lo que pretendía, fundamentalmente, era reconciliar mi pasión con mi razón”, afirma Panfichi. Le preguntamos por el origen de su libro Ese gol existe. Una mirada al Perú a través del fútbol.
¿Por qué?
A mí siempre me ha gustado el fútbol, pero reprimí esa pasión en el mundo académico porque no era bien visto. Uno es un hombre serio y no debe perder la cabeza por unos tipos pateando una pelota. Pero, cuando acabé mi doctorado –o sea que ya nadie me iba a tomar examen nunca más–, decidí que podía hacer lo que quisiera. Yo he publicado en varias partes del mundo, acerca de política, democracia, poder…
Temas recontra serios.
Recontra. Y pensé por qué no hacer un libro, con rigor, sin facilismo, que nos muestre distintas perspectivas sobre una práctica deportiva que es la más importante del mundo global.
¿Qué puede mostrarnos el fútbol?
El fútbol es, básicamente, emotivo. Por eso ofrece ventanas para observar de manera descarnada hábitos, reglas –o su ausencia–, luchas por el poder, procesos de aprendizaje, fantasías, frustraciones, ambiciones, bajezas, miserias… El fútbol muestra mecanismos de diferenciación social y cultural, modelos de conducta. Pienso que es un instrumento privilegiado para observar la sociedad en general. Esa es la promesa. Por eso el fútbol se convierte en objeto de estudio, y no solo en el Perú.
¿En otros países se estudia?
Hace décadas. Nosotros recién llegamos. En Francia analizan el modelo de cultura francesa a través de los jugadores de su selección, que proceden de África. Al derrumbarse Yugoslavia, los escuadrones de la muerte de Serbia fueron barristas del Estrella Roja, de Belgrado, que eran policías y soldados. Durante la dictadura en España, Franco apoyaba al Real Madrid porque era de derecha, contra el Atlético de Madrid, que era de anarquistas y obreros.
Era un clásico político.
Y el único lugar donde podían gritar era en los partidos. En España, también, los nacionalismos se expresan en el fútbol, en las canciones, en las barras.
¿Y cuál es su relación con el fútbol?
Cuando era chico no había barras bravas, pero iba a la tribuna sur. Recuerdo a mi padre. Los domingos escuchábamos los partidos juntos en la radio. Era un momento de intimidad. Mi padre era aliancista, y mi abuelo, también. Y para mi papá, además, ser de Alianza era un tema de justicia social.
¿Usted jugaba?
Nunca jugué bien, pese a mis esfuerzos. Me decían 'el arquero fantasma’. Sin embargo, me gustaba. Pero no me di cuenta de lo importante que era el fútbol para mí hasta que se cayó el Fokker, en el año 87. Recuerdo que estaba con mi esposa, desayunando. Cuando escuché la noticia, sentí como si me hubieran dado un garrotazo en la cabeza. Todo lo veía lento, parecía una película. Tenía un Volkswagen, manejé sin rumbo, conmocionado, y terminé en el estadio. Estaba abierto. Me senté en las gradas. La gente comenzó a llegar. Todos en silencio. Supe entonces que yo era uno más.
¿Por qué hay clubes tan corruptos e ineficientes? ¿Es un espejo del Perú?
Claro. El fútbol siempre ha estado vinculado con la política. Todos los pueblos tuvieron juegos de pelota como recreación, desde los mayas. Pero el deporte se instituye cuando se ponen reglas que permiten la competencia. En Inglaterra, cuando cae el sistema feudal y se forma el sistema burgués, el fútbol permite la competencia entre iguales. Y esa igualdad es la base de la ciudadanía. Era revolucionario que el deporte juntara gente al margen del color de su sangre. Así se forman los clubes. Pero los clubes vienen de la Revolución Francesa.
¿Cómo así?
Los que toman La Bastilla son clubes. Los clubes son espacios de construcción de ciudadanía. ¿Por qué? Porque ahí se discute y se vota entre iguales. Eso, en tiempos monárquicos, era revolucionario. La palabra club viene de la democracia. Y, en el Perú, los clubes nacen marcados por nuestra idiosincrasia.
Así como aquí no funcionan los partidos políticos, los clubes tampoco.
Pero hay padrinos: el que pone las camisetas, la pelota. Es el caudillismo. Unos chicos forman un club y buscan quién la ponga. Entonces, aquí, el club no es un espacio de democracia sino una prolongación de la hacienda. Y ese es el dirigente. Uno va al partido de fútbol y ve, en el intermedio, cómo el dirigente baja al campo y camina lento, balanceándose, para que todos lo miren, yendo al camarín. Es un rito de caudillo.
¿A qué nos lleva todo esto?
Mi tesis es que el fútbol hoy, en el Perú, es un espacio arcaico. Hay modernidad: Gamarra, Lima Norte, lo que se quiera, pero el fútbol está capturado por una élite caudillista que, como ya no tiene tanta plata, lo usa como plataforma para llegar a la política.
¿Es posible una huelga general, que nadie vaya al estadio hasta que renuncie la dirigencia?
Lo que mantiene el fútbol no es la taquilla sino los sponsors. Ellos deberían tener criterios de responsabilidad social mayores que, simplemente, poner su nombre en la camiseta. Deberían cuidar mejor con quién hacen negocios. Creo que la exasperación que está acumulando la gente viene creciendo, y temo que la olla pueda reventar.
¿Reventar cómo?
No sé. Imagino, quizá, al final de una goleada contra Perú, la gente saliendo a la calle y reventando todo en un desborde popular. Es una frustración que no tiene canales porque la gente vuelve al fútbol por más que Perú juegue mal.
¿Y por qué? ¿Por qué ir voluntariamente a frustrarse?
Porque el fútbol tiene una magia. Y la magia es que se puede ganar. Racionalmente es imposible, pero ahí entra el corazoncito: metemos un gol y nos cerramos atrás, ponemos dos arqueros, ¡desinflamos la bola…! Claro, eso funcionaría para un triunfo, pero no para una campaña. Con la criollada que tenemos no hay posibilidad… aunque yo mismo, a la hora del partido, diga ojalá.
Autoficha
Nací en Lima, en 1956. Mi padre era comerciante, murió hace más de 15 años. Soy el mayor de cuatro hermanos. Estudié Sociología en la Universidad Católica… No sabía qué era, pero me gustaba la palabra. Ingresé en el 77. Fui asistente de Alberto Flores Galindo. Hice un doctorado en Nueva York; estuve allá del 89 al 94. Soy profesor en la Universidad Católica y jefe del Departamento de Ciencias Sociales. Tengo dos hijos. Soy aliancista, como mi padre y mi abuelo.