Marcos Milla
El desconcierto de la libertad
Por Carlos M. Sotomayor
Fuente: Correo, Lima 15/09/06
Por Carlos M. Sotomayor
Fuente: Correo, Lima 15/09/06
Biólogo de profesión, Marcos Milla estuvo ligado desde chico al mundo de las letras a través de la editorial Milla Batres. No es extraño, por ello, que ahora aparezca, por fin, su primera novela. Perdido en el Paraíso (Alfaguara, 2006) narra las aventuras y excesos de un grupo de jóvenes en un país recuperado por la democracia.
Correo: ¿Cómo se produce tu acercamiento a la literatura?
Marcos Milla: Yo creo que la literatura ha sido una constante en mi vida, debido a la Editorial Milla Batres. Los hermanos Milla crecimos en ese entorno, nos ganábamos propinas corrigiendo textos, repartiendo libros; esto último era muy entretenido, recorría toda Lima y conocí a todos los libreros. Íbamos a las presentaciones de libros, vivíamos metidos en la librería. Recuerdo a tantos autores y académicos importantes: Washington Delgado, Marco Martos, Julio Ramón Ribeyro, Antonio Cisneros, Gregorio Martínez, Emilio Choy, Eleodoro Vargas Vicuña, la lista sigue y sigue.
C: ¿Qué te motivó a escribir Perdido en el Paraíso?
MM: Perdido en el Paraíso es desde su concepción una antinovela. La comencé a escribir en 1990, cuando hacía un post-doctorado en el MIT, en Boston. Mi idea original fue escribir relatos sueltos para mostrárselos a mis compinches y reírnos un poco en nuestras reuniones.
C: En la novela los personajes parecen desorientados, como si el tránsito de la dictadura a la democracia los desubicara un poco. Como si de pronto hubiese un embriagamiento de las libertades individuales. ¿Te parece así?
MM: Claro, lo digo desde el arranque: la Lima de 1980 debe haber sido en cierta forma como la España post-Franco. La experiencia de la libertad tras la represión siempre conlleva a excesos, y en muchas formas distintas creo que ese ambiente intoxicante se dio durante el segundo gobierno de Belaunde. El sueño de una noche de verano (para robarle algo a Sir William) duró poco, pues Sendero nos quitó toda esa ilusión muy rápido.
C: El lenguaje de la novela es bastante coloquial y el ritmo es muy ágil. ¿Qué autores te han influenciado?
MM: Hay muchos autores a los que admiro y que considero influyentes en la manera de establecer mi voz propia: dentro del Perú ninguna novela me ha marcado tanto como Conversación en La Catedral, de Vargas Llosa; por sobre el tema obviamente político, me parece que esta novela se centra en realidad en la destrucción de la imagen paterna, es nada más y nada menos que Edipo matando a Layo. Pero mi escritor peruano favorito es Alfredo Bryce Echenique, cuyas novelas siempre consiguen dejarme en un estado de profunda conmoción. Las grandes obras de literatura y arte conmueven, y bajo ese punto de vista Bryce es un verdadero maestro.
C: ¿Estás al tanto de la literatura que se hace acá en el Perú?
MM: No tanto como quisiera, pero trato en lo posible, cada vez que viajo a Lima, de agenciarme libros de autores peruanos y latinoamericanos. En estos momentos estoy leyendo Los detectives salvajes, de Bolaño; he terminado de leer recientemente Travesuras de la niña mala, de Vargas Llosa, y Dios es peruano, de Daniel Titinger. También he leído en forma más o menos reciente a Iwasaki, Benavides y Roncagliolo. Estamos presenciando un mini-boom por ahí.