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Fuente: El Comercio, Lima 26/08/06
Elma Murragarra (Lima, 1974) tiene un poema inédito en homenaje a Ciudad Neta, un distrito mexicano similar al Rímac. Hace poco se lo leyó a unos amigos aztecas y se quedaron asombrados. "Parece que siempre hubieras vivido ahí", le dijeron. "Y es cierto. Siempre he vivido ahí, no necesariamente en presencia física, pero un mendigo mexicano te pide lo mismo que un mendigo peruano", apunta la poeta. Pero el mérito de Murrugarra no se encuentra en asociar a países americanos. En su último cuaderno poético "Al sur en Caral" --Limón Partido 2006-- , relaciona lúcidamente a seres de la mitología griega con personajes ocultos de distintos distritos limeños. En la poesía de Elma no hay condicionales, ni en el tiempo, ni en las fronteras.
¿Qué viste en Caral para mezclar a griegos y a peruanos en un poema?
Cuando llegué a Caral me sentí a la par con civilizaciones como la China o la India y en especial con Grecia. Recuerdo que al visitar esta ciudad por segunda vez lo hice con una amiga, ella me dijo que solo veía polvo. Pero yo no veía polvo, había algo más. Por otro lado, mi relación con los griegos es estrecha, el mito de Prometeo o cuando Zeus se convierte en cisne para conquistar a una mujer son historias que no me son ajenas. La diosa Era fue una señora celosa, Hermes, un tipo muy encantador y Zeus pudo ser mi papá. Sucede que Grecia tiene mucho que ver con la informalidad del Perú.
Por eso Atanasia, la hija de Era y Zeus, termina en El Agustino Es cuestión de pertenencia, existe un lugar común entre los seres del mundo. El dolor, la felicidad, son sentimientos que no contemplan temporalidades. Uno no imagina al lugar que llega.
El tiempo es una variante que utilizas. ¿Es intencional ese juego de realidades?
Para ser sincera, no me doy cuenta de esos detalles técnicos al escribir un poema. Hacer poesía es como jugar a ser Dios, pero uno no traza el juego. No es que yo quiera mover mi personaje, son movimientos que escapan a la lógica. La creación consiste en sentarte y crear, nada más.
En tu poemario hablas de Caral con cierto dolor
Definitivamente, Caral ya no es lo mismo de antes, está sepultada por la tierra y eso trae cierta nostalgia. En mi caso, la poesía hace que me duela menos lo que recojo. Convertir la mierda en oro como dicen. Ser feliz por lo que logras ante un monitor, eso es. Es tu sensibilidad versus el resto. Si veo a un loco tirado en la pista de El Agustino, frente a Bravo Chico, a esa persona la convierto en semidiós al ponerlo en un poema. Por eso si Caral está en abandono, la volteo y la llevo al esplendor. La idea es evitar que el polvo nos gane la batalla. A veces no nos damos cuenta de que somos herederos de una gran civilización.
Es una herencia que pasa desapercibida. Por eso llama la atención un poemario sobre Caral
Y eso sucede con las cosas más valiosas. El que escribe debe ser sensible todo el tiempo, para evitar que el mundo pase de largo. Por eso le debo agradecer mucho al periodismo, que te lleva, a veces por obligación, a parajes poéticos e inesperados.