Por Gonzalo Pajares Cruzado
Fuente: Peru21, Lima 10/04/07
José Morales Saravia es un poeta y académico peruano que vive en Alemania desde hace 26 años. Es profesor del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Católica de Eichstatt.
Crítica de la razón catabática que, según sus palabras, representa su arte poética, la fundamentación de una nueva forma de hacer textos líricos, y una reflexión sobre la poesía que ha hecho y la que hará.
¿Qué es la razón catabática?
Toda nuestra cultura está construida sobre la imagen de que existe una profundidad. La razón catabática es el mundo preocupado por la profundidad. En mi libro describo esta razón y hablo de su aspecto onírico, político, económico, antropológico y, así, hasta cubrir todas las áreas del mundo catabático. En el capítulo final expreso mi propuesta: una razón anabática, basada en la superficie. Allí señalo sus principios y sostengo que, sin profundidad, el conocimiento es posible.
Explíqueme su 'economía'
La idea de profundidad trasladada al mundo económico implica siempre un desplazamiento que, para mí, es un descenso: se abandona un lugar para llegar a otro, se sale de la pobreza para llegar a la riqueza.
Es decir, ¿la búsqueda de la profundidad -que es un rasgo catabático- nos ha llevado al mundo caótico que vivimos hoy?
No. No al caos ni al desorden, sino a buscar algo que, en el fondo -aunque suene irónico-, no existe. Si nosotros abandonamos los principios de lo profundo y realizamos un ascenso -que es una acción anabática-, vamos a concluir que la riqueza, la maravilla, es tangible, está a la mano y corresponde al mundo de los objetos visibles, absolutos.
Esto se opone a una visión platónica del mundo.
Por supuesto. Platón habla de la caverna y de la profundidad, y señala que lo que tenemos son los meros objetos. Toda nuestra cultura es platónica, y Platón es catabático.
¿Por qué La laguna onírica?
Porque la laguna representa el mundo de la profundidad, que es el elemento propio de la razón catabática. Onírica porque, una vez que se suprime la vigilia, aparece el mundo de los sueños y empiezan a vislumbrarse los elementos de lo profundo que, por ejemplo, en el psicoanálisis se llama 'inconsciente'. En la vigilia siempre estamos en la superficie. Es decir, lo anabático es estar despiertos, alertas, lúcidos.
También propone una antropología.
Allí me pregunto ¿quién es el ser humano? La respuesta: su verdadero rostro, lo que implica que hay un rostro falso. Según el razonamiento catabático, lo que tenemos inmediatamente es la superficie, que es falsa, equivocada y, en térmicos económicos, carente. Por eso debemos realizar un descenso para responder a la pregunta ¿quién es el ser humano? Allí entramos al terreno de la identidad. Lo que planteo, dicho de manera muy simple, es que no hay nada detrás, que debemos replantear nuestra noción de superficie y darnos cuenta de que uno vive con elementos permanentes. Yo soy lo que hago ahora, no una entidad ni una esencia que está detrás. Yo soy mi momento performativo, el estar en la superficie.
Es decir, el hombre es sus acciones.
Sí, aunque yo no lo digo en esos términos, pero es una consecuencia. Lo que en verdad existe es lo performativo, es decir, la superficie.
¿Qué poetas son anabáticos o usted está creando una nueva tradición?
Creo que Góngora lo es. También Whitman. Baudelaire y casi toda la tradición poética occidental es catabática. En el Perú, Antonio Cisneros tiene algunos poemas anabáticos. Sin falta modestia, aunque nada nace de la nada, creo que mi estética -es decir, mi percepción del mundo-, mi poética, inicia una tradición.