Por Pedro Escribano
Fuente: La República, Lima 30 de marzo de 2012
http://www.larepublica.pe/30-03-2012/lima-sigue-siendo-el-centro-nosotros-somos-la-periferia
Su voz existe, aunque en los predios literarios limeños no se la escuche mucho. Gloria Mendoza Borda, nacida en Puno, es una poeta nítida, de filiación andina. Anoche presentó No digas que no sé atrapar el viento (Arteidea), un poemario que reunió a la diáspora puneña en el Salón Cultural del Brisas del Tititica. Una poeta valiosa que habita la periferia.
Su poesía tiene la virtud de unir sentimiento y paisaje andino, casi en un pulso genético.
Esta mezcla de mundo andino en mi poesía es un poco natural porque tengo una madre que trabajó en una zona rural, profesora, y un padre abogado en zona aymara, entonces, desde niña aprendí a convivir con las culturas quechua y aymara, y lógicamente la occidental. Hay una multiculturalidad en todo mi trabajo literario.
¿Es consciente de que su lirismo es muy particular por su lenguaje filoandino?
De ello yo no podría hablar sino los críticos literarios. No sé, pero en los últimos años, desde hace un buen tiempo le están dando una audiencia especial a todo lo que yo escribo, por eso estoy aquí. No conozco Lima. He venido muy pocas veces. Ahora me han invitado a dictar un taller en el Centro Cultural de España.
En los 80 las poetas decantaban sus confesiones, incluso de género. Su poesía se asumió distinta.
Respeto mucho la poesía del 80 que surgió especialmente en Lima. En los años 80 empezaron a salir más libros míos pero con otra experiencia porque viví la violencia política en Ayacucho, en Arequipa, en Puno, entonces estas experiencias hicieron que mi poesía tomara esa temática.
¿Qué encierra el título No digas que no sé atrapar el viento?
El título es un verso de una escritora y amiga chilena María Cristina Alarco. Creo que las mujeres todo lo podemos en la creación. No hay parámetros para la escritura, lo que puede escribir un varón también puede escribir una mujer. Además soy de Juliaca, ciudad de los vientos.
O sea, un homenaje.
Sí, y hay un sentimiento andino en la poesía. Dicen también que hay una nostalgia en mi poesía. Es que los andes siempre van a tener esa nostalgia casi natural.
¿Qué empatía sientes con poetas como Oquendo de Amat? En ti hay un lirismo que se asocia a 5 metros de poemas.
Claro, es que cuando yo tenía más o menos 14 años de edad, en Puno se gestó el grupo intelectual Carlos Oquendo de Amat. Este grupo estuvo integrado por seis poetas: José Luis Ayala, Gerardo García, Omar Aramayo, Serapio Salinas, Percy Saga y yo era la única mujer. Todos ellos eran muy jóvenes. Carlos Oquendo de Amat no era conocido. Gracias a trabajos de Aramayo y Ayala se empezó a investigar a Oquendo y a leer sus poemas y seguramente ha influido en nuestra poesía.
Rescataron a Oquendo.
Posterior a nosotros es el premio a Mario Vargas Llosa, por La casa verde, en Venezuela, donde él habla del poeta que murió con una camisa colorada en España, pero antes nosotros reivindicamos a Oquendo, buscamos fotografías inéditas. El poeta fue muy amigo de mi familia, del hermano de mi padre, un abogado, Vicente Mendoza Díaz, que parece que fue quien lo metió en política, en el socialismo y optó otro camino distinto a la poesía.
Antes se veía con distancia a los poetas de provincia, ¿tú crees que ahora pasa lo mismo?, ¿epicentro y periferia?
Yo creo que ha cambiado, pero de todos modos Lima es el centro y nosotros somos la periferia.