Carmen Mc Evoy
Homo Politicus
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Fuente: Domingo. Suplemento de La República, Lima 23/12/07
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Fuente: Domingo. Suplemento de La República, Lima 23/12/07
Una lectura del último libro de Carmen McEvoy, dedicado a destacar la figura y los dilemas de Manuel Pardo, el primer presidente civil elegido en el Perú, después de cincuenta años de independencia y caudillismo militarista. *
Para quienes no somos historiadores, los libros de historia suelen interesarnos en la medida en que aquello que es analizado –por más antiguo que sea– nos resulte contemporáneo. Tal es la sensación que deja la lectura del nuevo libro de Carmen McEvoy, "Homo Politicus. Manuel Pardo: la política peruana y sus dilemas, 1871-1878" (Instituto Riva-Agüero, IEP, ONPE, 2007). Retrato de un hombre y autopsia de un sistema, el libro de McEvoy nos interpela descarnadamente sobre la política nacional, nos obliga a mirar nuestras miserias añejas pero, también, a percibir que entre las sombras hay espacio para el proyecto decidido y comprometido.
El libro –de fácil acceso para un público no especializado– está construido como un contrapunto permanente entre la costumbre y el inconformismo. Para McEvoy, la costumbre en el Perú decimonónico era un sistema político militarizado (una "cultura política de la guerra"). Tal sistema era producto de dos procesos: de un lado, del rapto que los caudillos militares habían hecho de la patria luego de la independencia (traicionando los ideales republicanos que la habían bautizado) y, de otro lado, de un Estado rentista y corrupto que se farreó el providencial guano. Caudillos y rentismo, entonces, construyeron el "Leviatán guanero". Un Estado, un sistema y una cultura política que parecía invertir a Clausewitz: la política era la continuación de la guerra por otros medios.
El inconformismo, por su parte, era Manuel Pardo. Él y los civilistas fueron la apuesta por el gran cambio que necesitaba el país: expurgar a los militares del poder. Crearon un partido nacional, buscaron implantar el imperio de la ley, favorecer el progreso y quisieron construir una nación a través de un proyecto moderno. Fueron, en dos palabras, los feligreses de la "utopía republicana". Los civilistas y Manuel Pardo formaban parte de una nueva élite limeña y urbana, enriquecida al margen del "Leviatán guanero", y que compartía lo que McEvoy llama un "ethos burgués". Manuel Pardo y los civilistas eran producto de ese "ethos".
Así, la autora, con especial habilidad narrativa, nos muestra un lienzo en el que predomina el claroscuro: un vaivén permanente entre los "oscuros" del "Leviatán guanero" y los "claros" voluntaristas del civilismo.
La historia de McEvoy es importante porque demuestra que hasta la cultura política más arraigada puede ser desafiada por hombres y mujeres con decisión. Hay un elogio de la acción política frente al marasmo que las estructuras suelen imponer sobre los individuos. Pardo y los civilistas construyeron un partido político de la nada, le dieron bases ideológicas (al recuperar los ideales republicanos), tejieron alianzas importantes con las emergentes élites urbanas provincianas, aprendieron a jugar con las reglas del "Leviatán guanero" sin adoptarlas como emblema, y generaron un ideario progresista. En 1872, Manuel Pardo es elegido presidente de la República, imponiéndose a las fuerzas del rentismo y la militarización. Cincuenta años después de la independencia, por primera vez un civil gobernó el país.
Pero cuando Pardo llegó al poder, la "prosperidad falaz" había culminado y el Estado no solo se había farreado con todo el dinero conseguido por el guano, sino que se había endeudado hasta las cejas. La bancarrota estatal erosionó el capital político de Pardo, pues sus bases urbanas se empobrecieron durante su mandato. Y las fuerzas tradicionales del "Leviatán guanero" se recompusieron. Pardo se exilió en Chile y el partido civil quedó a la deriva. Volverá en 1877 como senador, y apenas unos meses después será asesinado por la espalda.
Esta argumentación deja, sin embargo, algunas preguntas. Si Pardo fue la emanación de un "ethos" burgués, si fue el producto de un cambio cultural, social y económico de fondo en la sociedad peruana, ¿por qué el proyecto dependió de su sola voluntad? ¿El partido civil fue producto de una clase burguesa (en el sentido fuerte del término) o fue producto de un hombre político con rasgos burgueses?
Finalmente, quiero subrayar tres temas vitales en el libro de McEvoy: en primer lugar, la descripción de los mecanismos y bajos fondos de un Estado rentista; en segundo lugar, un contexto político en el que la ausencia de canales de representación que ordenasen la participación política condenaba al país a la anarquía y a que la riqueza del guano fuese percibida como un botín; finalmente, la narración detallada de cómo se consiguió construir con tino y decisión un partido político nacional. ¿Alguna otra temática podría ser más relevante para el presente político, signado por los beneficios del "Leviatán minero" y la descomposición de la representación política?
* Escrito por Alberto Vergara Paniagua