Samuel Cardich
El tiempo como afán persistente en El desfile de los años baldíos de Samuel Cardich

Por Gino Damas Espinoza
Fuente: librosperuanos.com

Solo una operación aritmética puede orientarnos exitosamente en el prolongado laberinto de los años truncos del último libro de cuentos de Samuel Cardich (Huánuco, 1947). Los 21 relatos de El desfile de los años baldíos, pueden dividirse en 7 temáticas disímiles pero fuertemente entrelazadas a través de los personajes que agrupados en 3 categorías nos van dejando historias breves pero sólidas y contundentes, pletóricas de dramatismo, ironía, humor y fino erotismo. Así, relatos (21), temáticas (7) y personajes (3) → [3 x 7 = 21] serán en adelante los tres elementos o guarismos de nuestra ecuación que nos permitirán descubrir y destacar las particularidades de esta obra, cuyo autor ha querido entregarnos la novedad de 21 títulos en un solo volumen a diferencia de sus libros anteriores.

Estas 7 Temáticas son las siguientes:

1ra. Temática: Cuentos de soledad y dolor que agrupa 3 textos:

Un hombre de nostalgias (p 9)
Violetas para una desconocida (p 117)
El señor de la esquina (p 125)

2da. Temática: Cuentos de amor, pasión y erotismo que incluye 2 relatos:

La luna de Jueves Santo (p 23)
La camarera (p 145)

3ra. Temática: Cuentos de violencia y/o venganza que incluye 3 piezas narrativas:

Casi las siete (p 55)
Amor constante más allá del amor (p 79)
Gato negro (p 111)


4ta. Temática: Cuentos sobre la muerte que incorpora 4 relatos:

En el serpentario (p 63)
Carta de amor a una amante muerta (p 151)
He aquí el hombre (p 155)
Teddy ha perdido el sueño (p 159)

5ta.Temática: Cuentos de humor e ironía que reúne 4 títulos:

 

Adiós, Nicole, hasta nunca (p 33)
Un golpe de suerte (p 49)
Los tres cerditos (p 71)
Por unas monedas (p 91)

6ta. Temática: Cuentos de ternura que incluye 2 textos narrativos

El reemplazante (p 97)
Nochebuena (p 105)

7ma. Temática: Cuentos sobre las artes, que agrupa 3 relatos:

Estudio de unos pies menudos (p 39)
Las cuatro estaciones (p 131)
Los cuadros de Alicia (p 167)

[3 x 7 = 21] O la operación aritmética de leer El desfile de los años baldíos
Estos 21 cuentos reunidos en 7 temáticas, como ya dijimos, nos muestran 3 tipos de personajes. El primer grupo lo constituyen los personajes desequilibrantes negativos. El segundo está conformado por los personajes equilibrantes. Y el tercero, por los desequilibrantes positivos.

El tiempo como elemento recurrente en el último libro de cuentos de Cardich

El libro de Cardich plantea una lectura de los 21 cuentos considerando la fórmula del 3 x 7 con la que debemos clasificar cada relato en una de las 7 temáticas, reconociendo y tipificando a los personajes en 1 de los 3 grupos propuestos, pero siempre prestando atención al tiempo que es la constante que unifica al total de los relatos de El desfile de los años baldíos.

En efecto, el tiempo es un elemento recurrente en este libro. En todos los relatos el narrador registra escrupulosamente un punto en la cronología, el horario exacto de las vicisitudes y actividades de los personajes, y los condena a sus inexorables destinos, precisamente en esa patibularia línea del tiempo.

“Para impresionarla, la esperó puesto el uniforme militar; además la vestimenta le hacía sentirse más atractivo y vital. Esa noche iban a reafirmar su amor… pero ella se retrasó y a él le tocó esa bala perdida” (p 119). Del cuento Violetas para una desconocida.

Un cronómetro invisible registra una suerte de conteo retrospectivo haciendo que el tiempo someta bajo su poder omnímodo a todo y todos cuanto existen bajo el universo verbal del libro. Los personajes ven consumirse las horas, los días o los años, mientras los hechos van alterando el puntaje a favor o su contra; de modo que si no se presentan mayores contratiempos dicho personaje gana ese lance, como si su existencia fuera nada más que una apuesta para ganar o perder, un juego de azar en el que debe sacarle el mayor provecho al tiempo.

“En realidad, ESA HORA de audición le cambió la vida.” (p 135), dice el narrador refiriéndose a Daniel (protagonista del cuento Las cuatro estaciones), un muchacho que, de pronto, decide estudiar música, descartando de plano la ingeniería, que era la voluntad de su padre, rompiéndose de ese modo su promesa inicial.

En ese sentido, en 9 relatos, los protagonistas ganan; es decir, logran adueñarse de sus más caras pretensiones (de su OD); mientras que en los otros 9 los personajes centrales no consiguen hacer conjunción con su objeto de deseo, y solo en 3 cuentos, el final queda en suspenso, pudiendo los protagonistas perder o ganar. Como es evidente, es el tiempo el que va colocando a los personajes (ajenos y totalmente incapaces de cambiar sus destinos) en posiciones distintas y bajo su ciego capricho. Y como consecuencia de esta condición, la naturaleza perentoria del tiempo arranca de raíz las ilusiones y las esperanzas de los personajes; sus goces truncos son la muestra visible de que el tiempo domina, se enseñorea con su poder sobre todas las acciones humanas.


«Entonces la vida se puso más ardua todavía “Ya cambiará”, se decían, “pronto llegarán nuevos tiempos”. Pero a veces la vida no cambia para bien ni para mal, sino para peor».
(p 83) Del cuento Amor constante más allá del amor.

En este relato los protagonistas no logran consolidar su relación porque el amor y la pasión entre la pareja se va desgastando a medida que pasa el tiempo, y también porque las necesidades de índole económica no pueden ser satisfechas, y más bien van en aumento. En ese sentido, el tiempo desperdiciado a lo largo de los años los arroja al inevitable enfrentamiento que se alterna con breves reconciliaciones pero al final cada quien tomará su propio rumbo.

En el cuento Las cuatro estaciones, ocurre algo parecido; lo que se resume en la siguiente cita: “Muchos años para un resultado tan deprimente…”, dice el protagonista. Efectivamente, Daniel renuncia al amor por Febe, una jovencita de familia, cuya persistente frialdad mata la pasión escondida por muchos años en Daniel. Ni la música interpretada por este joven artista ni sus nobles atenciones logran despertar el corazón de Febe.

“Había pasado cuatro años y pico en su retiro casi monacal, eludiendo saraos a los que asistían sus compañeros de estudio, sin haber integrado nunca un círculo de amigos ni bebido nunca unas copas de desahogo con alguno de ellos, solo para entregarse a la fantasía de la música, a tocar en su habitación piezas clásicas que ella no escuchaba ni menos entendía. Y más que nada, para poderla ver los domingos en la mañana, al menos durante unos breves minutos, con el uso entero de sus sentidos. / Eso fue lo que hice, se dijo, terminando de hacer memoria del tiempo de su amor, de los años de su estancia en el viejo chalet. Muchos años para un resultado tan deprimente, reflexionó, mientras abría el atril metálico para colocar los pentagramas del programa que iba a ejecutar, ahora sí, por última vez.” (p 141) Del cuento Las cuatro estaciones.

No cabe duda que este es el mejor cuento del libro. Las cuatro estaciones es una orquestación de los sentimientos más íntimos y afiebrados de Daniel, un joven estudiante de música. Él solo recibe las contrariedades de su amor por Febe. Solo la tenía en sus sueños y en sus fantasías (cf. p 140). Febe motivaba su pasión o decepción amorosa produciendo cambios en el carácter de Daniel; estos determinabanel tipo de música y la fuerza interpretativa del artista. (cf. p 141) Por tanto, este relato no es solo un cuento, sino el adolorido concierto, de melodías ardorosas y apasionadas que ejecuta Daniel para Febe, su amor imposible: un concierto de delicada belleza y poesía.

3 Tipos de personajes
Los personajes de El desfile de los años baldíos son seres de carne y hueso. Comen y beben como nosotros (Por ejemplo toman sopa teóloga, leche con chocolate (cf. pp 100 y 91), degustan pescado al vapor (cf. p 100), chuletas de cerdo con puré de manzanas [cf. p 106], bizcochos [cf. pp 106 y 109], etc.). Son también excelentes bebedores de cerveza [cf. pp 151, 36, 80 y 117], fuman cigarrillos [cf. p 13], beben vino tinto [cf. p 77] e incluso otros tragos “sacrílegos” [cf. p 29]. Y por supuesto, tienen distintas ocupaciones; son policías, profesores universitarios, estudiantes, padres o madres de familia, charlatanes y estafadores, delincuentes, homosexuales [cf. p 121], desocupados sin oficio ni beneficio (cf.p 112), empleados, monaguillos, jubilados, niños, músicos, pintores, vagabundos, contadores, curas, etc., etc. Estos personajes se muestran como signos de nuestra sociedad contemporánea y a través de ellos se revelan nítidos trazos de modernidad (así como indicios de nuestra cuatricentenaria ciudad de Huánuco, que no necesariamente se quedan en el estéril localismo).

Como ya dije, una clasificación de los personajes en 3 grupos me ha permitido caracterizarlos atendiendo el papel que desempeñan en el escenario social del libro. El primer grupo lo constituyen los personajes desequilibrantes negativos en el que hallamos a los antihéroes, los antagonistas, los personajes autoritarios, malos,  introvertidos, secos, apáticos. El segundo grupo lo conforman los personajes equilibrantes, los protagonistas, los ecuánimes, los héroes. Y el tercer grupo está constituido por los desequilibrantes positivos: los personajes muy buenos, los extrovertidos, los alocados, los alegres.

En buena parte de los cuentos, el autor tiene un afán por mostrarnos a personajes cuya vida desordenada, perdularia o disipadalos hunde en relaciones difíciles y muy conflictivas lo que les lleva a sufrir mucho y a ser víctimas de un desenlace fatal.

“–¿Vas a romperme la cara otra vez?– le preguntó Lizzy sacando de su cartera una navaja de mariposa, de segundo uso… La abrió y puso sobre la mesa: tendría unos veinte centímetros de largo, con toda la vaina. La hoja estaba algo mohosa aunque parecía tener buen filo como para cortar o hundirse fácilmente en un abdomen.” (p 88) Del cuento Amor constante más allá del amor.

En El reemplazante, se aprecia la historia de unos hijos agradecidos con su madre abnegada. En este relato podemos observar en toda su integridad el amor filial de cinco hermanos para con la madre ciega y enferma, a quien, no abandonan ni en los peores instantes de la vida familiar. Por ese motivo, con el propósito de no darle la terrible noticia de la muerte de su hijo primogénito, comprometen a Rafa, su segundo vástago, para que imite y reemplace al hermano mayor, llamado Toto, quien había muerto en un accidente de tránsito. Doña Lidia Purísima Vásquez Robledo solo alcanza a sospechar de la mentira piadosa, cuando retorna del norte a vivir cerca de sus hijos. Fue cuando notó algo extraño; para ella, su hijo Rafa era un ingrato y desamorado, pues no venía a verla, cuando en realidad, este último iba tanto por él como por su hermano mayor. Por esa razón se niega continuar con la farsa de reemplazar a Toto. Su hermana (la narradora-personaje) recurre a la novia de aquel y le pide que interceda, persuadiéndolo para continuar con este compasivo engaño pues se acercaba el cumpleaños de la madre y Toto nunca había estado ausente en este suceso familiar. El relato termina cuando esta incómoda situación llega a un punto crítico en el que no se sabe si Rafa abandonará su papel o continuará.

“Fue al día siguiente de su retorno, cuando se me ocurre buscarle a Toto un reemplazante, pues la farsa armada en Moche se cayó a pedazos: estando Toto “viviendo” en la ciudad ya no le podía enviar cartas a su madre, sino ir a verla.” (p 102) Del cuento El reemplazante

Los escenarios y los hechos
Los escenarios y los hechos de este libro son familiares entre nosotros porque están inscritos en nuestra realidad. Asaltos (como los que ocurren cuando uno viaja hacia Lauricocha o a Dos de Mayo (cf. p 49), asesinatos, delincuencia, abandono familiar, lucha por la vida y por el amor, el amor no correspondido, los viajes, las aventuras, los sueños, las esperanza, las frustraciones, la pobreza, el desarraigo, la soledad, etc. Estos hechos se suscitan en escenarios predominantemente urbanos: ciudades peruanas y unas que otras europeas (Sevilla, Barajas (cf. p176), por ejemplo); así como en Francia y Portugal (cf. p 197): países del viejo mundo. También los barrios pobres, o pequeñas aldeas; lugares abiertos o públicos: calles, parques, iglesias, campiñas, o sitios cerrados: bares, hoteles, casas de familia, la cárcel, buses, haciendas, recreos, un serpentario, etc. son escenarios de estos cuentos. La variedad de estos espacios y hechos cotidianos en los que más de las veces ocurren desgracias o sucesos críticos, le otorgana los 21 relatos del libro una incuestionable verosimilitud. Los personajes están sumidos en conductas muchas veces desajustadas y presentan comportamientos extremos que van desde una visible tendencia a la soledad hasta la bulliciosa extroversión.

Lugares como la Cordobita, el Óvalo San Sebastián (cf. p 23), la Laguna Viña del Río, la iglesia de San Francisco (cf. p 24), el río Higueras y el Huallaga (cf. p 38), etc. se insinúan como escenarios locales ampliamente conocidos y con los cuales estamos muy familiarizados.

El lenguaje
Cardich nos tiene acostumbrados a un tipo de lenguaje muy personal en el que siempre algo se reinventa, algo se mueve hacia la novedad y a la renovación. Es en ese laboratorio de la pulcritud lingüística en el que se decanta y se purifica la palabra precisa, el giro riguroso, la frase lograda que le otorga esa prominente dimensión artística al relato. En este libro, la narración omnisciente enriquecida con adjetivaciones novedosas y exactas, (por ejemplo. besos sabios, cuerpo expedito, latoso rodeo, espíritu festivo, voz oscura, torpe conciliación,  paisaje depresivo, aldea portuaria, esperanza oscura, latido azorado, recuerdo infausto) se alternan con algunos diálogos, descripciones precisas (cf. p 44, Estudio de unos pies menudos), monólogos y testimonios. Las definiciones son a la vez un recurso que marca el estilo del autor, quien se ve tentado también por usar diestras configuraciones poéticas que le dan a los cuentos una especial cualidad estética.

“La verdadera muerte es el olvido.” (p 178)

“Había visto por primera vez el desarrollo de la noche incógnita, desde que penetró en el anochecer como un río impetuoso para hacerse densa y apoderarse del tiempo y del espacio, de ser la Noche, hasta ir debilitándose y acabar con las primeras luces del alba.” (p 121)

El lenguaje poético de Cardich no es incompatible con su trabajo narrativo. Una prueba de ello es que en este libro logra engastar magistralmente metáforas inéditas como: “…la boca de la noche…” (p 38) o “minúsculos espejos de agua” (p 67), etc.

El uso de galicismos (cf. p 72) y anglicismos (cf. pp 49, 98, 148) tampoco está ausente en algunos textos de El desfile de los años baldíos, lo que reafirma el cuidado del autor por universalizar su trabajo narrativo a través de estos recursos pero especialmente por medio de la verosimilitud y el habla de los personajes. Los regionalismos andinos también están presentes (cf. pp 64, 65) así como los de la selva peruana (cf. p 149). En ese sentido, Cardich despliega con absoluta soltura los distintos niveles de la lengua en este libro. Desde el lenguaje culto y riguroso del propio narrador hasta los niveles más cotidianos, populares y coloquiales que la estructura discursiva de la obra exige. De ahí que el uso de los adagios populares, que desde la boca de los personajes o ya desde el pensamiento del narrador, tienen cabida de cuando en cuando y surgen para rematar el nudo de los hechos y complementan esa gama de recursos lingüísticos, tan versátiles en las manos de Samuel Cardich.

“El corazón es la memoria que no sabe de olvidos” (p176)
“…la locura sigue siendo mejor que la cordura.” (p 129)

Pero no perdamos de vista que el libro retrata personajes de los bajos fondos; estos, por tanto, apelarán a los niveles más populares de la lengua para consolidar su presencia.

“Era una ocupación más tranquila, rentable y hasta más económica en comparación con la otra: solo tenía que llevar un taburete, tres naipes de figuras diversas y meterle chamullo a los curiosos, para atraerlos…” (p 85) Del cuento Amor constante más allá del amor.

El uso de coprolalias es también un caso de referir: “…paganos de mierda…” (p 155), dicen ciertos personajes para referirse a los creyentes de una muerto milagroso que está enterrado en el cementerio de la ciudad.

En resumen, la diversidad lingüística del libro nos muestra a un Cardich que mira, toca y maneja, desde dentro, el amplio espectro de esa materia prima llamada lengua.  

El tema de la esperanza en la obra de Cardich
En El desfile de los años baldíos podemos resaltar, entre otros, el tema de la esperanza, presente también en toda la obra de Cardich. Si bien el autor nos muestra un hilo de pesimismo cruzando gran parte del libro, este llega a su cúspide en el título del mismo: El desfile de los años baldíos. Sin embargo, en 9 cuentos se nos muestra que los protagonistas logran alcanzar su O.D.; es decir vencen sus destinos adversos aunque en los 9 restantes los personajes pierden, es decir, no alcanzan su objeto de deseo; y solo en 3 relatos, la trama queda en suspenso. Por tanto, la esperanza es un tópico que se abre paso entre las tortuosas historias de este libro para mostrarnos que sí es posible que los años baldíos sean más bien los años fértiles, felices y festivos.

“Era una esperanza remota, pero esperanza al fin, abierta como una flor, aunque todavía lejos de su alcance.” (p 123), dice el narrador del cuento Violetas para una desconocida.

O si no leamos lo que narra el cuento Un golpe de suerte:

“Veinte minutos después pasaba delante de una tienda dominguera donde venden boletos de lotería. Pasé de largo, sin darle importancia, pero más allá pensé que a tanta mala suerte solo podía seguirle una buena. Y grande quizás. El mensaje que me daba el destino no podía ser más claro, además muchos antecedentes del mismo tipo corroboraban mi cálculo. Entonces volví sobre mis pasos y compré dos boletos de la suerte con el último dinero que tenía… El sorteo sería esa misma noche.”
(pp 53, 54)

Pero, ¿cómo se presenta la esperanza en la literatura de Samuel Cardich? En la obra de nuestro autor, se asume la esperanza como una necesidad no atendida, como una ausencia o como un compromiso aun por concretarse; y es precisamente en la historia, abierta a múltiples posibilidades, donde se presentan una serie de medios a través de los cuales se va construyendo la lógica de la esperanza, amparada en las condiciones generalmente favorables que alimentarán su configuración. Esos elementos que posibilitan su presencia son: el protagonista (y, a veces, su ayudante), su deseo, sus diversas posibilidades, su poder y la certeza (expresa o sobreentendida) de que podrá conseguir dicho deseo:

“El texto decía de este modo: «En el orfanato los días son iguales. Llega la mañana, después la tarde y al último llega la noche. Hasta las cinco de la tarde ayudo en los servicios y después juego al fútbol. No me gustan las noches. Aunque no cometí delitos, también estoy preso. Cuando salga mi padre, le pediré me lleve con él a un lugar distante para no recordar.»”
(p 58) Del cuento Casi las siete.

En suma, la esperanza, siendo un sentimiento o una situación subjetiva, adquiere su valor de verdad y su concreción en el mundo material a través de las acciones de los personajes y por medio de las herramientas que los protagonistas utilizarán según sus necesidades aun no alcanzadas.

“Se echó de cara al firmamento, sacó del bolsillo las dos anotaciones y los volvió a repasar hasta que le fatigó la lectura y se quedó dormido con los papeles empuñados en las manos.”
(p 60) Del cuento Casi las siete.

Finalmente, como es harto conocido, la buena literatura soporta una variedad infinita de lecturas y, precisamente, de este y otros rasgos, depende su buena o mala calidad. En ese sentido, en los 21 relatos contenidos en este libro, se hacen visibles otras temáticas, como por ejemplo el humor en 4 cuentos: Adiós Nicole, hasta nunca; Un golpe de suerte, Los tres cerditos y Por unas monedas. La gastronomía del norte (cf. p 84) y de la selva peruanos (cf. pp 148, 149), en los relatos El reemplazante y La camarera. La diversidad de razas que somos como país, incluyendo a los migrantes extranjeros (yugoeslavos, judíos, nipones, bachiches, etc.) (cf. p 156), en el cuento He aquí el hombre. Y, finalmente, la literatura del desarraigo que destaca en Los cuadros de Alicia.

Huánuco, 30 de octubre del 2014.

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