Por Ismael Pinto
Fuente: Expreso, Lima 13/09/09
http://www.expreso.com.pe/edicion/index.php?option=com_content&task=view&id=66260&Itemid=37
El lingüista Julio Calvo Pérez presentará mañana su monumental obra en cinco volúmenes, gracias al Fondo Editorial de la USMP.
Empecemos esta nota con una larga y reveladora cita. La tomamos de Casirer (“Mito y lenguaje”) quien, a su vez, la sustrajo de Humboldt. En ella se nos recuerda con claridad meridiana que “el hombre (como una hilandera extrae el hilo de su rueca) va extrayendo el lenguaje de su propio ser… (y) cada lenguaje traza un círculo mágico alrededor del pueblo al que pertenece, y de ese círculo no hay escapatoria posible”.
De los tecnicismos de este singular trabajo se ocuparán, obviamente, la legión de lingüistas, lexicógrafos, diccionaristas y quechuistas y los muchos y entusiastas espontáneos que nunca faltan. Especialmente si de morder y mezquinar méritos se trata, que esos nunca ha faltado.
Catorce años
Más de catorce años de trabajo en solitario le ha llevado a Calvo Pérez llegar a buen puerto. En ese largo trayecto ha publicado otras investigaciones que, de una manera u otra, han perfeccionado y ahondado sus estudios sobre el quechua –de manera especial el cusqueño–. Esfuerzos que siempre terminaban confluyendo o siendo apresto o aportes para esa obra de mayor envergadura que iba construyendo. Obra que, debemos anotarlo, no tiene antecedentes entre nosotros.
No obstante lo anotado líneas arriba, debemos señalar que precediendo la obra de Calvo Pérez están, entre los más destacados, y hoy casi inencontrables, trabajos del P. Jorge A. Lira con su “Diccionario Kechuwa-Español” (1945 y 1982) con una recientísima reedición con metida de pata inclusive; y el de don César A. Guardia Mayorga, que ha merecido hasta seis reediciones (de 1961 a 1980). Y si bien debemos convenir que son trabajos realizados por estudiosos que no son profesionales de la lexicográfica, también debemos señalar que han sido y seguirán siendo material de consulta. Y es más, fuente comparativa para los que escudriñan los entresijos del lenguaje. Para indagar su evolución, Lo que se fue con el tiempo y lo que en el tiempo quedó. Y lo que este “Nuevo Diccionario…” aporta en relación con aquellos trabajos.
Perpetuo movimiento
No debemos olvidar que el lenguaje como la vida siempre está en perpetuo movimiento. Por lo que tratar de aprehenderlo y constreñirlo en un gran lexicón es, siempre, algo provisional. Vale decir, recordando a un clásico, que un diccionario no es; un diccionario se hace. En una larga cita de Raúl Porras, tomada de su clásico Prólogo al Vocabulario de Fray Domingo de Santo Tomás tenemos que “el estudio de los vocabularios puede servir no sólo para seguir la evolución fonética del lenguaje, sino para rastrear el origen del pueblo que habla una lengua, su estado social, sus principales nociones y elementos de cultura, el origen y significado de sus mitos, las relaciones con los pueblos vecinos y las áreas geográficas de distribución cultural”.
Un diccionario es, en fin, la representación virtual de un mundo encerrado en miles y miles de signos: palabras que lo nombran. Y al nombrarlo le dan sentido y vida. El estudio del quechua entre nosotros, académicamente, se inicia con el mencionado Fray Tomás de San Martín. Con su “Gramática o Arte de la Lengua General de los Indios del Perú”, y su “Lexicón o Vocabulario de la Lengua General del Perú llamada Quechua”, publicados entre 1559 y 1560, a más de su cátedra que sobre dicha lengua regentó en el San Marcos auroral, como bien anota Porras, todo ello dio inicio a la lingüística peruana.
Once millones
Han pasado más de quinientos años, desde que aquellos libros fueron publicados. Hoy el “Nuevo Diccionario…” de Calvo Pérez nos trae once millones de palabras con más de doscientos cincuenta mil entradas. Por vez primera se introducen en quechua frases hechas, refranes. Aporta, igualmente, a la lexicografía algunos miles de préstamos del quechua al español; otros tantos miles de peruanismos derivados del quechua; incorpora tecnicismos, y es también un diccionario ecológico. Y como lo anota Calvo Pérez, es un diccionario pragmático, totalmente un diccionario de uso.
Quevedo en una de sus cartas antes de morir escribía que hay muchas cosas que, pareciendo que existen y tienen ser, ya no son nada sino un vocablo y una figura. En el caso del “Nuevo Diccionario…”, los vocablos atrapados en sus páginas tienen ser y existen. Es más, son la voz y el alma bullente de un pueblo. Su memoria.