“En solo dos libros he logrado crear mi estilo”

Por Gonzalo Pajares Cruzado
Fuente: Peru21, Lima 11/08/08
http://peru21.pe/impresa/noticia/solo-dos-libros-he-logrado-crear-mi-estilo/2008-08-11/221583

Max Castillo es poeta y narrador. En los 70 dirigió las revistas Penélope y Campo de Concentración. A pesar de su largo idilio con la literatura solo tiene dos libros publicados, las novelas Ángeles quebrados (publicada el año pasado) y Una historia africana (Editorial San Marcos). Sobre su reciente volumen, lleno de amores homoeróticos, conversamos.

¿Cuánta influencia tiene Gustave Flaubert en esta historia y, en general, en su literatura?
Puedo decir que es un amor literario que nace durante mi adolescencia. Eso sí, Salambó me gusto más que Madame Bovary. No he encontrado una obra así. Es sabido que este libro impactó incluso a César Vallejo. Gracias a Salambó me quedé con la imagen de un Flaubert exquisito, erótico, sensual y ligado a temas históricos.

¿Este influjo es literario –Salambó es pura magia verbal– o histórico?
Ambos. De Salambó me interesa que Flaubert siempre pone lo íntimo –referido a lo erótico– sobre lo demás, incluso en una circunstancia de guerra como la que él y yo describimos en nuestras novelas.

¿Cuán autobiográfica es Una historia africana?
Me he puesto como un espectador. Observo la vida de la comunidad de La Punta. En la novela hay experiencias personales y deseos transfigurados. Una vez a Vargas Llosa le preguntaron si lo que narraba en La ciudad y los perros era verdad. Él respondió: “No sucedió, pero tuve la impresión de que podría suceder”. Por estas circunstancias transita mi novela.

Hay mucho homoerotismo en su libro. ¿Por qué le interesa el tema?
Lo abordo porque, vitalmente, voy por allí. También me interesa, porque como lo discutí una vez con mi amigo Miguel Gutiérrez, el escritor es único. Si toco un tema es para hacerlo bien. En la literatura, el escritor debe mostrarse como lo que es, de forma auténtica. Sin embargo, también deseaba hacer una reflexión histórica de otro tipo. El relato tiene varios escenarios: La Punta, en el Callao de nuestros días; África, en tiempos de Mussolini; Argentina y El Chaco, y la Roma antigua. Roma me sedujo porque quise mostrar un espacio lleno de libertad y de una violencia desenfrenada.

En su novela, la violencia es extrema y también el erotismo. ¿Cuáles son los vasos comunicantes entre violencia y sexo?
La condición humana. Violencia y erotismo son inherentes al ser humano. Solo falta revisar la historia, salir a la calle o vivir, para comprobarlo.

Una historia africana se caracteriza por la concisión del lenguaje, por la brevedad de sus capítulos. Esto, a pesar de que cubre un tiempo vasto.
Lo hice porque quería darle voz a todos sus personajes. He trabajado mucho en el lenguaje, en la oralidad de los protagonistas. He tratado de que las voces de los adolescentes de La Punta y las de los guerreros romanos suenen auténticas, verosímiles. Creo que, en ese sentido, mi novela es total. Porque, además de voces, hay manuscritos perdidos, historia, discursos, cartas y, cuando hablo de mi barrio, La Punta, una especie de costumbrismo.

El pasar por tantas épocas y por tantas culturas, ¿fue un ejercicio de imaginación o de investigación?
Soy un ratón de biblioteca. Conozco a fondo las mitologías griega y romana. Me interesa la historia de la antigüedad. Es decir, fantaseé y creé.

Uno de sus personajes es un escritor. ¿Qué función le asigna usted a este oficio?
Todos estamos marcados por dos vías: la erudita y la vital. En la vital están el amor, la frustración, la no realización. Yo siempre vivo ambas al máximo. Soy un escritor con muchas contradicciones, un estructuralista. Por ejemplo, hoy estamos abiertos a explorar otras culturas. Uno ya no escribe con vergüenza de supuestos temas 'ajenos’ a uno. Lo importante es el estilo y, según Miguel Gutiérrez, en solo dos libros yo ya lo tengo.