Por Cecilia Podestá
Fuente: Diario 16, Lima 30/11/12
http://diario16.pe/noticia/20843-posesiones
Quizá el infierno no se asemeje más que a la espera, lejos del fuego y tantos lugares comunes o demonios fáciles de imaginar. La novela de Grecia Cáceres empieza así, con una ansiosa espera que va describiendo a Enrique (su personaje principal) y sus insoportables manías.
Él espera a una mujer con la que lleva una relación ambigua. En ella se confunden el tiempo, el amor y el temor al precipicio, sin que ninguno sea claro o se diferencie del otro. Y Enrique espera y vuelve a esperar, mientras la prosa describe uno de tantos edificios viejos del centro de Lima. Las escaleras rechinan y la palabra desvencijado trae el moho que no existe sobre la nariz del lector y pronto nos llenamos de frases exquisitas que nos advierten de un tiempo distinto, frases como escalones recubiertos de viejas alfombras de un carmín deslavado.
Tocar a los muertos a través de los objetos
Alrededor de todo esto, el tiempo que transcurre actúa también como un ente que acompaña al personaje encerrándolo dentro de su propio departamento para descubrir la colección: un conjunto de collares, pulseras y piezas prehispánicas envueltas en paño fino, y que son finalmente el resultado de tratos ilegales con innumerables huaqueros a lo largo de una vida. Estas piezas, por las que el tiempo habría pasado de igual manera que sobre Enrique son las que nos advierten de una obsesión que va a marcar la novela. Sí, Enrique está absolutamente obsesionado con su tesoro personal, como si el solo hecho de tocar las joyas pudiera lograr en él la sensación de haber puesto su tacto sobre un pasado glorioso, sobre un Perú que ya no existe pero que es el mismo sobre el que se extiende como cualquier otra persona. Tocar el tiempo a través de los objetos, es decir poseerlo entero y hacerlo tangible en medio de la obsesión, tocar la muerte de los que lo hicieron antes, sentirse poderoso a pesar de saberse una persona ordinaria.
Así, la colección convierte a Enrique en el espectador de un tiempo que nadie más puede poseer. Es único. Solo tocando sus piezas logra no solo controlar el amor, sino explicarse a sí mismo su lugar en el mundo y su acción: seguir coleccionando, acumulando el tiempo de los objetos que lo trascienden.
Ella
Y volviendo a la primera parte de la novela él sigue esperando a la mujer con la que ha construido o forzado una historia de amor, extraña, de pocas palabras o afectos. Ella llega siempre al departamento a usar las joyas robadas y ser fotografiada por Enrique, además de guardar el secreto de algo aparentemente tan grande como una colección entera de piezas robadas de nuestra historia, además sobre su cuerpo, otorgándole un espacio ajeno y haciéndola partícipe de un juego peligroso. Esto ocurre siempre. Ella es fotografiada y después devuelve las joyas para regresar después y volver a posar para el lente de Enrique y ser guardada como otra pieza, humana, junto a las anteriores, pero intangible. De esa manera contradictoria, Enrique posee lo que más desea, a Ella y a su colección. Esta adoración se mezcla con su propia humanidad y el reconocimiento de las pasiones que cree controlar. Pronto se dará cuenta que está equivocado. La mujer se convierte entonces en un portador no solo de las joyas sino de él mismo. Ella llevará en su cuerpo el encuentro entre dos personas opuestas pero unidas por un juego secreto. Sin embargo, no pueden existir pruebas de la colección. No solo por la ilegalidad de su posesión, sino por el carácter mágico que le da el protagonista a las piezas. Compartir la colección con Ella es acaso un acto de amor, solitario, individual u otro juego en el que la otra parte recibe pero no otorga porque si bien el juego le gusta, no está dispuesto a cambiar su rol.
La pesadilla
De pronto una mujer con guantes de látex entra a robar, pero él no la detiene por el simple placer de verla, acorralado por sus propias fantasías, por su amor no consumado. La colección empieza entonces cuando es robada y los puentes inconclusos entre los personajes exigen algo más fuerte que su veneración a su quietud y los obliga a ser parte de una historia ajena a la misma colección. Sin embargo a pesar de que no lo hayan notado, ellos ya son piezas humanas junto a sus propios desbordes y consecuencias y alcanzadas por un lector que podrá descubrir el placer que se desprende de la misma frustración de los personajes, que luchan por alcanzarse a sí mismos dentro de historias ajenas, pero sin lograrlo, esperando como en el infierno o en medio de una novela que se asemeja a una vigilia entre el grito, la pesadilla y el violento despertar.
EL DATO
La colección. Novela.
Autor: Grecia Cáceres.
Editorial: Altazor
Sobre Grecia Cáceres
(Lima, 1968) Estudió Lingüística y Literatura Hispánica en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Cursó estudios de doctorado en París 8 Saint-Denis, en Francia, donde escribió su primera novela La espera posible (Santo oficio, 1998), publicada luego en francés por Balland, en 2001. La colección es su cuarta novela.