César Vallejo
Imagen del Perú en los artículos europeos de César Vallejo
Por Ricardo Ayllón
Fuente: Librosperuanos.com
Por Ricardo Ayllón
Fuente: Librosperuanos.com
I. El Perú y el objetivo de ubicar a Latinoamérica en el marco de la sociedad internacional
Medio año después del envío de su primer artículo al diario El Norte de Trujillo desde París, César Vallejo hace la primera mención expresa del Perú en «Cooperación»1 , crónica en la que consigna una «significativa fiesta de peruanidad» organizada en el teatro Caméléon por intelectuales franceses. La nota, que si bien es cierto se enmarca dentro de una reunión de parisinos y peruanos, le sirve a Vallejo para detallar la actual (hacia fines de 1923) relación de Europa con América Latina, que nos la muestra lamentable y desigual, y en la que Europa sale gananciosa puesto que los latinoamericanos, «en frente de Europa, levantamos y ofrecemos un corazón abierto a todos los nódulos de amor, y de Europa se nos responde con el silencio y con una sordez premeditada y torpe».
Una conmemoración de lo peruano, como prototipo de lo latinoamericano, es el material para que el cronista ofrezca de modo claro y desprejuiciado cómo es que, pese a la devoción de América hacia Europa, ésta aún percibe a las naciones sudamericanas con una indiferencia que resulta hipócrita, puesto que ya Europa es consciente de la «función actual de advenimiento a la cooperación universal» de Latinoamérica, y seguir desdeñando esta función no es más que «una artimaña sosa y lastimosa».
Este marco es suficiente para advertir el Perú que encuentra Vallejo en Europa hacia la tercera década del siglo XX, un país relegado de la atención europea, con mucha incertidumbre acerca de su importancia como región de rica cultura milenaria y contemporánea, y de un capital humano e intelectual latente con todo el derecho de ser tomado en cuenta. En este mismo sentido, dos años después, en «La Historia de América»2 , y en el marco de la preparación de una exposición de arte incaico por parte de Víctor Larco Herrera y Ventura García Calderón en París, Vallejo vuelve a valerse de un evento peruano para insistir en la naturaleza de América como un continente que, a pesar de no ser nuevo, continúa siendo indiferente para Europa; y si hay que referirse a él como nuevo, se pregunta entonces: «¿Nuevo en qué cosa? ¿Nuevo como sinónimo de primitivo? ¿Nuevo como raza? ¿Nuevo como hecho geológico? El descubrimiento de América será reciente, pero no es nuevo aquello que ya existía muchos siglos antes de la aventura colombina», dejando entrever que la mirada que Europa puso en América del Sur fue siempre superficial, arqueológica, pintoresquista, una atención para nada histórica. Por esta razón, propone Vallejo una lectura de América alentada por sus propios hijos, a la manera de un «examen histórico (…) ya que, si queremos grandes torres en el porvenir, nos es necesario mirar los estratos desde los cuales emerge toda esta inquietud vital que nos anima y nos impulsa a perdurar. Porque quien no conoce ni sabe nada de sus ancestros no presentirá ni sabrá nada respecto de sus hijos». En este sentido, la exposición de Larco Herrera y García Calderón en plena ciudad de París resulta apenas auspiciosa. Y, mostrando siempre un espíritu de unificación americana, el cronista piensa en mejores resultados si «aquella exposición fuese continental y no exclusivamente del Perú».
Siguiendo casi la misma línea, Vallejo vuelve a la preocupación por el destino de Latinoamérica en «Una gran reunión latinoamericana»3 , crónica redactada tras su presencia en una reunión de escritores de este continente congregados alrededor del Instituto Internacional de Cooperación Intelectual de la Sociedad de Naciones, organismo cuya agenda se plantea cómo proceder «para hacer conocer en Europa la producción intelectual y artística de la América Latina». Alcides Arguedas, M. Loucher, Gabriela Mistral, entre otros, se encuentran reunidos allí para discutir no los destinos integrales de América en Europa, sino específicamente los de sus actuales producción y pensamiento literarios. Cotejada con Europa –piensa Vallejo– la literatura hispanoamericana «poco o casi nada de la producción exclusivamente española», y «si va a hacerse la versión de las obras intelectuales suscitadas en América por la tradición europea, casi nada, desgraciadamente, vamos a ofrecer de importante al mundo». En una suerte de defensa de nuestras identidades nativa y milenaria, Vallejo plantea ofrecer al mundo aquellas obras no contaminadas por Occidente, las estrictamente indígenas y precolombinas: «Es allí donde los europeos podrán hallar algún interés intelectual, un interés, por cierto, mil veces más grande que el que puede ofrecer nuestro pensamiento hispanoamericano (…) En esas obras autóctonas sí que tenemos personalidad y soberanía y, para traducirlas y hacerlas conocer, no necesitamos de jefes morales ni patrones».
Ese mismo año, en «La diplomacia latinoamericana en Europa»4 , logrando que el propio Eduardo S. Leguía, ministro del Perú en España, reconozca que en este país (España) «se desconocen tanto como en el resto de Europa la vida y los problemas de América» y, específicamente, se juzga los problemas del Perú con «un criterio exclusivamente lírico», Vallejo no hace otra cosa –en el desafío de ubicar a nuestro país en el marco de la sociedad internacional– que hallar para toda Latinoamérica la presencia de un desinterés europeo todavía latente.
II. Perú: un indigenismo milenario para un indigenismo actual
Hasta este momento, solo una vez el Perú parece ser tratado en su integridad por la mirada periodística de César Vallejo, esto ocurre en 1925, cuando entrega a L’Europe Nouvelle el texto «La inmigración amarilla al Perú»5 , que le sirve para presentar una detenida fotografía política, económica y social de nuestro país a partir de los eventos y secuelas de las inmigraciones china y japonesa, pero, como un delgado telón de fondo, además, para mostrar su evidente preocupación por el indio y dejar por sentada la permanente presencia de éste como base de sus análisis nacionales.
Por criterio histórico, el rol fundamental del indio en el tema de la inmigración le sirve como premisa para detallar los regímenes raciales y laborales del Perú desde el incanato hasta el de los inicios de la República. Igual que en otros textos de reflexión que vendrán luego, aquí también brota la figura del indio, en este caso, para plantear alternativas al nuevo contexto social suscitado con la inmigración oriental. De esta forma, el articulista decide resaltar la opinión de la prensa nacional respecto a la ventaja económica que podría obtener el Perú con la presencia oriental en cuanto al desarrollo del pequeño comercio; actividad que, empero, podría también ser un aporte de otras colonias extranjeras o, «mejor aún, ¿no podría ser asegurada por los mismos indígenas?». De otro lado, quizá un espíritu proteccionista hace a Vallejo emitir la opinión de que si bien el chino presenta excelentes cualidades como trabajador, también «posee ciertos caracteres negativos, peligrosos para los autóctonos»6 .
Dentro de este mismo pensamiento, hallamos al final de esta nota un desdén mal disimulado ante la presencia oriental, nuestro articulista suscribe el reclamo del Perú (¿?) ante la «necesidad de renovar y perfeccionar su nacionalidad por corrientes de inmigración exclusivamente europeas»7 , posición que fundamenta afirmando que nuestros antecedentes de raza y de cultura siempre han sido europeos, y para el «crecimiento de su raza» el peruano siempre necesitará «los elementos de inmigración que pueda enviarle Europa». ¿Nos encontramos ante un intelectual que no sabe asimilar las características de una pluralidad étnica en un país que ya no puede volver atrás en el acontecer de sus peripecias sociales y sus incidencias raciales?
Con el antecedente de dos relatos de evidente reivindicación milenaria e indígena («Una crónica incaica» y «La danza del Situa», de mayo y junio de 1931 respectivamente, publicados en La Voz de Madrid), Vallejo vuelve sobre el indio peruano de manera amplia y didáctica a través del reportaje político «¿Qué pasa en América del Sur? En el país de los Incas»8 , de 1933. Comenzando con el repaso cultural de nuestro país, nos enfrenta al planteamiento de la necesidad de una identidad puesta de manifiesto sobre la base de nuestras raíces indígenas; de esta forma, ha partido de una primera conclusión sobre el punto, para señalar que en el Perú vivimos «una nacionalidad fallida», engendrada por el colonialismo español que se encargó de dejarnos sin una identidad nacional (indígena), y que se acentuó con la llegada del régimen republicano.
Ingresando en un exhaustivo análisis de nuestra realidad política, amplía su posición respecto a lo que representan en ese momento las razas predominantes en el Perú (blancos, mestizos e indios) en sus diferentes regiones; y en esta medida, sobre la base indefectible de que el indio ocupa el estrato social más bajo, ofrece una revisión de las incidencias políticas y económicas de este país (que es el centro de Latinoamérica) sumido en una terrible crisis de clases, en entreguismos económicos, intereses semifeudales y una penetración imperialista que lo convierten en una república para la cual no parece existir una salida; no obstante, definiéndose en su sabida posición comunista, Vallejo presenta al lector su esperanza, la de una «chispa luminosa» aparecida recientemente: el partido comunista constituido en el Perú en 1930.
El indigenismo, conocida orientación vallejiana en su obra narrativa, se establece también en su redacción periodística, y sus últimos textos dentro de este género se orientan al tópico del indio casi en exclusividad. En «Los incas redivivos», de enero de 1935, el tema es el indio en el momento actual. El texto plantea la evidente contradicción entre el disminuido indio de la actualidad con el antiguo arquitecto de la gran civilización inca. A través del dato arqueológico y estadístico, exhibe una visión de nuestro gran pasado milenario que estimula no solo el ojo del lector extranjero, sino también el del lector peruano frente a un proceso histórico desarrollado por una raza poderosa y que se nos figura tan lejana; característica que no debería avivar un discurso mesiánico de lo indígena, sino más bien una «reflexión de austero rigor científico».
Tres textos finales relacionados con la cultura inca y los Andes peruanos9 vuelven sobre la trascendencia no estrictamente de lo indígena, sino más específicamente del sujeto andino a partir de las lecciones que ofrecen, en primer lugar, su trabajo con la piedra, elemento arquitectónico que, en este caso particular, se presenta como una verdadera metáfora de la fortaleza cultural del antiguo Perú; en segundo lugar, la región geográfica andina como un tema serio de estudios, llamando la atención de los científicos del mundo para decidirse en determinar un punto de vista cabal (no solo arqueológico) de esta región, cuya importancia climática, agrícola, folclórica y artística debería motivar mucho más que una sonrisa desdeñosa; y en tercer lugar, la escultura inca como una manifestación de «vivo interés histórico para el estudio comparado de las artes plásticas en general».
He aquí el Perú de Vallejo en sus artículos periodísticos, uno que se presenta ante la retina de su reflexión, su recuerdo y sus planteamientos como una región que, desde Europa, muestra de forma palmaria la crisis de una sociedad recesada en el mundo y una identidad resquebrajada por el mal funcionamiento de su organización política, marco en el cual el indio, como secuela e imagen de un orgulloso pasado milenario, continúa siendo una posibilidad ante la incertidumbre de sus propios designios.
Notas
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1 Según la nota al pie de página del recopilador, en el libro que sirve de referencia para la totalidad de este artículo (Vallejo, César. Artículos y crónicas completos. Recopilación, prólogo, notas y documentación por Jorge Puccinelli. Tomo I. Lima: 2002. Pontificia Universidad Católica del Perú. p. 41), la presente crónica, publicada el 26 de febrero de 1924, alude probablemente a una actividad desarrollada el 10 de diciembre de 1923; y, de acuerdo con el mismo libro, la primera nota enviada por Vallejo desde París es de julio de 1923, publicada en El Norte el 26 de octubre de ese mismo año.
2 Redactada en abril de 1926 y publicada en Perú, órgano del Consolado Generale del Perú in Genova. Rivista mensile ilustrata di vita. Anno II, núm. 12, Genova, maggio 1926. (Vallejo, César, Artículos y crónicas completos. Recopilación, prólogo, notas y documentación por Jorge Puccinelli. Tomo I. Óp. cit., p. 222).
3 Redactada en París, en enero de 1927, y publicada en Mundial n° 353, del 18 de mayo de 1927. (Óp. cit., p. 396).
4 Redactada en Madrid, 1927, y publicada en Variedades n° 1013, del 30 de julio de 1927. (Óp. cit., p. 444).
5 Publicado en la edición n° 399 de este órgano parisino, del 5 de septiembre de 1925 (Óp. cit., p. 140).
6 Las cursivas con mías.
7 Las cursivas con mías.
8 Publicado en cuatro partes en Germinal de París bajo el título original de «Que se passe-t-il- au Perou». (Óp. cit. Tomo II, p. 899).
9 Extraído de Aula Vallejo n°s. 11, 12 y 13. Córdoba, Argentina 1972-1974.