Carlos Augusto Rivas
El problema de la tierra en el valle de Lurín
El nuevo libro de Carlos Augusto Rivas
Por Héctor Béjar
Fuente: librosperuanos.com
Setiembre, 2019
El nuevo libro de Carlos Augusto Rivas
Por Héctor Béjar
Fuente: librosperuanos.com
Setiembre, 2019
El libro de Carlos Augusto Rivas, Crónicas de las luchas campesinas en el valle de Lurín, nos ofrece una amplia visión histórica y política de los acontecimientos que determinaron el ingreso de esas tierras al proceso de reforma agraria de 1969.
Como narra Carlos Augusto Rivas, hoy se llama Villa Libertad la antigua comunidad de Casica-Olivar, situada en el valle de Lurín, uno de los tres valles que tenía Lima antes de que el desordenado crecimiento de la ciudad acabe con la mayor parte de ellos.
Antes de los incas, fue el señorío de Ychma. Cuando llegaron, los incas le pusieron Pacha Kamaq. En el siglo XVI se llamó Ichimay, Ychima o valle de Irma. En el siglo XVII, se llamaba Seneguilla, por las ciénagas que tenía. Ya en tiempos de la Independencia, la tierra pasó a manos de los generales y caudillos que la recibieron como recompensa por su participación en la guerra. Era la nueva oligarquía criolla, aquella que se convirtió en un conjunto de gamonales o terratenientes, que se comportaron igual como lo hacían los encomenderos en tiempos coloniales. De este modo, durante la república, las tierras eran cultivadas por campesinos herederos de las comunidades reconocidas por la colonia española. Los corregidores fueron reemplazados por los nuevos señores de la tierra: los hacendados criollos. Pero los hacendados no trabajaban, entregaban las tierras a sus administradores y estos hacían trabajar a los “indios”.
Los hacendados despreciaban y discriminaban a los campesinos, pero vivían de su trabajo. Como narra el autor, antes de la guerra con Chile, la hacienda de Lurín pertenecía a la familia Torre Tagle, probablemente heredera lejana de uno de los primeros presidentes de la República que murió trágicamente en el Real Felipe al lado de los españoles, después de traicionar a la causa emancipadora. Transcribo el testimonio que cita: “El general Manuel Baquedano, quien comandó la Guerra del Pacífico, era un gran amigo de los Ovalle Iñíguez y pasaba junto a su esposa, largas temporadas en Los Maitenes. A su vuelta de la guerra les obsequió una yegua de paso denominada “Atacalpa”, que a su vez le fue obsequiada por el señor Torre-Tagle, entonces dueño de la hacienda San Pedro, cerca de Chorrillos, antes de la ocupación
y saqueo de Lima.
El dominio de los hacendados no fue pacífico. La convencional y conservadora historia peruana es la historia de los generales y las clases dominantes; no es la historia del pueblo. Hubo indignación popular contra ese régimen de explotación. Se produjeron rebeliones de esclavos y campesinos entre ellas las de Salomé, Hermenegildo y José Patricio.
La traición de Torre Tagle en 1823 se repitió frente a los chilenos en 1880. En esa hacienda, atendidos por la hospitalidad de sus dueños, mientras el país era humillado y se desangraba, los invasores del ejército chileno prepararon la fase final de la campaña.
Los chilenos no destruyeron Lurín porque Torre-Tagle tenía amistad con el jefe de la tropa chilena y encima, como dice Rivas, le obsequió un caballo de paso, elegante y fino.
En los años cuarenta del pasado siglo, los hacendados convirtieron las chacras donde se sembraba alimentos y había árboles frutales, en algodonales para la exportación a Estados Unidos o para las industrias textiles peruanas. El lucro, y no la alimentación del pueblo, era su objetivo. Hubo una transformación de los campesinos comuneros en yanaconas y obreros. Muchos tuvieron que dedicarse a la pesca para sobrevivir. Todavía las liceras, pequeñas lagunas formadas por agua de mar, eran abundantes en peces y se podía pescar en ellas.
La producción agrícola sirvió primero a los conquistadores, luego a los encomenderos y después a los hacendados. Al producirse la revolución militar encabezada por el general Juan Velasco Alvarado, en octubre de 1968, el valle de Lurín fue exceptuado de la Reforma Agraria de 1969. Eran tierras bajo la influencia directa de la Marina y se las reservaba para la expansión urbana. En los primeros momentos, Velasco tenía que equilibrar sus relaciones como presidente de la Junta Revolucionaria que incluía a los almirantes conservadores de la Marina.
Los campesinos organizados de esta forma presentaron un memorial al general Leonidas Rodríguez, quien había sido uno de los coroneles radicales de la intervención de octubre, ya por entonces jefe del Sistema Nacional de Movilización Social SINAMOS. Pidieron que las tierras del valle sean incorporadas a la ley de Reforma Agraria como ya lo estaban otras tierras de la costa y la sierra. Rodríguez respondió: “Si los campesinos de Casica no han sido atendidos, que invadan las tierras y nosotros los apoyaremos”. Los generales revolucionarios coordinaban con los campesinos para llevar adelante el proceso de reformas que era obstaculizado por los sectores conservadores.
Los campesinos de los tres valles, Rímac, Chillón y Lurín, formaron la Liga Agraria de Lima. Organizaron la toma de tierras. Los funcionarios del Ministerio de Agricultura realizaron las inspecciones de las tierras de Casica, Olivar y Las Palmas. Solo las dos primeras fueron consideradas dentro del ámbito de la Reforma Agraria, mientras que Las Palmas quedó postergada por falta de documentación.
El Ministerio de Vivienda, manejado por la Marina, se oponía aferrándose a su propuesta de expansión urbana. En Casica, valle de Lurín, el 5 de marzo de 1973, tomaron las tierras que estaban en manos de gamonales y arrendatarios. Denunciados por los propietarios tuvieron que comparecer ante el fuero judicial por promover actos “vandálicos”.
Decidieron entonces una acción espectacular: la toma de la Catedral de Lima. Con ese objetivo, se agruparon 400 personas de los tres valles, el viernes 28 de mayo de 1973, con sus hijos y demás familiares.
La ocupación de la Catedral de Lima determinó que se dé finalmente la ansiada ley de afectación de los tres valles. Se constituyó entonces el Comité Especial, integrado por campesinos del valle de Lurín, que más tarde fue convertido en Empresa de Propiedad Social y un Complejo Agro Industrial. Pero Francisco Morales Bermúdez derrocó a Velasco mediante golpe de Estado en agosto de 1975. A partir de ese momento, se inició la regresión del proyecto de autogestión campesina. El Estado retiró su apoyo y los monopolios capitalistas continuaron su labor de depredación del valle para la denominada expansión urbana. Esa es la situación actual. La defensa del valle es primera prioridad para quienes quieran conservar esa parte de la despensa de Lima.
El tema de la tierra en el valle de Lurín aún no está resuelto. Por eso, el libro de Carlos Augusto Rivas tiene extraordinaria importancia.