Por Gustavo Flores Quelopana
Fuente: Librosperuanos.com
Julio, 2016
Este año 2016 es de efusiva y sentida conmemoración del Cuatricentenario del célebre y ejemplar Inca Garcilaso de la Vega. Y sin embargo cuán cerca y presente lo tenemos. Se ha ido para siempre, pero, paradójicamente, su legado nos interpela y asedia desde los más diferentes ángulos. Al estupor de no saber qué le ha acontecido al muerto se añade el asombro sobre lo que nos acontece a nosotros con su memoria viva. Eso es ser un clásico. Cuando cada época reverbera poliédricamente en nuevos sentidos significativos sobre una obra. Y la obra de Garcilaso, breve en número pero extensa en profundidad, es un prisma iridiscente de la peruanidad universal.
La naturaleza palimpséstica del ideario garcilasiano impone la necesidad epistémica y hermenéutica de abordarlo interdisciplinariamente desde la historia, la literatura, la sociología, el psicoanálisis, la lingüística y también desde la filosofía. Y es aquí, desde la hermenéutica filosófica, donde más claramente brilla la naturaleza intrínseca de un clásico, esto es, cuando su mensaje no se agota en lo dicho, sino que se ahonda en lo sugerido, entrevisto, atisbado e intuido. El universo garcilasiano lejos de exigir un ejército de glosadores y repetidores de citas se vuelve desafiante, para exigir al pensamiento contemporáneo nuevas perspectivas a añejos problemas.
Uno de ellos, y quizá el más crucial en el debate filosófico actual, es si hubo al interior del pensamiento mítico incaico -y andino ancestral en general- lo que se llama reflexión filosófica en sentido estricto y no laxo. Y el Inca es partidario de ello al presentar a los Amautas como filósofos.
No vamos a insistir en lo que la crítica autorizada y erudita ya ha demostrado, a saber, que Garcilaso es veraz en el impulso y en la letra. No hay impostura en él. Así, siguiendo a José de la Riva Agüero y Raúl Porras Barrenechea, no cabe sino tomar como es debido, o sea en serio, la fórmula de Garcilaso sobre los “amautas-filósofos”.
Esto fue precisamente lo que hice desde el año 2006 en mi obra “Los amautas filósofos”. Aunque en realidad mi ruptura con el criterio eurocéntrico de la filosofía data desde 1998 (véase mi libro Eurocentrismo y filosofía prehispánica), el contacto con el Inca fue una pista poderosa –junto al universalismo filosófico de Jaspers y a la crítica conceptolátrica del logos occidental por el posestructuralismo- para formular la categoría de lo “mitocrático” desde el 2007.
Sí, no hay duda, soy garcilasista no en la letra sino en el espíritu. Porque qué otra cosa significa reconocer en los Amautas la condición de filósofos. Significa otorgar a la filosofía misma una multivocidad, un polimorfismo y una esencia que no se agota en un orbe cultural, sino que sus raíces se hunden en la misma condición humana.
Si esto es cierto, como creo que lo es, entonces el Inca Garcilaso sería el adelantado en la formulación de la categoría de lo mitocrático y de un etnocentrismo filosófico no eurocéntrico. Esta postura queda honrada actualmente también por la obra del filósofo Víctor Mazzi Huaycucho (véase su libro Inkas y Filósofos, 2016). Y es que el legado filosófico del Inca exige no ser un manumiso escolarca y erigirse en un arriesgado pensador.
Es más, en el fondo lo que deja planteado también es no sólo la reivindicación de la filosofía en la cultura ancestral andina o que la filosofía en el Perú antiguo no fue mera cosmovisión -como continúan repitiendo erróneamente el rezago de las huestes eurocéntricas-, sino, en primer lugar, una nueva relación entre logos y mytho. En este punto es importante resaltar su concepción de la deidad inca Pachacamac como “Vivificador” y no como “Creador”. O sea subyace la idea de un absoluto dinámico. Y esto es así porque Garcilaso no sólo es un connotado filólogo -como bien queda demostrado por el insigne lingüísta Rodolfo Cerrón Palomino (véase Tras las huellas del Inca Garcilaso, Boston 2013)-, sino que también es un penetrante filósofo de la historia, que advierte que la importancia de la correcta traducción de la palabra “Camac” trasciende lo lingüístico y etimológico y hunde sus raíces en lo teológico-metafísico.
Efectivamente, eso es lo que hace falta. Hay que reencontrarnos con el Inca no en la letra muerta sino en el espíritu vivo. Y esto exige creatividad, asunción crítica y atalayar nuevos horizontes -un ejemplo vivo de esto es el libro de José Antonio Mazzotti "Encontrando un Inca", Boston 2016).
En nuestros días esta nueva relación entre logos y mytho entrevista por Garcilaso al interior de la filosofía se ha esclarecido gracias a los avances del psicoanálisis, al destacar el significado racional de lo onírico; la antropología cultural, al revelar la consistencia lógica del pensar participativo; el universalismo filosófico jaspersiano; la lingüística en el estudio de lo simbólico; la nueva lógica con la aceptación que la razón humana emplea lógicas diferentes al mismo tiempo y en situaciones distintas; el intuicionismo filosófico reivindicando la legalidad epistémica de la intuición; la poesía en la revalorización de la metáfora; la crítica al logocentrismo de Occidente por la filosofía posestructuralista; el sentido mesocósmico de la filosofía andina desde la filosofía de la cultura; la hermenéutica que nos conduce hacia hermenéutica remitizante que cuestiona a nuestro pequeño diosecillo terrestre de la posmodernidad; y el existencialismo filosófico que hizo evidente que se filosofa por razones existenciales antes que teoréticas.
Es decir, la grandeza de un clásico estriba más en lo que sugiere que en lo que afirma. Porque en lo sugerido está la superación de su propio peldaño que garantiza el avance del conocimiento. En el fondo lo que exige Garcilaso a la mirada del filósofo es advertir el potencial filosófico de sus brillantes e inmarcesibles páginas.
Que esto no haya ocurrido antes no es difícil de entender si partimos de la constatación que se trata del pensamiento de los “vencidos” y “oprimidos”. Y también porque las nuevas herramientas conceptuales recién contribuyen a esclarecer su sentido. Sólo había que hacer las conexiones necesarias y acuñar la categoría correspondiente. Y esa fue mi tarea garcilasiana. Por eso mi valga mi sentido homenaje al ilustre cusqueño, doblemente apreciado y valorado. Y espero que en el impoluto Parnaso donde habita el Inca, los manes protectores le hagan llegar.
Lima, Salamanca 14 de Julio del 2016