Por Edgar Montiel
Fuente: Librosperuanos.com
Marzo, 2015
I Asunción de la Historia
En 1931, cumplido 16 años, Octavio Paz Lozano accedió a la Preparatoria en el antiguo Colegio San Ildefonso. A nadie llamó la atención que el recién llegado se desatara organizando grupos de literatura y actos de contenido político. Venía de la Escuela Secundaria de la Colonia Juárez con una famita de activista, conocido por haber incitado a sus compañeros a declararse en huelga, por lo que pasó dos noches detenido en la Estación de Policía, que nunca olvidaría. En la Prepa sabían que su abuelo Irineo Paz Flórez había sido liberal y masón -autor y lector voraz-, y que su padre Octavio Paz Solórzano era un conocido militante del ala zapatista de la Revolución Mexicana.
En San Ildefonso aflora su pasión por el conocimiento, lo atrapa la discusión intelectual y la escritura de poemas. Funda con sus compañeros la Unión de Estudiantes Pro Obreros y Campesinos. Tiene afinidad con los maestros Samuel Ramos -el “filósofo de lo mexicano”-, y los poetas José Gorostiza, Carlos Pellicer, Jorge Cuesta y Xavier Villaurrutia. Aquí nace, junto a la poesía, un impetuoso interés que marcará toda su vida: la Historia de México, sus culturas antiguas, sus ricas tradiciones populares y el torrente sapiencial que recoge la lengua hablada. Será un poseso de la historia y la cultura mexicana. Con este bagaje estudiará la literatura de América y dialogará con la tradición de Oriente y Occidente.
Sobre el estante
Entre un músico Tang y un jarro de Oaxaca
Incandescente y vivaz,
Con chispeantes ojos de plata,
Nos mira ir y venir
La pequeña calavera de azúcar.
Piedras sueltas
¿Qué significa esta inundación de Historia y Cultura de México en la mirada del joven poeta? ¿Adquiere una sensibilidad nacionalista o romántica? Hay algo cultual en esto, con esta visión entenderá su entorno y el universo, será la palanca de Arquímedes del verso y la prosa con que moverá el mundo. Un pacto de “piedra y flor”, arquetipo que expresa permanencia e inmediatez, lucidez y delirio, amor y desamor, lo justo y injusto, una poética de la historia nacida temprana para revelar la América escondida (1). En las Notas de su primer viaje a Yucatán, Octavio Paz “reivindica la conservación y la fuerza de lo maya en la península. Fustiga al imperialismo, a los latifundistas, al espíritu de casta”, apunta Alberto Ruy Sánchez (2). Este viaje iniciático interpela la conciencia del joven Paz, le muestra la miseria material de los pueblos ancestrales, su estado de abandono, y señala al Henequén como el símbolo de la explotación y la agonía: “Se cumple aquí, como en todo régimen capitalista, aquello de que el hombre vive de la muerte del hombre” (El Nacional, mayo 1937).
Ante los desafíos que afronta México y el mundo –el sabotaje de la reforma agraria Cardenista, el estallido de la Guerra Civil en España, el avance arrollador de Nazismo en Europa- el joven poeta suma su acción y su voz a la resistencia. En junio del 37 con 23 años está en Paris, de tránsito a Valencia, al Congreso de Escritores por la Defensa de la Cultura. Es cuando conoce a César Vallejo, “...asistí a una cena para despedir a los que iban al Congreso. Nosotros salimos un día después. En esa cena conocí a César Vallejo. Imagínese mi emoción. Lo volví a ver en Valencia y viajamos juntos en automóvil a Madrid”(3). Vallejo y el delegado más joven del congreso comparten también posiciones en los agitados debates sobre “la acción de los intelectuales frente a los retos mundiales”. Con Malraux, Neruda, Pellicer, Carpentier, Aragón, Benda y Vallejo, son favorable a un “firme compromiso con la escritura y la acción”.
Esta discusión dejó en Paz una estela de reflexión, en particular sobre los “versos de coyuntura”, de “compromiso” político o social, que contrastan con su entendimiento de la historia. El joven Paz había hecho su propia experiencia de “poeta comprometido” al escribir No pasaran, dedicado a los republicanos españoles, pero pronto encontró en sus versos una retórica artificiosa. Así como las flores no son conscientes de su belleza y aroma, Paz llegó a la conclusión que...
Cantan los pájaros, cantan
Sin saber lo que cantan:
Todo su entendimiento es su garganta
Condición de nube
Buscando su propio registro, el poeta experimenta distintas escrituras -desconfía del automatismo surrealista y del lirismo romántico. Abierto, decide responder al llamado de la Poesía explorando su propio mundo, superando cánones trajinados, pues su desafío personal era hacer volar la mariposa de obsidiana. En la Comunidad encontrará ese lenguaje raigal para que en sus poemas haya poesía. Una invitación al dialogo con las piedras, a oír los manantiales, descifrar el movimiento de las nubes, rotar con las estaciones, hundirse en la memoria colectiva, comprender el habla popular, hasta lograr la palabra primera. Colmado de oquedad y apostando a futuro, Octavio Paz confiesa en El arco y la lira los secretos de su oficio, su credo estético, pues estamos ante un poeta-mediador de la comunidad:
La poesía vive en las capas más profundas del ser (…). El poema se nutre del lenguaje vivo de una comunidad, de sus mitos, sus sueños y sus pasiones, esto es, de sus tendencias más secretas y poderosas. El poema funda al pueblo porque el poeta remonta la corriente del lenguaje y bebe en la fuente original. En el poema la sociedad se enfrenta con los fundamentos de su ser, con su palabra primera. (4)
II Las luces del saber
En todo auténtico “entusiasmo” (en theos) por el arte, la historia o las culturas, hay algo del enigmático soplo divino. Platón sostenía que el poeta es un poseído: la Divinidad habla por su boca. Nuestro Poeta -nótese la apropiación social- no busca seguir el ego de un canon literario sino que hace de la exploración persistente del saber la vía para acceder a la ansiada revelación poética, esa suerte de epifanía que daría al rapsoda clarividencia y sagacidad. Ciertos poemas y ensayos de Octavio Paz alcanzan ese toque sapiencial, trasmiten ese soplo -inspiración- con excepcional claridad, belleza y hondura. Por eso las palabras de Poeta son celebradas y temidas.
¿Y qué pasa con los receptores del Poema, Ensayo, Manifiesto o Artículo de diario? Para Paz son más que un “lector” en el sentido usual, el que recibe el Mensaje es testigo y protagonista. La comunicación lleva a la comunión, están reunidos en un cuerpo orgánico. Memoria viva capaz de lograr lo que sueña, transformar el mundo si necesario. Al poeta lo crea el Pueblo-el Pueblo es creado por el poeta: consciente de esta ecuación, el Poeta extrema su sentido del Deber, se juega la vida en cada palabra, está en manos del Lector-Pueblo; éste, que enciende la chispa para alumbrar (o incendiar) el mundo. El poema es un campo minado de significaciones que estalla en cualquier lectura.
“El poema es creación original y única, pero también es lectura y recitación: participación. El poeta lo crea el pueblo, al recitarlo lo recrea. Poeta y lector son dos momentos de una misma realidad. Alternándose de una manera que no es inexacto llamar cíclica, su rotación engendra la chispa: la poesía”
En ese memorable esfuerzo de los años setentas, cuando intelectuales y políticos estaban empeñados por hacer inteligible la realidad americana, a veces desconocida, nuestro Poeta optó por caminos distintos al “indigenismo”, el “realismo mágico”, el “desarrollismo” o las “teorías de la dependencia”, y prefirió remontar las raíces históricas y culturales -”raíz de luz” dijo- para descifrar las claves del laberinto. Inconforme con la pura ficción o el mero cientificismo, trabajo intenso para darle a la Literatura un alcance cognitivo y predictivo, sabe que los poetas y novelistas ven lo que no ve el científico o el político. La literatura puede acceder a la realidad oculta, a condición que se sepa leer lo tangible y lo intangible de la realidad. La alternativa de Octavio Paz resultaba pertinente, era una respuesta a la necesidad de completar el proceso cognoscitivo, necesariamente interdisciplinario: tender los puentes entre Conocer y Sentir, Razón y Emoción, Objetivo y Subjetivo. “Ganaras la luz” con el sudor de tu frente, exigía el poeta León Felipe. Fiel a esta divisa, Octavio Paz supo fundar una poética personal, elaborar un pensamiento sistémico, contar con una visión política consistente (conoció el Estado desde adentro), en suma, levantar una voz propia:
“Nadie habla por boca del poeta, excepto su propia conciencia; el verdadero poeta no oye otra voz, ni escribe al dictado: es un hombre despierto y dueño de sí mismo”
En un poema-manifiesto sobre los lazos entre Poesía e Historia dice:
La poesía,
Puente colgante entre historia y verdad
No es camino hacia esto o aquello:
Es ver
La quietud en el movimiento,
El transito
En la quietud.
La Historia es el camino:
No va a ninguna parte,
Todos lo caminamos,
La verdad es caminarlo.
No vamos ni venimos:
Estamos en las manos del tiempo.
III Ensayar es pensar
Por motivos académicos dedique el año 1979 en París a una Tesina sobre las tendencias de la filosofía latinoamericana. Revisé los libros de Historia de las Ideas de Arturo Ardao, María Luisa Rivara, Arturo Andrés Roig. Repasé las tesis de la Filosofía de la Liberación de Augusto Salazar Bondy y Enrique Dussel; y las de Teología de la Liberación de Gustavo Gutiérrez. Leí las reflexiones filosóficas de Francisco Miro Quesada, y las de ciencias sociales de Fernando Henrique Cardoso, Paulo Freire, Celso Furtado, Orlando Fals Borda, Anibal Quijano, pero ¿dónde encontrar en París a los autores mexicanos?
Gracias a la biblioteca del Lic. Luis Echeverría, entonces Embajador de México en la UNESCO, pude leer a mis anchas a Leopoldo Zea, Silvio Zavala, Abelardo Villegas, Luis Villoro, Rodolfo Stavenhagen, Guillermo Bonfil, y fue grato encontrar los ensayos y poemas de Octavio Paz. Comencé por El ogro filantrópico, que venía de publicarse, luego Corriente alterna (1967) y Posdata (1970), y no escapó a mi curiosidad una edición de bibliófilos, El laberinto de la soledad, edición de Cuadernos Americanos de 1950. En Poesía me sedujo Libertad bajo palabra.
Al realizar una atenta lectura saltaba a la vista los obvios contrastes entre libros de ciencias sociales, de filosofía, y los del Poeta Octavio Paz. Pero esta lectura de conjunto permitía ver a su vez las convergencias, divergencias y complementariedades nítidas existentes entre estas obras, que en los años setentas conformaban ya un relevante corpus textual destinado a mostrar las realidades económicas, sociales y políticas de nuestros países, visualizar las estructuras de pobreza y marginación, la posición dependiente y periférica de América Latina y, lo más importante: formulaba propuestas necesarias de cambio estructural. Me sorprendió, sin embargo, ver que en este ejercicio las disciplinas académicas estaban demasiado disciplinadas... tiesas, sin dialogar entre ellas, los saberes no circulaban, impidiendo alcanzar una visión integral y compleja. Comprendí que ¡Los autores de ciencias sociales no leían literatura y filosofía, y viceversa ¡ Cada uno estaba en su esquina.
Así, libros de esos años como Yo El Supremo (Roa Bastos), El otoño del Patriarca (García Márquez) y El recurso del método (Carpentier), que mostraban -en la hora pico de las Autocracias en la región- las estructuras ocultas del poder dictatorial, no se leían en los ámbitos de las Ciencias Políticas. Hoy en día, tópicos como exclusión, violencia urbana, culturas dominadas, estaciones violentas, soledad y comunión, violencia de género, corrupción, amores perros, terrorismo, narcotráfico, pandillas, trata de personas, etc. cuentan con abundante literatura que muestran desde adentro, con objetividad y subjetividad, realidades encubiertas aptas para una lectura sintomática, que contribuyen a entender la realidad.
Una práctica intelectual autista, ausente de interdisciplinaridad, lleva a visiones fracturadas, imparciales, donde se divorcia ciencia, estética y ética. Menoscaba además la dimensión subjetiva, emocional, predictiva del Mensaje, y no valoriza la calidad de comunicación con el Lector, esa transmisión con escritura limpia y persuasiva. En este sentido Octavio Paz fue un autor de referencia, fue a contracorriente de los modelos reinantes, tendiendo puentes entre disciplinas, abierto a la innovación social y científica, apelando a autores de diversas regiones del mundo, fundando sus análisis en la ciencia y la consciencia, el saber y la sabiduría, lo racional y lo emocional, todo trasmitido con una escritura esmerada. Eso se encuentra en sus ensayos como en sus frecuentes análisis políticos, una de sus pasiones críticas, donde se advierte su conocimiento de las estructuras del poder y una preocupación anticipativa sobre la evolución de la Sociedad.
Este fue el aporte de Octavio Paz al boom de las ciencias sociales y humanas alcanzado por América Latina en esas décadas. Detonación atenuada, cierto, por otro boom mas visible y resonante como fue el de la Novela Latinoamérica, con Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes y Mario Vargas Llosa a la cabeza. Por supuesto entre ambos se establecieron algunos vasos comunicantes, temas compartidos. Octavio Paz jugó un rol relevante en ambas orillas, fue una vez más mediador, pues su Poética, sus ensayos de ideas y sus análisis de coyuntura tuvieron y tienen un lugar de mérito en las ciencias sociales y humanas de América Latina. En la Tesina para la Sorbona dejé anotado mi lectura de Octavio Paz y su contribución al movimiento de ideas en el continente como filósofo de la cultura que es:
“El largo proceso latinoamericano de cambios...creó sus teóricos y pensadores, que iban del economista Gunder Frank, que proclamaba la inexistencia del feudalismo, a Paulo Freire que puso en marcha la “educación concientizadora”, y el sacerdote Gustavo Gutiérrez, que integra la Teología de la Liberación al movimiento contra la opresión. Comprendía además a hombres como Octavio Paz, cuidadoso de que las revoluciones no perdieran la libertad del ejercicio crítico.”
Trabajo publicado por Don Jesús Silva Herzog en Cuadernos Americanos, entrega de noviembre de 1980 (5)
IV Autoridad de la Palabra
De modo que estuve preparado cuando encontré por primera vez a Octavio Paz, a mediados de 1981, en una Jornada Internacional de Poesía en la Sala Netzahualcoyoc, de la UNAM. Me sumé a una plática que sostenía con el escritor Homero Aritjis. Después de pasar un rápido tanteo, se dio cuenta que conocía sus libros y charlamos con calidez un buen rato.
- ¿Y qué vas a hacer en México?
- Trabajar un proyecto sobre juventud e investigar pensamiento americano con el Dr. Zea.
- ¿Con Leopoldo? Muy bien, búscame...
No fue necesario, cada principio de mes lo encontraba en Vuelta. Director de una esmerada tribuna intelectual y literaria, de corte liberal, con plumas reconocidas. Mensuario crítico no conformacional con el Estado pero censor sistemático de la forma como el Partido Revolucionario Institucional conducía las políticas públicas. En la línea de crítica severa a la concentración del poder expuesta en Posdata, ahora mes a mes su pluma atizaba la chispa en favor de la renovación política, la democratización del país y de las instituciones. Es cuando publica “El PRI hora cumplida” (1985), artículo-proclama, anunciando que la hora de la alternancia de Poder había llegado por fin a México.
En mi aprendizaje de México, el claro magisterio que ejercía en la ciudadanía resultó de mucho provecho, formaba parte del paisaje intelectual y político de la ciudad. Presente en la prensa, la TV, los libros, las universidades, los homenajes, sus palabras orientadoras eran atendidas en temas cruciales. Voz de un “caudillo cultural” diría Enrique Krauze, discurso del “aparato ideológico de Estado”, en concepto althuseriano, u oráculo a mano para pronosticar el devenir. Era el mensaje patriarcal del Líder Intelectual reconocido por todos (al modo de Vasconcelos, que fue su modelo), que conocía bien la historia de México, la idiosincrasia del mexicano, los recursos del poder, y que participó activamente -esto hay que tenerlo presente- en la construcción del Estado Nacional desde los cauces de la Revolución Mexicana, “que irrumpe en nuestra historia como una verdadera revelación de nuestro ser”, dijo en su momento (6) En los momentos de graves encrucijadas, asume la responsabilizar de pronunciarse. La alta dirigencia del Estado lo consideraban miembro de la familia revolucionaria, y en esa condición asumió con dignidad altas funciones de Estado. Como intelectual y creador tenía plena consciencia de su autoridad. En el Estado siempre hizo respetar -en el rejuego de intereses partidarios- los fueros del sector cultural, educativo e intelectual, incorporados como categoría social, desde la época de Vasconcelos, para trabajar al servicio del nuevo Estado mexicano gestado por la revolución. Situación inusual en América Latina, pues hasta la fecha el sector intelectual ocupa casi un tercio de posiciones decisorias del Estado mexicano.
La visión que conservó del Estado desde sus años mozos fue la de un “nacionalista revolucionario”, para quien el Capital, el Trabajo, y las Instituciones trabajan unidos en favor del bien común. Profesional de la diplomacia, en diversas ocasiones se mostró contrario a la hegemonía de los Estados Unidos, actitud que guardó desde su viaje a USA tras la 2da Guerra Mundial, cuando concibe El laberinto de la soledad. Esta estructuración mental de Octavio Paz no siempre fue bien entendida, en particular por las nuevas generaciones, dando lugar a serios equívocos. Enrique Krauze, su principal asistente en Vuelta, entrevistado por Carmen Aristégui, apuntó que el “marxismo crítico” de Paz “nunca dejó de estar”, que “Paz escribe para la lectoría de izquierda. Son los únicos que le importa y hasta cierto punto son los únicos que existen” (Aristegui Noticias, 1ro de abril 2014). Veamos esto de cerca.
Octavio Paz conocía desde adentro al Ogro filantrópico y estaba perfectamente familiarizado con las revoluciones de su siglo: activo en la mexicana, la primera revolución del siglo XX, militando al lado de José Vasconcelos. En 1986, al prologar la reedición del libro Tres revolucionarios, tres testimonios, cuya parte dedicada a Zapata fue escrito por su padre, Octavio Paz Solórzano, destaca que esta “es una resurrección oportuna: sus nuevos lectores encuentran en esas páginas más de una analogía entre la presente situación de nuestro país y la de 1910. Vivimos el fin de un proceso histórico y la pregunta que hoy muchos nos hacemos es parecida (aunque no idéntica: hay diferencias considerables) a la que se hicieron, hace setenta y cinco años, nuestros padres y nuestros abuelos. Esta pregunta puede formularse así: ¿cómo podremos llegar, sin trastornos ni disturbios, de manera pacífica y gradual, a formas de vida más democráticas, pluralistas y civilizadas?” (7)
Siguió de cerca la revolución rusa, receptivo a las ideas de Trotsky, pero crítico frontal de Stalin y sus seguidores. Atento estudioso de la china. Defensor de la autodeterminación de Cuba en los años sesenta, pero crítico de la falta de libertades. Siempre alerta a los grandes sucesos del mundo, como la caída del Muro de Berlín y el colapso de la URSS, sobre los que escribió lúcidos ensayos en Vuelta. Actuaba como un hombre libre, que opinaba según su consciencia -no su conveniencia. En sus últimos años no se sumó al proselitismo neoliberal, promovida por fundaciones opacas. Fue liberal en política y en economía partidario de la economía mixta, donde el Estado y el Mercado tienen cada uno su papel. A principios de los noventa, tras el derrumbe del campo socialista, y serenada su relación con el sector izquierdista de la inteligencia mexicana, se puede decir que sin mucho ajetreo Octavio Paz Presidía la República de las Letras.
Esta relativa tranquilidad no duró mucho. A principios del 94 se producen 3 hechos que violentaron radicalmente la vida mexicana: el alzamiento del Ejercito Zapatista de Liberación en Chiapas, el inició del Acuerdo de integración económica de México con los Estados Unidos, y el asesinato político de Luis Donaldo Colosio, candidato a la presidencia, que rompió la ritual sucesión presidencial establecida por el PRI, desatando una alternancia accidentada en el poder tras 80 años de reinado priista.
Habituados a la pasión crítica del Poeta, la ciudadanía seguía expectante su palabra oracular, su reflexión serena. Acremente criticado desde la Izquierda por Heriberto Castillo -a quien había ayudado a fundar el Partido Mexicano de los Trabajadores- por su excesiva cercanía con los Presidentes Salinas y Zedillo, el Grupo Televisa, y liderar los equipos intelectuales neoliberales del Poder. Se lamentaban que el Intelectual Independiente por excelencia haya perdido su libertad crítica y que sus pronunciamientos tuvieran poco filo. En el número especial de Vuelta dedicado a Chiapas y los Zapatistas (febrero 1994), luego de reconocer la pobreza extrema y el abandono de los pueblos indígenas expuesta por los alzados, su argumento central fue:
“Muchos por obcecación ideológica y por espíritu de partido; otros por una operación de transferencia psicológica, bien conocida de los psicoanalistas, que consiste en proyectar nuestros sentimientos de culpa sobre cualquier chivo expiatorio ad hoc (papá, maestro, gobierno); otros por cálculo: siempre reditúa afiliarse a una “buena causa” y usarla como un trampolín publicitario; y otros más por una mezcla indefinible y explosiva de buenos sentimientos y malas razones.”
A todas luces este razonamiento resultó insuficiente. Los zapatistas evocaban conceptos de autonomía política, autodeterminación en la gestión de sus tierras, consulta a los pueblos originarios, participación en la vida democrática, dignificación de la vida. Pero nuestro Poeta tenía todavía fincada en la mente el paradigma liberal de principios del siglo XX: Un pueblo-Un territorio-Una Nación-Un Estado-Una República, un nacionalismo que desconocía la diversidad cultural y la pluralidad institucional, el reconocimiento de las minorías (8). Al irse hasta Freud y la socorrida “transferencia” era claro que nuestro amado Poeta tenía una revolución de atraso, aquella que reclama hoy la ciudadanía intercultural, las identidades abiertas a la diversidad, la gobernanza democrática, el surgimiento de Estados Multinacionales, las autonomías territoriales, las consultas a los pueblos ancestrales en proyectos extractivos. (9)
Hay que tener muy presente que en esos años Octavio Paz estaba librando silenciosamente otra batalla, culminante para él en ese fatídico año de 1994, que no podía eludir ni transferir: la lucha por su propia vida. En julio de ese año en una operación a corazón abierto le instalaron un marcapaso. Se sometió a un régimen de cuidados intensivos, le pronosticaron cáncer, y se inició el descuento de su tiempo vital. Con Marie José se esforzaron por llevar este trance con la mayor dignidad. Pero se desató la avalancha de homenajes, premios, honoris causas, conferencias, condecoraciones, creación de fundaciones, declaraciones, reportajes y viajes, que el Premio Nobel soportó con redoblado estoicismo.
Fue un entrometimiento público inadmisible en las horas de un Hombre que, pensando en sus lectores y en México, quería disponer sus días para organizar sus papeles, sus últimos escritos, y en particular los textos de contenido político. En esos “días de prueba”, así le llama, su preocupación por México siempre estuvo primera. En el número de Vuelta dedicado a Chiapas confiesa: “Nos decidimos a publicar este suplemento de Vuelta no por fidelidad a una doctrina o a un partido sino movidos por varias convicciones. La primera es la conciencia de la gravedad de la hora. Nadie sabe qué es lo que nos espera: si la concordia y la democracia o una caída en uno de esos períodos de caos que, desde la Independencia, se han sucedido en nuestra historia con una cruel constancia (10)
IV
Al celebrar reconocidos la pasión crítica de Octavio Paz y valorar su elevada conciencia histórica, este año nos trae también la triste noticia del viaje definitivo de Gabriel García Márquez a Macondo. Circunstancia que invita a testimoniar a ambos Premios Nobel una profunda gratitud por la Obra que dejan a la Humanidad. Oportunidad para recibir, esperanzados, a las nuevas escrituras que surgen vitales y creadoras en Nuestra América. Para renovar la hermandad, nada mejor que las palabras del propio Octavio Paz al recibir el Premio Nobel en 1990:
“Hace años, una noche en el campo, mientras contemplaba un cielo puro y rico de estrellas, oí entre las hierbas oscuras el son metálico de los élitros de un grillo. Había una extraña correspondencia entre la palpitación nocturna del firmamento y la musiquilla del insecto. Escribí estas líneas:
Es grande el cielo
Y arriba siembran mundos.
Imperturbable,
Prosigue en tanta noche
El grillo berbiquí.
Estrellas, colinas, nubes, árboles, pájaros, grillos, hombres: cada uno en su mundo, cada uno un mundo, y no obstante todos esos mundos se corresponden. Sólo si renace entre nosotros el sentimento de hermandad con la naturaleza podremos defender la vida. No es imposible: fraternidad es una palabra que pertenece por igual a la tradición liberal y a la socialista, a la científica y a la religiosa.
Nota biográfica
1- El mexicanista inglés David A. Brading ilustra en su libro Octavio Paz y la poética de la historia mexicana (FCE 2002) la relación umbilical -nutricia- entre el Poeta y la Historia de su país. Estudio expuesto en el Coloquio Internacional por el Cincuentenario de la publicación del Laberinto de la soledad, México DF, 2000
2- Alberto Ruy Sánchez, Una introducción a Octavio Paz, FCE 2013
3- Octavio Paz, El arco y la lira, FCE 1967, segunda edición corregida y aumentada.
4- Citado por Edgar Montiel en “Vallejo en Paz”, Diario Uno más uno, México DF 28 de abril 1991. Texto publicado también por Aurelio Miro Quesada en El Comercio, Lima 1993.
5- La versión completa de este trabajo se incluye en, Edgar Montiel El Humanismo Americano, FCE 2000, Lima.
6- Octavio Paz, El laberinto de la soledad. Cátedra Ediciones, Madrid 1993. Edición actualizada por Enrico Mario Santi
7- Prólogo de Octavio Paz al libro Tres revolucionarios, tres testimonios. Editorial Offset, EOSA, 1986 México DF
8- Ver Fernando Vizcaíno, “Octavio Paz; los años del nudo ciego, 1994-1998” Cuadernos Americanos 147, enero-marzo 2014
9- Edgar Montiel, El poder de la cultura. Recurso estratégico del desarrollo durable y la gobernanza democrática. Lima, FCE 2010
10- Octavio Paz, “Presentación”, Chiapas: días de prueba, suplemento extraordinario de Vuelta, núm. 207, México febrero 1994
Nota Biográfica:
Eddgar Montiel: Filósofo, Ensayista, autor de "L'Humanisme americain" (L'Harmatan, Paris 2011), "El poder de la cultura" (FCE Lima 2010) y "Gobernar es saber" (FCE Lima 2005). Jefe de Políticas Culturales de la UNESCO, Paris 2001-2009. Profesor Honorario de la Universidad Mayor de San Marcos, de Lima.