Por Paco Moreno
Fuente: La Primera, Lima 11/08/13
http://www.laprimeraperu.pe/online/entrevista/de-cesar-calvo-hasta-berlusconi_146408.html
El italiano Antonio Melis llegó por primera vez al Perú en 1970. Dejó las maletas y abrió su mente y su corazón. Construyó amistades, visitó lugares recónditos y descifró, mediante la investigación, algunos misterios de sus grandes personajes de estudio: José Carlos Mariátegui, César Vallejo y Arguedas.
Es muy curioso, pero nadie sabe exactamente las razones reales por las que vive enamorado de América Latina. Cuando era joven, con las antenas alertas para todo, quedó fascinado por la literatura de Borges, Asturias y otros; y tanto le gustaron las letras de estas tierras que su tesis universitaria es sobre Pablo Neruda, el gran poeta cara de tortuga.
Sin embargo, fue la Revolución Cubana lo que lo enlazó definitivamente con América Latina. El joven italiano seguía asombrado en Europa de las incidencias de la gesta heroica de unos barbudos que se habían traído abajo una dictadura criminal auspiciada por la tierra del Tío Sam. Más tarde erigió el libro imperdible sobre Ernesto Che Guevara, con una mirada crítica, que es su distintivo esencial.
Es un hombre alegre, festejador de chistes, y celebrador de las cosas lindas de esta vida. Le pedí que se definiera y el buen Melis dijo: “Soy un jubilado, después de 48 años y 11 meses de enseñanza”.
La verdad es que no ha dejado de dar clases de Literatura Hispanoamericana en Italia. Lo hace con gusto para tratar de arreglar un poco las barbaridades que causó Berlusconi: “Soy un jubilado parcial por la situación trágica en que ha dejado la educación el sátrapa payaso Berlusconi, quien ha sido para Italia peor que las plagas de Egipto. Tiene una fortuna inimaginable, cree que lo puede comprar todo. Por culpa de él uno de los sectores más afectados ha sido la cultura. Le ha quitado el presupuesto en todos los niveles. Nos ha dejado en desgracia. Mi generación ha llegado a la jubilación y no hay reemplazo por falta de financiamiento. Por eso, yo sigo dando clases, ahora gratis, claro, porque tengo mi jubilación. Sigo dictando con la idea de mantener abiertas ciertas asignaturas”.
—Usted es un estudioso de la obra del Amauta. Se nota en el prólogo que escribió al libro “Razón y mito en Mariátegui” de Jorge Oshiro Higa. ¿Está vigente Mariátegui en estos tiempos de globalización neoliberal?
—Es un libro que en parte yo conocía anteriormente porque, por primera vez, se publicó como tesis de doctorado en Alemania, pues el autor es un peruano que trabaja en la Universidad de Bremen. Él me enviaba los capítulos en los años de la tesis y yo lo leía con didicación. Ha sido reeditado hace poco, pero creo que es un trabajo que en su concepto inicial tiene 20 años. Es bastante bueno como enfoque sobre el pensamiento de Mariátegui, quien, pese a ser un autor muy investigado, siempre suscita a decir algo novedoso sobre él. Yo creo que Mariátegui sigue manteniendo plena vigencia, por su manera peculiar de mirar a la realidad. Recordemos que él siempre estuvo a contracorriente a cualquier forma de dogmatismo. Él consideraba que el marxismo era uno de los conocimientos que había que integrar con todos los conocimientos de la ciencia, el arte y la cultura. En su época fue considerado un poco hereje por muchos dogmáticos. De hecho que fue bastante marginado en el movimiento obrero internacional.
—¿Su gran legado es?
—Él pensaba que el hombre contemporáneo tiene que nutrirse de todos los aportes de la cultura. El marxismo era para él un instrumento para comprender la sociedad, hasta ahí. Siempre estuvo muy abierto a la conquista de la ciencia. Le interesaba mucho, por ejemplo, los avances de Albert Einstein y el Psicoanálisis que, en la Unión Soviética, era considerada como una basura burguesa. En uno de los primeros números de la revista “Amauta” aparece un trabajo de Sigmund Freud. Mariátegui estuvo vinculado con la escuela de Psicoanálisis, encabezada por Honorio Delgado, su amigo personal.
—Nunca se cegaba en una sola mirada de la realidad.
—Tenía una mirada amplia de la realidad. No se cegaba con una corriente. Fue un hombre curioso, un intelectual muy notoble. Planteaba partir de una realidad concreta para entender la sociedad plenamente. Sabía que la realidad de América Latina era muy distinta a la Europa y que el Perú era distinto a los países de esta parte del continente. El Perú tiene un problema étnico, por ejemplo, que no lo tiene Argentina, que está cerca. Él consideraba que la ideología no era la clave que abre todas las puertas.
La tragedia de Italia.
ME QUEDO CON AMÉRICA LATINA
—¿Qué tiene que pasar para que un italiano se convierta en un estudioso de América Latina?
—Cuando yo era universitario, hace mucho tiempo, me interesada los grandes representantes de la literatura de América Latina. Yo hice mi tesis de grado sobre Pablo Neruda, en la Universidad de Estudios de Padua. Claro que también me interesaba Borges, Asturias, Nicolás Guillén, autores cuyas obras empezaban a traducirse. La literatura de esta parte del continente llamó mucho mi atención. Pero esto se complementó con la impresión que me causó la Revolución Cubana, que llegó a Italia como uno fenómeno inesperado, sorprendente. En aquel tiempo en Italia se conocía muy poco sobre América Latina; entonces gracias a mi interés por Cuba me fui interesando en más cosas de estos países y ahora puedo decir que me quedo con América Latina. Mi interés por Latinoamérica se debe a la combinación de dos factores: el cultural y el político.
—Conoce usted mucho sobre la vida y obra de Ernesto Che Guevara, incluso ha publicado un libro sobre lo que realmente dijo el argentino mítico. ¿Qué es lo que realmente dijo el Che Guevara?
—Yo no soy responsable del título de ese libro. Es una colección que se llama “Lo que verdaderamente dijo”, lo que verdaderamente dijo: Marx, Freud, Platón, Aristóteles, Kant. Es una colección en la que participan muchos autores. A mí me encargaron “Lo que verdaderamente dijo el Che”. Yo escribí este libro en 1970, tres años después de la muerte del argentino. Yo creo que el libro, aparte de la sección biográfica, trae dos aristas fundamentales: Uno es el tema de la lucha armada. En aquel tiempo todos hablaban de la lucha armada como si fuese un fin en sí mismo. Lo que yo subrayo en el libro es que el Che decía que la lucha armada no era un camino obligatorio. Él decía que si se había cerrado todos los caminos, todos los caminos posibles, entonces se puede, digamos, recurrir. Pero él nunca dijo que era obligatorio. Creo que él tampoco tenía pretensiones de una teoría general sino que estaban contando lo que había pasado en Cuba.
—Falta el otro aspecto del libro.
—El otro aspecto importante en el libro es el gran debate sobre su gestión en economía de Cuba. El Che fue ministro de Industria, fue director del Banco de Cuba. Creo que ahí, Guevara quedó derrotado. Él consideraba que Cuba tenía que llegar a ser una economía autosuficiente, independiente y liberarse del dominio del azúcar, por ejemplo. La Revolución fue muy hostilizada por los Estados Unidos, que no quería aceptar ninguna reducción de su poder. El Che proponía que Cuba debía ser libre económicamente. Pero desvirtuaron la Revolución por muchos factores. Pasó de una dependencia de los Estados Unidos a la dependencia de la Unión Soviética. Ese libro me trae muchos recuerdos, porque tuve que viajar a Cuba para tener materiales de primera mano.
—¿Cómo ve el gobierno del presidente Ollanta Humala?
—Es difícil juzgar desde afuera, porque yo no estoy metido profundamente dentro de la realidad del Perú. La impresión que tengo es que está por debajo de las ilusiones que había despertado, que eran también las mías. Me parece que sigue en la contradicción de los gobiernos de han intentado renovar algo y no consiguen desprenderse del neoliberalismo que tanto daño hace en el mundo.
El hombre de la selva, amigo de Melis.
MUY GENEROSO Y DIVERTIDO
—Usted ha sido muy amigo del poeta César Calvo. Lo ha llevado a Italia varias veces. ¿Qué recuerdos tiene de él?
—Mi amistad con César Calvo empezó antes de que yo conociera el Perú. Cuando éramos muchachitos. Lo conocí en 1968 en La Habana, durante la premiación del concurso de la Unión de Escritores de Cuba, en aquella edición en la que se suscitaron los primeros trances del caso Padilla. Durante los días que duró la decisión del jurado, que integraba en el rubro de Poesía, formamos un grupo de inseparables con él y Juan Marsé. Cuando vine al Perú en 1970, Calvo estaba en el aeropuerto junto a Xavier Abril, Arturo Corcuera, Javier Mariátegui y Romualdo. Uno de los recuerdos más lindos que tengo es que una vez viajamos juntos a la selva. Él conocía mucho la Amazonía, se sentía parte de ella. Su padre fue pintor de la selva. Nos hicimos muy amigos. Yo escribí el prólogo a la primera edición de su notable novela “Las tres mitades de Ino Moxo”. La editorial Peisa la ha reeditado en el 2010. Es libro de Calvo. Ese libro es muy valioso.
—¿Cómo era Calvo en la cotidianidad?
—Era impredecible, totalmente loco. Tenía una gran generosidad y un sentido profundo de la amistad. Sabía dar y recibir. Recuerdo los viajes que hicimos juntos. Fuimos a El Carmen en Chincha. Era muy amigo de la familia Ballumbrosio. Calvo tuvo un papel importante en la creación de Perú Negro. Él escribía la letra de las canciones e impulsaba mucho al grupo. Lo que me llamaba mucho la atención de Calvo era su profundo respeto y admiración por la diversidad cultural del Perú. No solo por la más obvia: blanco, indios, negros. No. Calvo era un poeta que quería saberlo todo. Visitaba a las colonias de los emigrados chinos, japoneses, todo lo que había. Calvo decía que la variedad era una riqueza humana. Estaba dispuesto disfrutar de todo. Tenía un sentido del humor increíble. Contaba los chistes a la altura de su literatura. Siempre te reía con los chistes, pese a que los habías oído ya en varias ocasiones.
—Bueno…
—Antes que acabemos, me gustaría enviarle un gran abrazo a mi amigo César Lévano por este medio. Me alegra verlo siempre dinámico, siempre en la primera fila, en LA PRIMERA.