Por Armando Arteaga
Fuente: Lima, marzo 2012
El modernismo fue entre nosotros un movimiento de mucha personalidad literaria, no sólo por aquella fuerza audaz y cosmopolita que se desarrolló en la poesía peruana y latinoamericana bajo el brío de Rubén Darío y con cierto aire de afrancesamiento literario y mundano, a la sombra tutelar de Víctor Hugo, Verlaine, Rimbaud y Mallarme. Importa muy poco este desliz anecdótico. La energía rubeniana le permitió a la poesía latinoamericana una aceleración y un avance en su prestigio y calidad literaria.
Se lapidaron los provincialismos surgidos de nuestra excentricidad americanista "entre comillas" (que en algún momento atesoró Chocano, por ejemplo).Es cierto, Chocano fue un escritor precoz, y sin quererlo, empujo a madurar está etapa inicial de nuestro modernismo peruano desde la revista La neblina que editó, adscrito al naturalismo más nativo y precario. La poesía tardó en desarrollar la nueva estética al cambio por pruritos y perjuicios que no vienen al caso tener en cuenta para este análisis. Siempre tardamos en llegar a las edades, y la excepción no fue tampoco en poesía contemporánea al comenzar 1900.
Pero, en la narrativa, los primeros modernistas caminaron con los avances del siglo. Estuvieron al nuevo tiempo de los cambios y la modernidad exigida. Fue todo un acierto muchas veces la incógnita de la permanente presencia existencial de estos jóvenes escritores que se esforzaron por darle un nuevo perfil a la crisis y a la crítica expresada por el maestro González Prada, y al ingreso del nuevo influjo de Chocano con el modernismo literario. La narrativa no tuvo un solo líder estrella, tuvo muchos militantes sinceros y de gran nivel. Nos vamos a ocupar ahora de este episodio del desarrollo del cuento modernista que tuvo grandes forjadores en el escenario latinoamericano: el mismo Rubén Darío ( "El Rey burgués"), Amado Nervo ("Almas que pasan",1906), Manuel Díaz Rodríguez ("Cuentos de color", 1899), Vargas Vila ("Flor de fango") , Gómez Carrillo ("Flores de penitencia"), Blanco Fombona, no escapando de esta esquematización forzada tampoco de la narrativa de Esteban Echevarría (1805-1851) con su cuento "El Matadero" y de Horacio Quiroga (1878-1937) con su cuentos de selva y costumbrismo como "El yaciyateré", o tal vez Ricardo Guiraldes por sus "Cuentos de muerte y de sangre" que son los que más se le parecen a los de Arnao, todos grandes precursores de este genero narrativo.
Se ha esquematizado sobre "la imposición del significado sobre el significante" en el estereotipo del cuento modernista, pero esta es una atribución bastante simplista, con la que no estamos de acuerdo. Es cierto que el lenguaje prevalece sobre el contenido y la técnica cuentística, pera se comunica ya en el significante del cuento modernista el esfuerzo por definir una estructura y una visión particular y poética en el acto expresado de contar las cosas. La intensidad del narrador modernista es muy significativa a los cánones establecidos por los principios estéticos de esta escuela, pero fueron evolucionando hacia el costumbrismo y hasta cierto realismo social. No hay una determinada concepción "dura" y extrema para la ficción modernista.
Aurelio Arnao (Huaraz-Ancash, 1872 - Lima, 1940) es a no dudarlo uno de los mejores exponentes del cuento modernista, aunque su obra "Cuentos peruanos" comparte también otros estamentos del desarrollo del cuento con el realismo, el naturalismo, el costumbrismo, el indigenismo y hasta cierto pintoresquismo localista. Aparte de Arnao, son exponentes del canon narrativo modernista peruano: Jorge Polar, Renato Morales, Jorge Miota, Clemente Palma, Enrique López Albujar, Francisco Mostajo, Manuel Beingolea, Enrique A, Carrillo, Zoila Aurora Cáceres, Angélica Palma, José Félix de la Puente Ganoza, Felipe Sassone, Hemilio Valdizan, Carlos Camino Calderón, Raymundo Morales de la Torre, Ventura García Calderón, Augusto Aguirre Morales, Alfredo González Prada, Darío Eguren Larrea, y Manuel A. Bedoya. Frecuentaron los paisajes de la estética modernista, además de otras escuelas que dejaron, o fueron dejando a través del tiempo.
El estoicismo de Aurelio Arnao es su mejor instrumento discursivo, su tarjeta de presentación en el predicativo argumento de su narrativa, su particular visión "real" del mundo es siempre una advertencia lógica de su sincera manera de mirar el mundo y la vida de los hombres de su tiempo, de este olvidado escritor ancashino. No es ningún "provinciano" y menos un marginal dentro del panorama de la narrativa modernista, y el realismo indigenista. Los "Cuentos peruanos" (editados en 1939 con ilustraciones de Raúl Vizcarra y prologo de Aurelio Miro Quesada Sosa) de Aurelio Arnao, tienen el mismo nivel literario de los "Paisajes Íntimos" (1912) de Raimundo Morales de la Torre, de los "Cuentos Malévolos" de Clemente Palma, de los "Cuentos pretéritos" de Manuel Beingolea (1933), o de los "Cuentos Andinos" (1920) de Enrique López Albujar. Escribió Aurelio Miro Quesada Sosa del autor de "Cuentos Peruanos" lo siguiente: "Arnao comenzó su carrera de escritor en esos años que podría decirse tuvieron como eje el cambio de uno a otro siglo.
Entre la promoción de poetas, cuentistas, ensayistas de entonces, Arnao se distinguía por su habilidad de narrador, su equilibrio, su don de mover personajes muy reales y qué él sabía componer con elementos en apariencia sencillos con un estilo natural, un vocabulario siempre limpio y un adjetivo siempre justo. López Albujar, con quien escribió un libro -juntos, al alimón- llamado "Miniaturas" dijo que "era el que cuidaba más la forma, entre nosotros", y no deja de tener razón. A los cuentos de Arnao no le sobran palabras, son precisos y amenos, modernos y clásicos, técnicos y experimentales. Arnao no aparece casi nunca en las antologías del cuento peruano y es uno de sus mejores exponentes, al mismo nivel que Clemente Palma y Manuel Beingolea, y queda una ingrata semblanza de Augusto Aguirre Morales en "La Polémica del Vanguardismo 1916-1928" donde refriéndose a los Literatos Jóvenes Arequipeños se le cita entre otros menores escritores: "Aurelio Arnao en tres o cuatro cuentos admirables que escribiera otrora". (Revista Cólonida, Lima, 1916, Nrs. 1 y 2). Lo cierto es que Arnao no tiene cuentos que le sobren nada en sus 30 "Cuentos peruanos". Son de admirar por su técnica cuentística todos, de ellos sobresalen: "El fracaso de Nicholson", "La segunda muerte", "El Pishtako", "La sequía", "El pavoroso cerdo gris", "La sospecha", "Historia vulgar de un hombre de bien", "El amable milagro de la Valvanera", El heroico cabo Jananka", "Gallerías Serranas", "La despenadora", entre otros. Nadie como Arnao (*) en el manejo del horror y el terror.
(*) Reclamamos una mayor atención para con la obra narrativa de Arnao. Se puede decir de este discípulo nuestro de Poe y Lamartine, que se reconoce en él las influencias de Maupassant, Kipling, Chejov, Hawthorne, Stevenson y Melville, en toda su obra: donde se advierte que la importancia de su técnica narrativa está en la arquitectura orgánica de su propio y particular discurso narrativo.