Samuel Cavero Galimidi
‘Escribir no tiene precio’

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Fuente: La Primera, Lima 13/01/12
http://www.diariolaprimeraperu.com/online/cultura/escribir-no-tiene-precio_103138.html

El ayacuchano Samuel Cavero Galimidi ha vivido en Huancavelica, “bastión de los danzantes de tijeras”, en sus palabras, desde los 6 o 7 años de edad hasta los 15. Ahí cultivó su deslumbramiento por los danzaks.

En “La agonía del danzak”, con el que ganó el Primer Concurso Nacional de Novela “César Vallejo” de la Universidad de Ciencias y Humanidades, Marcelino Huamán es un danzante de tijeras frustrado (tiene dos dedos mochos), sobreviviente de la matanza de Putis, y viaja por Huanta hacia Ayacucho para reclamar justicia sin ser escuchado. Prefiere, por eso, hablar con su asno, Opita. “Marcelino se niega a asumir inclusive la modernidad. Pudo viajar en bus o colectivo, pero lo hizo en burro”, dice el autor.

Huamán busca la justicia con la autoridad moral de un huacón, pero sin los derechos de un ciudadano, cargando sobre sí la impotencia y los recuerdos como un ekeko sufriente. “Recordemos que en Putis fueron 123 comuneros a los que se les engañó diciendo que iban a construir una piscigranja y terminaron cavando su propia fosa”, apunta Cavero sobre esta novela escrita en homenaje a Putis. Iba a titularse “Mis muertos de Putis”, pero terminó como “La agonía del danzak”, como doble homenaje a Putis y a José María Arguedas, autor de “La agonía de Rasu-Ñiti”, por el centenario de su nacimiento (2011).

“Cuando era muchacho, obtuve un primer puesto en el Concurso Nacional de Novela de la Asociación Nacional de Escritores, el 86, con ‘Un rincón para los muertos’, escrita a mis 20 años”, recuerda Cavero su primer premio que le costó la carrera: era teniente de la Aviación. “Los servicios de inteligencia pensaban que estaba haciendo ‘apología’ dentro de las Fuerzas Armadas. Me obligaron a que me retirase sutilmente: con papeletas, sanciones, seguimiento permanente”.

La guerra interna
En aquellos tiempos publicó también “Nuestro aviadores”. “Es un ensayo que lleva el prólogo de Mario Vargas Llosa, considerado enemigo por las Fuerzas Armadas después de “Pantaleón y las visitadoras”, “La ciudad y los perros”… No me lo perdonaron. Eso me catapultó a poder retirarme de la Fuerza Aérea. Si algo debo agradecerle a la Aviación, es que gracias a ellos volví a las letras.

—¿Supo de alguna matanza en ese tiempo?
— Viajé mucho cumpliendo labores de acción cívica, pero me sentí limitado en mi labor. Cuando estaba en la Escuela de Oficiales, llegaban aviones trayendo a gente detenida de Sendero. En (la Base Aérea de) Las Palmas los bajaban. Escuché en confidencias que aventaban a algunos al mar envueltos en sacos. Hablaban de eso que nunca pude constatar. Estuve prohibido de investigar, de publicar… Cuando leí el Informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, que no tiene nada de reconciliación, me quedé pasmado.

Escritor a tiempo completo
Es uno de los pocos escritores a tiempo completo, “escribo de lunes a domingo, entre 6 u 8 horas; a veces, 12 y 14 horas. ¿De qué vivo?, pues bastantes años me dediqué al corretaje y vivo de algunas rentas. Soy doctor en Educación, sociólogo profesional con maestría, he estudiado Literatura y Lingüística en la Universidad Católica; pero me dedico a escribir. Escribir no tiene precio. Gané el Premio Internacional de Ensayo Gabriela Mistral, en Chile, entre otros veinte o treinta premios internacionales. No soy novelista; soy escritor, porque escribo cuento, poesía, teatro, ensayo, crónicas, leyendas; todos los géneros posibles”.

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