Luis Eduardo Valcarcel
La grandeza del intelectual

Por José Vadillo Vila
Fuente: Variedades Nº 216, Lima 14 marzo 2011

Epígrafe
El Perú es indio y lo será mientras haya cuatro millones de hombres que así lo sientan,
y mientras haya una brizna de ambiente andino, saturado de las leyendas de cien siglos.
¡El Perú es indio!
Tempestad en los Andes, Luis E. Valcárcel.


1 Tal vez siguiendo a su padre, que firmaba como Domingo L., lo de Eduardo lo redujo a una simple E secundada por un punto. Y pasó con esa peculiaridad a posar para la eternidad: Luis E. Valcárcel, antropólogo e historiador de letra mayúscula.

Como Luis E. rubricó los documentos oficiales y también los escritos familiares, como las partidas de sus hijos, Ana, Frank y Margot, que llevan esa E. distintiva.
Los tres hijos de Valcárcel viven. Margot, la menor, es una señora que ronda los 80 años de edad. En su departamento sanisidrino, deshilvana con nosotros el recuerdo del padreintelectual.

Sí, los Valcárcel son longevos. Don Luis falleció hace más de dos décadas, tras la Navidad de 1987, en Lima, tenía 96 años de edad. Salvo los últimos dos años de su vida, el historiador siempre se mantuvo lúcido. Lo que le desmejoró, cuentan, fue la muerte de su esposa Martha, con quien estuvo casado por más de 60 años, desde que él tenía 23 años y ella, 16.
"Ella siempre estuvo a su lado, aunque no viajaba con él", comenta Margot, quien se convirtió en el brazo derecho del padre porque Ada, la mayor, se casó muy joven, y Frank viajó a Estados Unidos, de donde volvería solo muchos años más tarde.

Margot había aprendido con los peones de la hacienda familiar cusqueña el quechua de los indígenas y en el colegio, el francés y el inglés, y acompañó a su padre a sus viajes, o cuando fue profesor en la universidad de Cornell, en Harvard, en Columbia e inclusive dictó un curso en Bonn, Alemania.

La señora Valcárcel se ríe porque ella, la hija del famoso defensor del indigenismo, paradójicamente se casó con un español. Y su padre había escrito en su famoso Tempestad en los Andes (1927): "Nuestra historia es la tragedia de esta lucha. El hombre de ultramar y el aborigen, en este duelo gigantesco, no cejan en su empeño de afirmar su ser, sin doblegarse a la fatalidad del sino."

En cambio, Martha, la esposa, era muy casera. Prefería la hacienda en el Cusco (el único recuerdo de esa hacienda es una cruz que doña Margot tiene en su sala). Y cuando Luis E. fue llamado para que dirija el Museo Bolivariano y dicte cátedra en la universidad de San Marcos, y la familia se mudó al limeño distrito de Miraflores, la esposa siempre prefirió quedarse dirigiendo la casa.

2 "¿Sabe usted que mi padre se batió a duelo?", me pregunta risueña la señora Margot. Y no puedo imaginarme al intelectual en medio de un duelo con espadas. Sí, Valcárcel se batió a duelo en su juventud con un tío lejano. Debió ser por un asunto de damas, que solo entienden los caballeros. Claro, al maestro no le gustaba mucho que se hable de ese episodio de su juventud, pero las anécdotas en su vida lo siguieron, a pesar de su reserva.

Valcárcel, para lograr la prolijidad –escribió alrededor de 30 libros, además de innumerables artículos en diversos diarios–, tuvo un horario para cada cosa. Inclusive de anciano: los domingos eran familiares, y llevaba a sus nietos a cortarles el cabello en el jirón de la Unión, me dice Fernando Brugué, el menor de los ocho nietos, quien ha retornado al Perú para celebrar a lo grande los 120 años del natalicio de su abuelo.

Siempre que no estaba de viaje o dictaba clases, Luis E. Valcárcel desayunaba a la misma hora y luego trabajaba en su estudio por unas horas, sin encerrarse, solo pidiendo que en casa no haya mucho ruido.

"Era callado, tranquilo y pacífico aún en los peores momentos, pero al mismo tiempo siempre estaba pensando", lo recuerda doña Margot. Evoca la casa en Miraflores donde cada domingo por la tarde el maestro Valcárcel recibía a los universitarios sanmarquinos que le requerían. Como era muy correcto y trataba a todos con respeto, venía también mucha gente a pedirle consejos.

3 Valcárcel decía que era un hombre que había vivido tres siglos: había nacido en el siglo XIX, vivió todo el siglo XX y se proyectaba al siglo XXI.

Y su archivo va con el tamaño de su obra. Más de 35 mil documentos que la familia ha puesto bajo custodia en la Biblioteca Nacional de San Borja. Con ellas están ocho mil imágenes, consideradas la colección fotográfica antropológica más importante del país, con imágenes de Chambi, Loayza y otros.

Hay imágenes de Valcárcel en Machu Picchu, ciudadela que visitó innumerables veces, para estudiarla y difundir la cultura incaica. Si bien el explorador gringo Hiram Bingham publicó libros sobre Machu Picchu, el de Valcárcel fue el primer estudio de un peruano y sus aportes hasta ahora continúan: tanto su carácter mágico-religioso como la teoría que fue construida por Pachacútec.

4 Cusco fue una palabra sagrada para este intelectual moqueguano.
Ahí aprendió algunas palabras en quechua, lo acercó a la realidad de los indígenas y aprendió de las grandezas de la cultura andina milenaria.

El destino le dio muchos nexos familiares e intelectuales con la urbe incaica. Su esposa y sus tres hijos nacieron en el Cusco; con José Uriel García y Félix Cossío formó el grupo Resurgimiento, que levantó la ciudad pidiendo al Gobierno Central una reforma de la universidad del Cusco, que estudie la realidad peruana y cusqueña.

Fernando Brugué, nieto de Luis E., explica que en Cusco, Valcárcel vio la llegada de la modernidad, del telégrafo, del ferrocarril, de la electricidad, a inicios del siglo pasado. Fundó el Instituto Histórico del Cusco para controlar el tráfico de piezas arqueológicas, y como instructor departamental del Cusco, defendió las zonas arqueológicas y los muros incas de la ciudad.

Aunque llegaron a tener con los años una relación cortés, Valcárcel tuvo entre ceja y ceja al gringo Hiram Bingham cuando este llegó al frente de la expedición de la universidad de Yale; Valcárcel denunció que los de Yale exploraban zonas en las que no habían pedido permiso, y persistió para solo prestar las piezas incas a Yale, aunque los gringos no cumplieron su palabra.

5 Como periodista (fue director de El Comercio del Cusco y corresponsal de La Prensa de Buenos Aires por 12 años, entre otros trabajos periodísticos), ayudó a difundir los aportes de la cultura incaica logrando ser considerado el gran difusor de la cultura peruana en la década de 1930. Valcárcel también llegó al frente de la delegación peruana que se presentó por más de un mes en el teatro Colón de Buenos Aires, y luego recorrió La Paz, Montevideo y México, dando a conocer la cultura inca.

Parecía que había sido buena idea no hacerle caso a su padre, que quería que fuera cura. Y haber tenido un espíritu interdisciplinario, estudiando letras, jurisprudencia, ciencias políticas y administrativas, le permitió fundar la etnología, que permite estudiar a culturas ágrafas, como la peruana, con base en una mirada que integra varias ramas del saber.

Y el grito en defensa del indio de este, el único catedrático emérito de todos los museos del Perú, remeció hasta la lejana Lima que solo sabía mirar a Europa. Los peruanos aprendimos a mirar tierra adentro.

Boletín semanal
Mantente al tanto de las novedades ¿Quieres ver nuestro boletín actual?
Ingresa por aquí
Suscríbete a nuestro boletín y recibe noticias sobre publicaciones, presentaciones y más.