Luis Eduardo Valcarcel
Reivindicación en los Andes

Por Jesús Raimundo Taipe
Fuente: Variedades Nº 216, Lima 14 marzo 2011

El indigenismo es el acontecimiento cultural más importante de la historia republicana.
Sus aportes han sido acogidos por los intelectuales peruanos, se proyectaron en diversas esferas y han influido en la interpretación de la realidad del Perú. Su figura central es el intelectual moqueguano Luis E. Valcárcel.

Los tiempos han cambiado en el país. Gracias al indigenismo, los pueblos andinos y sus culturas participan en la vida nacional y ya no se piensa, como antaño, que el indio o el cholo son razas degeneradas. Hoy, los intelectuales, los políticos y la sociedad urbana le prestan mayor atención a este segmento de la población nacional que había sido relegado por mucho tiempo.

MUNDOS OPUESTOS
A inicios del siglo pasado no existía en el país una corriente de pensamiento que rescatara los valores del indio y nadie se preocupaba por defenderlo. Luis Eduardo Valcárcel, figura emblemática de la escuela indigenista cusqueña, cuenta en Memorias, que tuvieron que luchar contra el prejuicio generalizado sobre la inferioridad del indio y la fatalidad de su condición. "Hubo que batallar firmemente para abrirse paso en ambiente tan adverso".

La vida en las comunidades indígenas era paupérrima, incluso peor que en la época de la Colonia. Los indios pagaban tributos en las haciendas y prestaban servicios en las casas de los patronos. Los peones de los campos eran castigados cuando incumplían órdenes o robaban un producto, y los sirvientes de la Sin embargo, las voces de protestas eran escasas.

José Tamayo Herrera comenta, en su obra Historia del indigenismo cuzqueño, que hasta los primeros años del siglo pasado el indio era visto sin ninguna dignidad ni importancia. "Era considerado como el residuo de una raza que había degenerado y para la cual no se veía ninguna esperanza de redención o mejoramiento. La explotación del indio era considerada como necesaria, natural e inevitable".

El surgimiento de la corriente indigenista cusqueña fue estimulada por dos grandes coyunturas. El primero fue el incremento de las demandas regionalistas y anticentralistas en el sur del Perú.

La segunda fueron las reformas y las innovaciones en el interior de los círculos y las instituciones académicas, en las que se introdujeron el positivismo y el evolucionismo spenceriano. Influyó también el aumento de los medios de difusión cultural.

TEMPESTAD EN EL SUR
La primera huelga universitaria del Sudamérica se realizó en el Cusco el 7 de mayo de 1909. Fue el inicio del gran cambio. Un grupo de estudiantes de la Universidad Nacional San Antonio Abad del Cusco buscaba transformar las estructuras de la enseñanza.

Después editaron el boletín La Sierra, donde participaron Luis E. Valcárcel y otros jóvenes intelectuales que formaron la Escuela Cusqueña, que puso al indigenismo en el centro del debate político e ideológico del país.

Valcárcel recuerda que al reabrirse la universidad la difusión del indigenismo fue más amplia. "Paulatinamente dejó de ser simplemente la defensa de las comunidades y la denuncia de los ataques que sufrían por parte de los gamonales o de las autoridades". Se convirtió en una doctrina y en una visión del mundo que valorizaba a los pobladores indígenas como heredera de la civilización incaica y rescataba sus aportes a la cultura universal.

Su figura es central en la historia del indigenismo en el Perú.

Su nombre figura en todos los estudios y ensayos que se han redactado sobre el tema. A los 16 años colaboraba con artículos literarios y ensayos históricos en El Sol y El Comercio de Cusco.

En 1917 fue catedrático de historia de la universidad donde estudió y en 1920 asumió la dirección del Museo Arqueológico.
En 1930 cambió de residencia, al ser nombrado director del Museo Bolivariano, en Lima.
En su juventud se indignó ante el maltrato que recibían los indígenas y el abandono en la que vivían. Karina Pacheco Medrano, autora de Incas, indios y fiestas, lo califica como un "indigenista radical, beligerante y no pocas veces panfletario".

Una muestra de esta etapa es Tempestad en los Andes, en que auguraba que un día alumbrará el Sol de Sangre (Yawar Inti) y las aguas se teñirán de rojo, porque sangra el dolor del pueblo, entonces surgirá la venganza.

En la obra plantea drásticamente un antilimeñismo y reclama para los cusqueños la predominancia en la conducción del país.
"El Cuzco y Lima son, por la naturaleza de las cosas, dos focos opuestos de la nacionalidad. El Cuzco representa la cultura madre, la herencia de los Inkas milenarios. Lima es el anhelo de adaptación a la cultura europea. Y es que el Cuzco preexistía cuando llegó el Conquistador y Lima fue creada por él, ex nihilo".

MIRADA TELÚRICA
El paso del tiempo y el cambio de residencia influyeron en Valcárcel, quien no solo moderó su tono radical, sino también amplió y enriqueció sus análisis históricos con sus estudios de la cultura andina. Javier Ávila Molero afirma en No hay país más diverso que Valcárcel concebía al Perú casi como dos países diferentes y antagónicos. En la costa se ubicaba el moderno e histórico, y en la sierra florecía el indio y natural.

En un contexto en que un grupo de intelectuales asociaba lo esplendoroso con los incas y lo despreciable con los indígenas, insistió en la continuidad entre el pasado inca y el presente indio. Para el investigador indigenista, los cursos de Historia del Perú se caracterizaban por una visión que enfatizaba los acontecimientos políticos y militares. Por eso apostó por un cambio en el enfoque, que se basó en la perspectiva etnológica para estudiar el pasado.

En Lima, desde que hace un siglo se encendió el debate en torno a la esencia del Perú, si es nación o país, se ha avanzado en el reconocimiento de las diferentes tradiciones culturales que construyen su historia. Hoy, la postura de los intelectuales conocidos como "la generación del 900", que defendían la ruptura entre el pasado incaico y el presente indígena, carece de sentido en el imaginario nacional.

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