Por Pedro Escribano
Fuente: La República, Lima 20/05/09
http://www.larepublica.pe/cultural/20/05/2009/quotdefender-las-ideas-con-la-plumaquot
Mario Vargas Llosa pide que los escritores participen en el debate cívico. Escritor piensa que si los intelectuales tienen convicciones deben participar en la política.
Mario Vargas Llosa estaba allí, en su biblioteca, como pez en el agua. Llegamos allí para conversar sobre Sables y utopías. Visiones de América Latina (Ed. Aguilar), su último libro, una compilación de artículos realizada por el escritor colombiano Carlos Granés, y que da cuenta de la evolución del pensamiento social y político del escritor. Vargas Llosa tuvo simpatías con la izquierda en sus primeros años, pero, dice él, evolucionó y se hizo un liberal. La selección de artículos del libro procura mostrar ese cambio, como él asegura, “en defensa de la libertad”.
–Esa evolución que hubo en su pensamiento lo enfrentó con algunos de sus amigos, por ejemplo, con Octavio Paz cuando usted llamó al PRI “dictadura perfecta”.
–Sí, efectivamente cuando yo dije que el PRI era una “dictadura perfecta” a Octavio no le gustó y me jaló las orejas, pero no nos peleamos. Nunca nos peleamos con Octavio, siempre mantuve una relación de mucha amistad, incluso cuando ocurrió esa pequeña fricción, pero siempre fuimos muy amigos, siempre se mostró muy generoso conmigo. Le guardo, aparte de admiración, mucho cariño personal.
Pensamiento crítico
–¿Conversación en La Catedral acaso resume el pensamiento de libertad que ha desarrollado en todas su obras?
–Yo creo que sí, Conversación en La Catedral es un libro algo ácido, amargo, porque es la descripción de un mundo sometido a una dictadura que tiene un efecto corruptor, terrible, prácticamente a todos los niveles de la sociedad. Es justamente lo que yo quise mostrar en Conversación: cómo una dictadura corrupta va impregnando poco a poco a toda la sociedad de esa corrupción. Esa corrupción al final termina manifestándose en las relaciones familiares, en la vida profesional de las personas. Sí, creo que es un libro, por una parte, literatura desde luego, pero por otra expresa una visión profundamente crítica de la sociedad peruana, yo diría de la sociedad latinoamericana, creo que era un fenómeno que se daba en los tiempos que está situada la novela en la mayor parte de los países latinoamericanos, y por desgracia se sigue dando en algunos.
–En un artículo de 1983 que selecciona Carlos Granés, Günter Grass señalaba que la salida de los países latinoamericanos era la salida de Cuba.
–Yo polemicé con él porque me pareció muy incoherente que él para América Latina propusiera una sociedad comunista, autoritaria, pero para Alemania, que es su país, proponga la democracia. Él nunca ha propuesto el comunismo para Alemania, al contrario, siempre ha sido un socialdemócrata, ha hecho campaña por la socialdemocracia alemana en todas las elecciones que ha habido, entonces, esa es una discriminación inaceptable, por qué el comunismo para nosotros y no para Alemania. Esa fue la razón de aquella polémica.
–En ese ejercicio de crítica hoy en día los escritores no participan en el debate político o asuntos sociales.
–Ese es un fenómeno que no solamente es peruano sino mundial. Hay una desmovilización política muy grande en el campo intelectual. A veces porque los países han alcanzado niveles democráticos de participación y el escritor piensa que puede, sin cometer ninguna irresponsabilidad, confinarse en su mundo personal y dedicarse a escribir y desdeñar la política. En otros casos es una ceguera impresionante porque países con problemas todavía tan dramáticos como los de Latinoamérica, si uno tiene convicciones políticas, debe participar, por lo menos defendiendo sus ideas con la pluma si se trata de escritores. Pero la realidad es que no. Cada día los escritores cada vez más se desinteresan de la política, ven la política como una actividad despreciable.
–¿Y la política es así, despreciable?
--Bueno, muchas veces es, pero, digamos, si lo que queremos es que la política no sea una actividad despreciable, entonces hay que convencer a la gente buena, decente y capaz que haga política. La única manera de reemplazar a los malos políticos con buenos políticos es hacer que la gente buena participe. Si la gente buena da las espaldas, si los inteligentes desprecian la política y se dedican a otra cosa, pues la política va a quedar en manos de los incapaces y de pícaros.
Jóvenes a la obra
–Tarea de los jóvenes intelectuales de entrar a la política…
–Yo creo que sí. Los intelectuales deben participar sobre todo en el debate cívico. Darle al debate político ideas, sacarlo de los lugares comunes, de los estereotipos que es lo que está hoy en día más vigente en el debate político y sobre todo llevar eso, generosidad, idealismo. Yo creo que es muy importante convencer a los jóvenes de que la política sí puede ser una cosa decente.
–¿Cómo va su nueva novela sobre el justiciero irlandés Roger Casament?
–Mi novela va bien. Avanzo poco, pero trabajo mucho, pero todavía me falta un buen tiempo para terminarla. Pero por lo menos ya la estoy pasando bien, me divierto escribiendo. Muchas a veces he trabajado un poco a ciegas, pero ya comienzan perfilarse toda la organización de la historia y los personajes.
–¿Para cuándo la tendrá?
–No lo sé. El próximo año tal vez.
Benedetti era honesto
–Acaba de morir el escritor uruguayo Mario Benedetti. ¿Estima que como intelectual participó en el debate político de manera decente?
–Absolutamente. Mario Benedetti participó siempre, fue un escritor totalmente comprometido y que defendió sus ideas. ¡Hombre!, que no son las mías, pero las defendió con mucha coherencia y con mucha honestidad. Siempre me pareció muy respetable Mario Benedetti porque nunca medró. Nunca fue un escritor que utilizó sus ideas políticas para medrar, para obtener determinadas ventajas, era una persona muy coherente, no hizo trampas y fue muy honesto. Yo por eso siempre, aunque discrepamos mucho, siempre le tuve mucho respeto y siempre lo consideré muy buen escritor desde que leí sus primeros cuentos. (Fama)