Juan de Espinosa Medrano
La voz del lunarejo

Por Jorge Paredes
Fuente: El Comercio, Lima 18/12/11
http://elcomercio.pe/impresa/notas/voz-lunarejo/20111218/1349405

Los sermones de Juan de Espinosa Medrano, el Lunarejo, un religioso nacido en el siglo XVII en un pueblo del obispado del Cusco, han sido reeditados en un libro que recoge todo el desmesurado esplendor del barroco peruano.

El mundo del barroco fue un mundo de apariencias, dice el maestro Luis Jaime Cisneros. Una etapa en la que lo desmesurado resultaba atractivo y asombroso; y lo complicado parecía explicar mejor la realidad que lo simple. Ese fue el mundo que imperó entre los siglos XVII y XVIII en el Perú colonial y ese fue el tiempo en que un refinado clérigo, predicador, escritor y humanista nacido en una aldea del obispado del Cusco (hoy en Apurímac), se impuso la tarea de convertir sus sermones eclesiásticos en espectáculos histriónicos y maravillosos. Eran hiperbólicos panegíricos que convocaban a grandes audiencias, dignos de una época en que la fe cristiana iba transformándose en un culto mestizo y popular en el Nuevo Mundo.

Este personaje se llamó Juan de Espinosa Medrano y treinta de sus sermones fueron publicados bajo el título de “La novena maravilla” en Valladolid, España, en 1695, poco después de su muerte, acaecida en 1688. Esta joya del barroco peruano acaba de ser reeditada por los fondos editoriales del Banco de Crédito y del Congreso del Perú en una edición actualizada y cuidada por el especialista en literatura virreinal José A. Rodríguez Garrido y por el recordado lingüista Luis Jaime Cisneros, quien realizó además el estudio preliminar del libro, en lo que fue su último trabajo académico.

EL MISTERIOSO PREDICADOR
Se conoce poco sobre la vida de Juan de Espinosa Medrano, conocido como el Lunarejo, por el enorme lunar que llevaba en el rostro. Se sabe que nació en el Calcauso, una doctrina del obispado del Cusco, aproximadamente en 1630, aunque no quiénes fueron sus padres. Se dice que fue hijo de una mujer indígena y un español, tesis puesta en duda por Luis Jaime Cisneros, porque no existen documentos que así lo acrediten, sino tan solo la versión del presbítero y cronista Juan de Velasco, quien relata un acontecimiento de 1668 que alude a la supuesta madre del autor de “La novena maravilla”. En esa ocasión, De Espinosa Medrano pronunciaba uno de sus multitudinarios sermones cuando se presentó en la iglesia, en palabras de De Velasco, “una indiana vieja, madre del predicador, vestida con el infeliz traje de indiana”, que pedía ingresar al templo. Como no se lo permitieron, desde el púlpito el religioso suspendió el panegírico y pidió al auditorio que “por Dios dejase entrar a aquella mujer, que aunque indiana y pobre era madre suya y tenía razón de querer oírlo”.

Sea como fuere, se sabe que el Lunarejo fue alumno del Seminario de San Antonio Abad del Cusco, caracterizado por acoger a los hijos de indígenas, y desde muy joven fue doctrinero en el Collao. Poseía, según sus coetáneos, grandes conocimientos bíblicos y hebraicos, y tenía cualidades notables para la oratoria, además de una gran biblioteca. Todo esto le permitió construir sus portentosos sermones. Según refiere Ramón Mujica Pinilla, en el prólogo de este libro, eran tan famosas sus alocuciones –por sus recursos retóricos, sus ornamentaciones verbales y el dramatismo que les imponía a sus palabras– que la gente separaba su espacio con mucha anticipación para poder oírlo.

ROSA DE ORO
Los sermones reunidos en “La novena maravilla” fueron predicados mayormente en la ciudad del Cusco, entre 1656 y 1685, aunque existen seis que no están fechados y podrían ser anteriores o posteriores a estas fechas.

Se pueden reunir en tres grupos: los dedicados a exaltar el Santísimo Sacramento y el misterio de la Encarnación, los que enaltecen a la Virgen María y los que ensalzan las virtudes de los santos más venerados de la Colonia (Santiago, San Bartolomé, San Antonio Abad, Santo Tomás de Aquino, Santa Catalina de Siena, entre otros). Destaca en este grupo, el panegírico dedicado a Santa Rosa de Lima. Tal como lo hace notar el estudioso Ramón Mujica Pinilla, en su exaltación a la santa el cusqueño hace gala de un inusitado fervor patriótico y compara a la ciudad de Lima, enaltecida por su santa patrona, con la Roma de los apóstoles San Pedro y San Pablo. “Con solo Rosa blasonará el Perú tanto como todo el mundo con sus Apóstoles”, dice, y más adelante finaliza así: “Rosa de oro, honra del Mundo, delicias de Dios, fragancia del Evangelio, crédito de la Iglesia, hacédnoslo entender alcanzándonos muchos auxilios de gracia, que nos auguren la Gloria”.

DIOSES GRIEGOS
Uno de los recursos más recurrentes del Lunarejo en sus sermones fue comparar las figuras del cristianismo con los de la tradición grecolatina. Así convierte a Jesús en el verdadero Júpiter y a la Virgen María en la Virgen Astrea, de la constelación de Virgo, en cuya casa entraba el Sol; en otras ocasiones, la comparaba con la “Musa de los cielos”; y, en otras, audazmente, la calificaba como la “Sirena de los serafines”, que con su canto encantaba al Señor. Es probable que el Lunarejo haya influido para que, en el sur andino, la sirena (un ser lujurioso) pasase a tener un significado positivo.

Había mucho de artificio en su discurso, algo característico del barroco del siglo XVII. ¿Pero uno podría preguntarse si el público que llenaba la iglesia entendía lo que oía? Como bien apunta Luis Jaime Cisneros, la gente de la época estaba dispuesta a recibir tales sermones, porque entonces lo difícil era un signo de sabiduría y por qué no un don celestial.

Por eso, se puede decir que, con su palabra y su retórica barroca, el Lunarejo se había ganado el cielo.

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