Por Enrique Planas
Fuente: El Comercio, Lima 13/12/11
http://elcomercio.pe/impresa/notas/renacimiento-peruana/20111213/1347106
En “Revelaciones”, el escritor puede ver reunidas tres décadas de personal proyecto narrativo: el retrato del Perú del siglo XVI y el diálogo entre literatura, historia y filosofía
Cuando las ficciones se leen con la fe ciega de un investigador histórico, suelen surgir divertidas confusiones. Luis Enrique Tord, uno de nuestros más importantes cultores de la novela histórica, suma muchos lectores confusos: un erudito egipcio que llegó a Huamanga buscando los manuscritos que probaban la existencia de Cide Hamete Benengeli, supuesto coautor de “El Quijote”; el Estado Mayor de la Marina de Chile que buscaba la documentación que Tord inventó en un cuento en el que describe cómo el navegante Pedro Sarmiento de Gamboa desembarcó en la Antártida; los alumnos que desesperaban al recordado catedrático Franklin Pease cuando citaban párrafos de los relatos de Tord en sus exámenes de historia, entre otros.
Todas esas confusiones se explican por la gran verosimilitud de los relatos históricos de Tord que el sello Punto de Lectura ha reunido bajo el título “Revelaciones”, volumen que recoge 33 historias ubicadas en el Perú del siglo XVI, un país en formación, en medio de fundamentales cambios culturales, religiosos y económicos. “Admiro el tiempo del Renacimiento a la manera peruana, andina, en sus dramas y sus luces. Lo he estudiado por décadas” afirma el escritor.
Tord pertenece a la deslumbrante y conflictiva generación del sesenta. En sus inicios, como estudiante de la Católica, tenía claro que una forma de comprender la realidad era apreciarla con herramientas literarias. Estaba a la búsqueda de un proyecto personal.
Expulsado de la Universidad Católica por sus posiciones castristas (“ahora soy un centrista moderado”, aclara), caminó las siete cuadras que separan la plaza Francia de la Casona de San Marcos para descubrir en esta universidad un nuevo mundo. En San Marcos habitaba un país de rostro provinciano y discurso revolucionario, en conflictivo cruce de fuerzas entre apristas, socialistas y comunistas.
Como estudiante de Antropología, Tord salió de Lima, trabajó con comunidades indígenas de Huancavelica y Ayacucho, y descubrió un Perú más complejo, signado por la tradición oral. Fue creciendo su interés en el Perú mágico-religioso y sus grandes herencias artísticas. Y entendió que el discurso para representar ese país no debía ser, en su caso, el del ensayo o el de la investigación académica, sino una literatura enlazada con la antropología, la historia y la filosofía. “No podía decir lo que sentía ciñéndome solo a la cucufatería del documento, como manda la investigación histórica. Todo lo demás, la vida, no está escrita y, sin embargo, es esencial”, dice Tord.
Por eso el narrador de sus relatos posee, generalmente, una perspectiva contemporánea, la de un investigador que se enfrenta a un mundo desconocido y fascinante. En sus cuentos, confiesa, no hay personajes protagónicos, pues prefiere desarrollar no la historia de la gente común, sino la de las grandes corrientes de pensamiento.
Tord no oculta cierta desazón frente a la literatura actual, marcada por el pragmatismo y el sentido positivista de las cosas. Casi se anima a decir que, después de Balzac, Dumas o Proust, la literatura no ha tenido mucho que decir. “Me preocupa la intrascendencia del mundo actual. La cerrazón frente a lo espiritual y a la gran tradición de Occidente”, afirma el escritor.
“No me preocupo por gente sencilla. En mis novelas no hay amoríos ni sentimientos. Eso me aburre. En todo caso, prefiero encontrarlos en la ópera italiana. Prefiero las ideas fuertes, no los dramas cotidianos que ahora se escriben. ¡Cada uno tiene derecho a interesarse en lo que quiere! A mí me interesa el rescate de una nación en formación, como lo fue el Perú en el siglo XVI”.
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